EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La foto y el músculo

Arturo Martínez Núñez

Febrero 06, 2018

Las mal llamadas “precampañas” de los candidatos a la Presidencia de la República están por llegar a su fin, sin haber impactado en el orden de las preferencias electorales. Estamos como estábamos en noviembre. López Obrador encabeza las preferencias, con una ventaja suficiente sobre Ricardo Anaya y José Antonio Meade que pelean, palmo a palmo, por el segundo puesto.
En Guerrero los diferentes partidos perfilan a las mujeres y los hombres que habrán de ir a la batalla electoral.
El PRI parece haber conjurado la amenaza de una ruptura y acomodó a sus piezas buscando los equilibrios. Todos los grupos parecen satisfechos con los candidatos registrados. Únicamente falta conocer quiénes serán los abanderados en los espacios reservados para sus aliados, Partido Verde y Nueva Alianza.
En Morena ocurrieron los registros a las diputaciones locales y ayuntamientos. También ocurrieron las asambleas distritales para elegir a los ciudadanos que habrán de ir a la tómbola para elegir a los candidatos plurinominales, en este peculiar sistema que privilegia la suerte por encima de los acuerdos políticos. Tampoco en Morena se vislumbran fracturas importantes. Por el contrario, se respira un clima de fraternidad y unidad, acaso animado por la posibilidad cada vez más tangible de que López Obrador gane la Pre-sidencia de la República.
En la coalición PAN-PRD-MC se escuchan los tambores de guerra. Las once corrientes (expresiones) que convergen dentro del PRD, luchan por cerrar un acuerdo que deje a todos contentos, tarea que se antoja titánica al haber tan solo en Acapulco, siete precandidatos por este instituto que posteriormente se tendrán que medir con el de MC. El Consejo Estatal en donde habrían de decidirse estas posiciones, fue instalado y declarado de inmediato en receso, en espera de que los dueños del partido alcancen el consenso y se repartan las candidaturas como moneda de cambio. El tono del diálogo entre el PRD y el líder de MC no augura nada bueno.
El PAN, como el chinito, se limita a mirar el pleito entre sus asociados. Es previsible que en los próximos días, diversos liderazgos se sigan desprendiendo del PRD para sumarse al proyecto de López Obrador.
Febrero y marzo serán de diálogos, de crear alianzas y de contener sangrías. Debe de ser un tiempo precioso en que los partidos aprovechen para ajustar estructuras, capacitar representantes y recorrer las partes más difíciles y alejadas de los municipios. Son los momentos para escuchar al electorado, para saber cuáles son sus más sentidas demandas y problemas.
Paralelamente a la disputa política, camina entre nosotros el fantasma de la delincuencia y del crimen. El caso de los dos sacerdotes asesinados en la carretera Iguala-Taxco indignó a la sociedad, porque cada vez es más claro que nadie está a salvo del embate del flagelo de la delincuencia. La ciudadanía se siente indefensa, vulnerable y expuesta ante las garras de la maldad y de la impunidad. El Estado mexicano, en sus tres órdenes de gobierno y en sus tres poderes, ha fallado sin importar el color del partido que lo ha encabezado.
Todos los días nos enteramos de un crimen más atroz que el anterior. Nuestra capacidad de indignación parece desaparecer en la medida en que aumenta nuestro miedo.
El Pacto por la Seguridad, al que había convocado con acierto el gobernador de Guerrero, parece no avanzar y haberse atorado en la coyuntura electoral. Ojalá que este esfuerzo se retomara y lejos de contaminarse con el proceso electoral, se enriquezca con las propuestas de los candidatos y de los partidos políticos.
Comienza la larga contienda política en todos los niveles. Los candidatos y candidatas deben de dejar de mirarse el ombligo y comenzar a recorrer a profundidad sus demarcaciones. La guerra de porras y los acarreos para la foto únicamente sirven para incrementar la autoestima y para mostrar el famoso “músculo”, pero no sirven para ganar elecciones.
Con recursos suficientes se pueden llenar estadios regalando tamales o acarrear a miles de personas para acompañar a un candidato a su registro. Estas son las viejas prácticas que debemos de transformar. La política debe dejar de ser una guerra de dinero, de promesas vacías, de control clientelar y de grupos de presión, para convertirse en el espacio para debatir ideas, para contrastar proyectos y para buscar soluciones a los problemas de los ciudadanos.
Las elecciones deberían de ganarlas los que hagan mejores propuestas y no los que repartan más tinacos; deben de prevalecer los que construyan más alianzas y no los que destruyan la concordia; deben de imponerse la decencia, la honestidad y la capacidad por encima del poder económico, la cooptación, la renta de las conciencias y la compra de los votos.