EL-SUR

Martes 16 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La inauguración

Anituy Rebolledo Ayerdi

Enero 27, 2022

Pioneros

(Segunda de seis partes)

¡Ni uno más!

Presente en la inauguración del Hotel de las Américas el gobernador del estado, general Gerardo Rafael Catalán Calvo. El militar chilpancingueño estrena los períodos de seis años (antes de cuatro) y entre sus obras memorables figuran la terracería Acapulco-Zihuatanejo y la brecha Acapulco-Puerto Ángel. Hombre de buena fe y honrado –“honrado sí, pero ¿honrado, honrado, honrado?, preguntaba sarcástico el periodista Reemberto Valdez Ortega, para quien tal categoría resultaba imposible en la política mexicana. La respuesta será afirmativa en el caso de Catalán, quien, al terminar su encargo, se reintegra a su agencia de la Lotería Nacional en este puerto.

Bergerette

La cocina del hotel Prado Américas queda en manos del chef Roger Bergerette Carpentier, con la consigna de elaborar especialidades gastronómicas que hagan volver una y otra vez a quienes las degusten. Apoyan al francés los porteños José Pérez, Abel Gómez, Francisco Morales Ayala, Manuel Romero, Carlos Caudillo, Lauro Morales, Refugio Fuentes, Felipe Salgado, Gustavo Camero Nolasco y José Gutiérrez. Ninguno de ellos pensará solicitar algún estímulo extra pues el salario mínimo –dos pesos con 30 centavos diarios y las propinas– satisfacen decorosamente las necesidades de una familia. Una docena de ojotones o agujones, por decir algo, costaba 15 centavos.
El chef Bergerette casa aquí con la acapulqueña Victoria Muñoz y con ella abrirá el hotel París, pero seguirá sirviendo en otras hospederías, reclamado por la universalidad de su sabiduría culinaria. Morirá siendo el chef principal del hotel Hyatt Regency. Dos de sus hijos se dedicarán al turismo: Julián, chef, ya fallecido, y Roger, hoy doctor en Turismo, el primero en Guerrero, prodigando hoy su talento en las aulas universitarias.

El espectáculo

Aquella noche de diciembre de 1944 la empresa hotelera echa la casa por la ventana. Todo será memorable: las atenciones, las viandas, los vinos y el espectáculo. Agustín Lara y su piano abre por primera vez aquel escenario y su sola presencia provoca conmoción entre las damas, No por su apostura, evidentemente, sino por el derroche de talento y elegancia de los que hace gala. El maestro interpreta sus creaciones más recientes: Ven acá, Se me hizo fácil, Cada noche un amor y Pobre de mí, esa que dice:

Mis pobres manos, alas
quebradas,
crucificadas, crucificadas
bajo tus pies.

Lara abandona el escenario ante una ovación atronadora sólo para regresar acompañado por Ana María González, la cantante que mejor interpreta sus tonadas españolas. Ella le pide acompañarla al piano Solamente una vez, petición que lleva jiribilla pues el maestro la había engañado adjudicándole la inspiración de la pieza, ardid para retenerla durante una gira sudamericana que amenazaba abandonar. La dama se enterará más tarde de que Solamente… había sido compuesta para el tenor José Mojica al optar por el claustro como Fray José de Guadalupe. No obstante el engaño, la dama presumía queveres con el creador revelando incluso que aquél no perdía la ocasión para sobarle discretamente, aún en público, su generoso derriere. Aplausos, muchos aplausos.
La temperatura ambiente subirá cuando haga su aparición Toña La Negra, cuya voz estaba hecha exactamente para cantar a su compadre y paisano postizo. Condescendiente, Antonia Peregrino aceptará que “no sólo Veracruz es bello, ¡también lo es Acapulco!”, proclama.
A propósito, maestro –pregunta–, ¿cuándo una canción para Acapulco?. Toña terminará con las cuerdas vocales deshechas.
Y para cerrar el chou –que todavía no se decía así– ya al filo de la madrugada, el músico-poeta traerá del brazo a su querido y muy agradecido compadre Pedro Vargas. Este niega, el acapulqueñismo que una voz del público le adjudica, aunque acepta muy serio que le hubiera gustado serlo para “agarrar un poco de color con este sol maravilloso”. Después de cantar todo Lara, el Samurai cerrará aquella noche redonda precisamente con Noche de ronda. La respuesta sonora de la concurrencia opacará los bramidos del mar a esa hora embravecido.

