EL-SUR

Sábado 20 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La Guardia Nacional: esperando a los bárbaros

Tryno Maldonado

Noviembre 12, 2019

—¿Qué esperamos, reunidos en la plaza?
—Es por los bárbaros que llegan hoy.
—¿Por qué está el Senado tan ocioso?
¿Por qué se sientan los senadores y no legislan?
—Porque los bárbaros llegarán hoy.
—¿Por qué nuestro emperador se ha levantado tan temprano
y ha ido a sentarse ante el portón mayor de la ciudad,
solemne sobre su trono, con la corona puesta?
—Porque los bárbaros llegarán hoy.
—¿Y por qué nuestros ilustres oradores no acuden, como siempre,
a pronunciar sus discursos, a decir sus razones?
—Porque los bárbaros llegarán hoy.

Hay dos lecturas a las que siempre vuelvo que me parecen pertinentes en estos tiempos. Esperando a los bárbaros, del escritor sudafricano J.M. Coetzee, y el poema del poeta griego Constantino Cavafis del mismo nombre. Ambas lecturas se renuevan hoy no sólo por su abierta postura anticolonial, sino por el paralelismo con la forma en que, en la actualidad, tratan de imponerse las narrativas de los regímenes neoliberales al construir un nosotros opuesto a los otros: el enemigo, el que debe quedar fuera del muro, los adversarios, los “bárbaros”.
La novela de Coetzee tiene lugar en la frontera colonial de un imperio ficcional. Inicia con la llegada del coronel Joll, de la Guardia Nacional –con atribuciones sorprendentemente similares a la recién creada Guardia Nacional en México–, que realiza expediciones, investigación, captura e interrogatorios en la frontera debido al estado de emergencia por supuestos ataques recientes a las caravanas del Imperio por parte de los pueblos indígenas, los otros, aquellos que se oponen a la expansión, a la soberanía, al desarrollo y al progreso del Imperio. ¿Les suena familiar?
Desde que se aprobó la Ley de la Guardia Nacional, en México han sido asesinados 27 defensores comunitarios, tal como ha documentado la organización Educa Oaxaca. La mayoría han ocurrido en la primera mitad de 2019. Principalmente en Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Cada uno con cinco asesinatos. Esto, más allá del horror que conlleva y la indiferencia de los medios, no tendría relación alguna con el nuevo cuerpo militarizado de seguridad del Estado salvo por un dato concluyente: la mayor incidencia de asesinatos de defensores comunitarios ocurren en esos mismos tres estados donde la Guardia Nacional desplegó su mayor presencia en los mismos meses.
En Oaxaca, que tiene menos de 4 millones de habitantes, fueron desplegados –según datos oficiales del gobierno federal– 3 mil 920 elementos de la GN. Salvo casos con sus peculiaridades como Tuxtepec, en la frontera con Veracruz, Oaxaca es una de las entidades con menor presencia del crimen organizado debido, en parte, a que el tejido comunitario de los pueblos indígenas se ha mantenido fuerte y organizado por sus procesos de autodeterminación. Pero los bárbaros que la GN parece estar buscando y repeliendo no son el crimen organizado, ni los grandes cárteles de la droga, sino los pueblos indígenas y los migrantes.
Y es que la GN ni siquiera está desplegada en entidades donde la población padece desde hace 13 años una campaña de terror como consecuencia de una sanguinaria “guerra contra el narcotráfico” que no ve fin. En su mayoría, la GN está extendida en puntos neurálgicos del sur donde, tal como en el mito de los bárbaros –los otros–, se vive la autodeterminación y resistencias de los pueblos indígenas al Estado/Imperio. Resistencias que se oponen al despojo de sus territorios y a la construcción de los megaproyectos emblema del gobierno de la 4T.
Uno de ellos, el más ambicioso, es el Corredor Interoceánico o Transístmico. Tan sólo para la pequeña región del Istmo de Tehuantepec, una de las ocho de Oaxaca, fueron asignados 2 mil agentes de la Guardia Nacional, ¡casi el mismo número de elementos que recorren todo el estado de Nuevo León: 2 mil 182! También son más que los desplegados en el estado de Sinaloa, cuya población vive una campaña de terror tras el operativo fallido, la negociación con el gobierno federal y la liberación del hijo de El Chapo Guzmán: apenas mil 788 efectivos. Y prácticamente son igual número de elementos que el extenso estado de Sonora, que acaba de vivir uno de los episodios más atroces por la masacre de la familia LeBarón: 2 mil 143 elementos.
El pasado 5 de noviembre el Comité Nacional para la Defensa y Conservación de los Chimalapas denunció las agresiones con armas de fuego que sufrió el pueblo zoque de El Quebrachal, en la zona oriente del Istmo, por parte de la Guardia Nacional. Los comuneros relataron en una carta dirigida al presidente Andrés Manuel López Obrador cómo fue que efectivos de la Guardia Nacional abrieron fuego y obligaron a familias indígenas con mujeres y niños a refugiarse a la selva. Los comuneros exigieron, además, que el gobierno deje de hostigarlos y, en cambio, atienda sus viejas demandas de detener el despojo territorial y la depredación de sus montañas por parte de los talamontes, ganaderos y latifundistas.
Esta realidad parecería un capítulo de Esperando a los bárbaros.
* —¿Por qué, de pronto, esta inquietud y confusión?
(Los rostros qué serios se volvieron)
¿Por qué se vacían rápido las calles y las plazas,
y vuelven todos a sus casas tan pensativos?
—Porque cae la noche y los bárbaros no han venido.
Y algunos que estuvieron en la frontera afirman
que ya no existen los bárbaros.
—Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros:
estas personas eran una suerte de remedio.

* C.P. Cavafis – Poesía completa. Traducción de Juan Manuel Macías, Ed. Pre-Textos