EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La feminidad turbulenta

Federico Vite

Septiembre 25, 2018

La vegetariana (Traducción del koreano al inglés a cargo de Deborah Smith. Portobello Books, London, 2015, 188 páginas), de Han Kang, es un libro macabro que recibió en 2016 el premio Man Booker International, galardón que suelen otorgar a la obra total de alguien dedicado a la literatura (casi como un homenaje), pero en esa edición fue, como Dios manda, un reconocimiento concedido de manera unánime a esta noveleta publicada por primera vez en 2007.
Kang nació en Seúl y como suele pasar en esta vainas, no la pelaron en su pueblo ni en su país, tuvieron que venir los ingleses para que todo Korea del Sur pusiera los ojos en los libros de esta mujer que posee un gran dominio del oficio narrativo.
Cuando Yeong-hye se despierta, tras padecer los horrores de una pesadilla, descubre que se ha convertido en vegetariana. Esa es la punta del iceberg. A pesar de la simpleza de la trama, el resultado es insospechado; los personajes se confabulan para apalear a alguien que toma una decisión como esta: simplemente dejó de comer carne y comenzó a perder el apetito, la líbido y en sí la vida entera. ¿Por qué un mal sueño germina una vejación horrenda? Básicamente porque de lo onírico nace una actitud desafiante, algo que confronta a toda una familia. Digamos también que la autora creó una fábula que sentencia: Si dejas de comer carne mereces vivir en un hospital siquiátrico. Suena tremendista, pero no lo es. Kang nos muestra todo ese recorrido de una manera formidable.
El libro se divide en tres partes. La primera (La vegetariana) es narrada en primera persona por el marido de Yeong-hye, un patán koreano con un trabajo empresarial y una vida estable; la segunda (Lunar Mongol), narrada en tercera persona por el cuñado, un videoasta que se obsesiona sexualmente con la mancha congénita de la protagonista; y la tercera (Árboles en llamas), narrada también en tercera persona por In-hye, hermana de la protagonista, quien hurga emocionalmente en el nexo familiar, explora la intrincada relación entre ellas. Descubre y describe el vínculo insondable que las ata eternamente, tanto en la realidad como en los sueños.
Esta noveleta va de lo doméstico al horror sicológico y mutan los tonos, las perspectivas del relato. La autora trabaja desde lo macabro hasta lo erótico, todo ello se fusiona en un mundo onírico que espejea sus imágenes en la realidad. Digamos que la protagonista es descrita y criticada, además de usada, por dos hombres y una mujer que se comporta como hombre. Kang logra acercarnos a la sique de un personaje turbio, roto. Edifica literariamente una gustosa incorrección política.
Yeong-hye es un objeto de estudio, no una mujer. Es sumisa y diligente con su esposo, le prepara la cena cuando tiene hambre y abre las piernas cuando el patancito llega ebrio al hogar. Ella se deja usar porque esa es su meta como esposa. Su propósito vital es abandonarse al antojo de los otros. Cuando por fin toma una decisión, pum, todos la tunden cruel y rotundamente.
Una madrugada, el marido encuentra a Yeong-hye metiendo toda la comida del refrigerador en bolsas de basura: ternera para hacer shabu shabu, anguilas limpias y cortadas, calamares y empanadas, además de carne, carne y carne (parece que comen muy bien en Korea del Sur). A partir de este momento, el cambio de hábitos alimenticios se transforma en una batalla frontal y sangrienta. No comer carne despierta instintos violentos y los hombres de esa familia (esposo, padre y cuñado) torturan a la protagonista e incluso la atacan físicamente porque no sigue el mismo régimen que los otros y debe de hacerlo, es lo normal, lo lógico, lo obligado.
La metamorfosis de Yeong-hye no es una mera sustitución de alimentos sino una forma novedosa, gracias a las pesadillas, de comprender el mundo, pues la vegetariana rompe todo tipo de relaciones con la violencia, la sexualidad y la actividad laboral. Se convierte en una planta y esa es la parte onírica que prefigura el cierre de la noveleta. Ella asume que su cuerpo no es más que un árbol en llamas y acepta esa condición vital.
Si usted lee este volumen (afortunadamente la versión en castellano saldrá pronto en la editorial Rata, de Barcelona, eso evitara el abuso de madrilismos y, sin duda, ayudará a que el lector mexicano conozca este libro de Kang que me recordó la trama de un texto esencial, La metamorfosis, de Franz Kafka) sin prejuicios etnográficos ni sociológicos (para no terminar diciendo que la novela es una alegoría de la violencia en contra de las mujeres) descubrirá que Han Kang es una narradora técnica, estudiosa y aplicada. Eso le valdría muchos premios y traducciones, pero lo mejor de todo es que se trata de una escritora que no tiene miedo de mostrar las heridas y va al fondo de los sucesos sin que le tiemble el pulso al cerrar esta historia oscura, digna de una pesadilla.
La vegetariana debe leerse como un libro que explora las vejaciones modernas y, claro está, la feminidad turbulenta, que no es otra cosa que un abismo. Que tengan un vegetariano martes.