La crónica

La crónica del suceso en las páginas del diario Trópico citará nombres muy conocidos en el puerto. Alta Mae Stone, Susana Dreyfus (la francesa que años más tarde será atacada por un tiburón en Caleta, aunque las autoridades lo negarán culpando a un lanchero de haberle cercenado un brazo y una pierna); Carlos y Roberto Barnard, Juan Amorroto, Lino Álvarez, Eladio Fernández, Óscar Muñoz Caligaris, José S. Martino, José Fernández Cañedo, Manuel Muñúzuri, Antonio Pintos Carvallo, Juan Oms Soler, Wolf Schoemberg, Ramón Guillén, doctor Arturo Canales, Alfonso Córdova, Alfonso Aznar, Vicente Candela, Juan Muller, Alfonso Sáyago, y muchos más acompañados todos por novias y esposas. La cantina reportará haber agotado la dotación de wiski Highlan no así con la de la champaña para cubrir ese día la demanda de “mimosas”, champaña con jugo de naranja, para la cruda.

Los bell boys

La fiesta inaugural dejará un saldo impresionante de muchachos con los pies hinchados, algunos sangrantes. Serán los del servicio de bells boys, subiendo y bajando cargados con pesadas maletas y proporcionando servicios a los 17 búngalos distribuidos en aquella extensa superficie escalonada. Acostumbrados a ser llamados bells boys, también respondían a los llamados de “botones”, “garzones” e incluso el muy costeño de “¡oye, tú!,” y sin faltar el “¡chacho!”, de algunas damas. Entre ellos: Sadot Hernández, Roberto Mejía, Benito y Luis Ocadiz, Gonzalo Wong, Antonio y Obdulio Suástegui, Carmelo Cervantes, Erasto Aguilera y Silvino Noriega. Fue para todos una primera y gozosa experiencia. Sadot Hernández, por ejemplo, hará una brillante carrera en la industria ya al frente de grandes empresas del ramo o como funcionario turístico.

María y Agustín

Al año de aquél rotundo triunfo artístico, Agustín Lara regresa al Hotel de las Américas pero esta vez trae del brazo a la deslumbrante María Félix. Con ella ha contraído matrimonio y viene pues a cumplirle como los buenos toreros en la suerte suprema. Va por su cuarta luna de miel –María Rivas, Angelina Bruschetta y Carmen Zozaya–. Ella, la tercera –Enrique Álvarez y Raúl Prado, del Trío Calaveras–. El mejor búngalo de la hospedería se destina a la pareja y todo el personal, aun en huelga, estará pendiente de lo que ahí suceda. Todo Acapulco.
La presencia de María y Agustín provoca cuchicheos y no pocos aplausos en las noches de La Bocana del propio hotel, así como del Ciro’s del Hotel Casablanca. Aquí bailan con “luces tenues y música suave”, lema de la orquesta de Everet Hoagland, de Los Ángeles, California, quien dedica al maestro un popurrí de sus melodías. María luce como una soberana con un vestido straples color champaña y cubre con una mascada turquesa el amplio descote posterior. Los zafiros de su aderezo son el regalo de bodas del novio. La pista es solo de ellos cuando se deslizan a los acordes de Orquídeas a la luz de la luna, haciendo memoria que fue precisamente en el Ciro’s de la Ciudad de México donde se conocieron.

El bungalow María Bonita

Terminada la miel de una luna menguante, el bungalow ocupado por la pareja será bautizado como María Bonita, acaparando por muchos años la curiosidad morbosa de propios y extraños. El hotel lo ofrece como un poderoso talismán para una vida conyugal eterna revelándose más tarde como un escandaloso fraude.

