Silvestre Pacheco León
Julio 17, 2016
Para mi hermano Hugo en su cumpleaños. Mi reconocimiento por su labor para recuperar y mantener la pureza de la tradicional fiesta de Santiago, por haberse aprendido los sones de las Cueras y enseñar pacientemente y sin mezquindades el sagrado toque de la flauta.
Felicidades.
Los cambios que se suceden en el transcurso del tiempo no conocen reposo, y aunque resulte difícil mirarlos en el momento que se producen, es el mismo tiempo quien se encarga de que hagamos conciencia de ellos.
Vuelvo a mi pueblo de la zona rural en esta temporada de lluvias y de intenso trabajo en los sembradíos observando a la distancia los cambios que se han producido.
No encuentro campesinos caminando, y menos mujeres llevando la comida con sus sombrillas de colores chillantes en el calor del medio día. Todo eso ha cambiado.
Ciertamente no veo yuntas en el llano y son pocas las parcelas que se miran sembradas. Ahora el tractor ara la tierra de un campo que vive el abandono.
Miro los pájaros zanates volando en parvadas, con su graznido peculiar que denota alegría, y me recuerdo el silbido amenazante con el estruendo de la honda que dispara el proyectil para ahuyentarlos de los surcos recién sembrados.
La costumbre de estas plagas de comerse el maíz, no ha cambiado como los medios para combatirlas. Ahora son los insecticidas y el veneno en la semilla lo que ha sustituido al estruendo de la honda, el silbido persistente y el grito acompasado: ¡¡¡ eeeaa, eeeaa, eeeaa!!! .
Antes se distraía a las hormigas con hojas de posquelite colocadas cerca de los hormigueros para que dejaran en paz al maíz mientras nacía. Todo eso ha cambiado.
Los aguaceros torrenciales siguen cayendo igual que siempre, aunque ahora sean más devastadores y en cualquier tiempo, por razón de los propios cambios en el campo. El 24 de abril, una tromba que cayó durante 45 minutos provocó una creciente que desbordó el cauce de la barranca del Agua Fría, arrastró piedras, arrancó árboles y se metió a las casas.
En Quechultenango el tiempo marca las labores campesinas y éstas las diversas festividades que se realizan en el año.
Estamos en vísperas del día del apóstol Santiago que es el santo patrón, protector y defensor de la comunidad, y también intercesor ante dios para que los humanos puedan acceder a sus milagros.
Aquí en éste pueblo la devoción al santo es general, y hay tres imágenes para su culto, dos de tamaño natural, y una en miniatura, la más antigua que se cree traída por los evangelizadores hace más de cuatro siglos.
La primera ocupa el lugar principal en el altar de la iglesia, nunca sale del templo y sólo desciende de su pedestal para recibir las honras de su pueblo que lo festeja en multitudinaria manifestación desde el 25 de julio y hasta el baile del Ocoxúchitl, apoteosis que impresiona por la cantidad de fieles congregados.
Las otras dos imágenes son itinerantes, van de casa en casa para que el santo viva y sienta las penurias de la gente y consuele a quienes le tienen fe.
El Santiago que se venera en Quechultenango es guerrero que pelea contra los infieles hasta hacerlos conversos.
Montado en su caballo blanco dedicadamente enjaezado, Santiago hace la guerra para ganar la paz.
Los preparativos de la fiesta iniciaron en el mes de abril con el corte y acarreo de la leña que se usará para cocer el pozole, la barbacoa, el atole, los tamales, el arroz y el mole, propios de la festividad.
Se reunieron tres decenas de voluntarios para esa tarea que se realiza antes de que inicie la temporada de lluvias.
Grandes trozos de encino, guamúchil y tepehuaje traídos del camino a Santa Cruz, fueron leñados y acarreados por decenas de voluntarios que acudieron solícitos al llamado del mayordomo.
El precio del gas doméstico influyó para mantener la costumbre de cocinar con leña porque la gente del pueblo asegura que resulta más barato “como era antes” y porque la comida cocida con leña sabe más sabrosa.
El último rezo mensual para terminar o comenzar el círculo anual del festejo al santo patrón se realizó el sábado veinticinco de junio.
No hubo un solo mes durante el año que faltaran las personas voluntaria para hacerse cargo del rezo.
La tarea de rezar comprende la invitación a los vecinos, conseguir la rezandera, arreglar el altar, echar los cuetes y repartir algún regalo para quienes participan en el acto.
con el último rezo mensual se inició el primer ensayo de la danza de las Cueras, la de más larga tradición que tiene en exclusividad el festejo del santo patrón (en ninguna otra época del año ni para otra festividad que no sea la de Santiago se puede admirar la alegoría artística de una guerra santa que mezcla la tradición indígena, la fe católica y la nobleza de los vencidos).
Los prospectos para ocupar un lugar en esta danza sagrada llegaron puntuales a la casa del mayordomo, don José Alberto Godínez, del barrio de Manila. Estuvieron ahí antes del rezo y después de largos años de espera para cumplir su promesa.
El dulce y melodioso sonido prehispánico de la flauta, con el tan tan tan belicoso del tambor, alimentaron ése día el regocijo de la gente llamando al primer ensayo.
Los danzantes, casi todos jóvenes y con la decisión para bailar sin descanso en los ensayo de tres horas, lo hacen en pago de una manda o para demandar un milagro al santo patrón.
Después de asignar los papeles de los personajes que integran la danza, como el Santiago, los capitanes, Pilatos, los soldados o cueras, y el escudero, el mayordomo entrega a cada quien su indumentaria que mantiene a resguardo y bajo inventario: sombrero, máscara, cueras, estandartes; luego les recuerda la responsabilidad que adquieren frente a la imagen del santo patrón, y los exhorta a cumplir su promesa con humidad y devoción. Deben asistir puntuales a los ensayos y aprenderse los pasos de la danza, cuidar la indumentaria, vestirse y bailar cuantas veces lo ordene el mayordomo, además de velar durante las noches que marca el ritual de la fiesta.
Los danzantes tienen ocho días o trescientas horas para aprenderse los pasos que marcan los sones. Cada tarde los fines de semana y son parte de la fiesta.
PD. Mi novela que cuenta los sucesos del convulso tiempo de Guerrero, desde la desaparición de los estudiantes normalistas, las elecciones del 2015 y la caída de la “verdad histórica” sobre los sucesos de Iguala, cuyos pasajes he compartido cada semana, estará lista para editarse a fines del año. Agradezco las sugerencias y comentarios.
PD1. El domingo 24 de julio a las seis de la tarde presentaré mi libro El Pasante en el auditorio municipal de Quechultenango dentro de la semana cultural que organiza el Ayuntamiento. Hago extensiva la invitación a quienes deseen aprovechar el viaje para participar en la velada de la fiesta santiaguera.