Tarzán y las Sirenas

Durante la segunda venida en 1947, María y Agustín se hospedad en el hotel Papagayo de Hornos. Acapulco está convertido en un tumultuoso set cinematográfico. Se filman exteriores de la película Tarzán y las sirenas, (Tárzan para la paisanada), con Johnny Weismuller, Brenda Joyce y Linda Christian. (Hermosa tamaulipeca de apellido Welter a la que Errol Flynn descubre laborando como hostes del hotel La Marina, de la plaza Álvarez. La convierte en estrella jolibudense convirtiéndose más tarde en esposa de Tirone Power. Hermana, por cierto, de Ariadne Welter, estrella del cine nacional).
Figuraron como extras muchas jóvenes de siluetas tentadoras y entre las acapulqueñas: Cota Lobato, Adalilia López, Amalia Hernández, Raquel Güera Fox, Alicia del Río, Ramona García Guillén, Lambertina Abarca, Leonor del Río, Nancy Chávelas y Mercedes La China Rivera. Otras bellas ya incorporadas al cine: Ana Luisa Peluffo, Magda Guzmán, Lilia Prado, y Silvia Pinal.

Los Flamingos

Prendado de las bellezas de Acapulco, Weismuller se convierte en entusiasta propagandista de Acapulco en Hollywood. El mismo promoverá la creación de un club de estrellas para disfrutar de los veranos en el puerto. Más tarde, para no tener problemas de hospedaje, adquirirán su propio hotel: Los Flamingos.
La hospedería había pasado de manos del dueño original, un conde italiano, a las de Rafael Alducin, gerente fundador del diario Excelsior. Este la deja en manos de su hijo Rafaelito a quien le estalla una huelga que lo lleva a la quiebra. Será entonces cuando el inmueble sea adquirido, al más puro estilo mexicano, por extranjeros negados a posesiones junto al mar. Elizabeth Taylor, Lana Turner, Esther Williams, Robert Taylor, Red Skelton, Fred McMurray, Richard Widmarck, Tirone Power (filmará aquí Un capitán de Castilla); Errol Flynn y Orson Welles (La Dama de Shangai, con La Turner, 1948). Weismuller, como se sabe, vino a morir a Acapulco y está sepultado en el panteón Valle de la Luz. Por cierto, según los encargados del cementerio, cuando el viento sopla fuerte escuchan clarito el grito clásico de Tárzan llamando a los animales.

Propinas

Un dólar de propina representaba para los empleados del Hotel de las Américas más de dos días de salario mínimo (4.85 pesos por dólar), aunque nunca faltaron los clientes espléndidos. Una primera relación de aquellos: Espiridión Robles Salgado, Héctor Ventura, Sergio Bello, Eduardo Flores, Encarnación, Jesús Elio Maldonado, Ángel y Salvador Mosqueda, Manuel Pineda, Alfonso Pineda, Samuel Díaz y Miguel Trani Dávila. Este último alcanzará con el tiempo el liderazgo de la más poderosa organización laboral del gremio hotelero, la famosa Sección 20.

El Cantamar

La empresa hotelera aprobará más tarde un proyecto audaz del que será su nuevo cabaret: El Cantamar. Lo presentan el ingeniero Pedro Tribullez y su segundo Marquitos Reducindo. Se trata de una terraza sobre el mar, como si flotara en sus aguas, con una concha acústica como escenario. Su acceso sería mediante un funicular o cable teleférico con canastilla a partir de la entrada de la hospedería. Nunca visto aquí, el aparato provocará larguísimos ¡oooohhhssss! de admiración y no pocos temores de abordarlo porque “¿y si se cae?”. Para los timoratos habrá la elegante opción de llegar por mar, a bordo de yates o lanchas rápidas.
Para cubrir tamaña inversión era imprescindible que las finanzas de la empresa estuvieran con eficacia y probidad –transparencia, como se llama hoy en el gobierno a lo polarizado–. Y de ello no habrá duda estando las cajas en manos de personas pertenecientes a familias de rancia raigambre acapulqueña y gran habilidad profesional. Algunas: Salustia Nogueda, Carmen Aguirre, Graciela Ramos, René de la Peña y Castillo, Antonio Benítez y Delfino Soberanis del Moral. Socio fundador este último del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa y rara avis en el servicio público al cruzar sin mancharse la pantanosa oficina de Reglamentos, con el alcalde Martín Heredia.