EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La intangible cultura

Florencio Salazar

Septiembre 22, 2020

La única cosa que puede alterar a un buen escritor es la muerte. William Faulkner.

Me hubiera gustado conocerlo, conversar con él, saber de su mirada literaria, de sus luchas políticas. Me hizo llegar con dedicatoria un ejemplar de La noche de los lagartos. Aún no termino su lectura, que ha sido a saltos en el tiempo. Pero la suya es una narrativa que prende. La historia ambientada en la costa, puede ocurrir en cualquier parte. Macondo es Aracataca, lugar cercano a Barranquilla, próximo al caribe colombiano. La buena literatura en cualquier lugar hace patria.
De acuerdo con sus datos, fue un economista competente. Alguna vez compartimos foro en un programa de Radio y Televisión de Guerrero. Supe de su oriundez en Coyuca de Benítez, lugar del que era su cronista. Probablemente, entre sus papeles, haya crónicas, cuentos, novelas; ojalá se pudieran publicar. No obstante la flaqueza presupuestal por la pandemia, creo que el gobernador Héctor Astudillo apoyaría la publicación de alguna obra de Octavio Augusto Navarrete Gorjón, pues además de un homenaje será también un hecho cultural, de los que tanto necesitamos.
La cultura es un bien intangible que tiene la virtud del agua, se vuelve concreta. Es usual que cuando ocurren catástrofes naturales, y ya no mencionemos esta pandemia –faltan meses para la vacuna–, vienen la mala compañía de los descalabros económicos. Al concentrar recursos presupuestales para afrontar el problema, la cultura es de las primeras afectadas. Se supone que el teatro, la lectura de poesía, los talleres de cuento y novela, las exposiciones y conciertos, pueden esperar.
Hay necesidades de inaplazable atención y no es cosa de dudar entre una cama de hospital y las medidas para evitar el contagio y otras actividades no prioritarias o no esenciales de acuerdo con el vocabulario de los protocolos de cierre/apertura de actividades económicas. Pero también sabemos que no solo de pan vive el hombre. Es necesario que parte del tiempo disponible por la calamidad que vivimos, sea aprovechado en la participación a distancia de actividades culturales.
Afortunadamente, hay plataformas digitales que permiten la participación masiva en eventos. Una apropiada difusión y la invitación a lecturas o talleres, pueden hacer que ese bien intangible –la cultura– se convierta en recursos estimulantes en estas horas aciagas.
Guerrero tiene importantes recursos humanos en el ámbito cultural. Habría que activar la red que seguramente tienen las diversas instancias de gobierno, académicas y culturales y lanzar palabras e imágenes al espacio para que caigan como lluvia refrescante en la redes. Los recursos materiales existen, también los programas, ¿qué haría falta? Organización, coordinación y promoción.
Quienes tengan acceso a las señales de tv e internet podrán beneficiarse de actividades atractivas y formativas, que los saquen de la molicie, combatan el estrés y fortalezcan la cohesión familiar y social. Hay que alejar la idea de que la cultura es aburrida e inaccesible. Un buen cuenta cuentos para niños, un expositor sobre cómo redactar historias o dibujar para jóvenes, programas sobre la historia del folklor o de los personajes populares, tendrían un buen auditorio.
La cultura sí relumbra y es oro. Para mí tuvieron gran influencia las jornadas culturales de la Universidad Autónoma de Guerrero, en el rectorado de Ramiro González Casales y la inagotable actividad del pintor y escultor Víctor Manuel Contreras. Sería a la mitad de los sesenta, cuando la UAG logró suscribir un convenio con el Organismo Internacional de la Cultura (OPIC), a través de la Cancillería.
Cada año, durante dos meses de verano, llegaban a Chilpancingo compañías de teatro, ballet, danza moderna, dúos, cuartetos, sextetos de música clásica, poesía, teatro y cine internacional. El ya existente auditorio del Estado, el desaparecido Lienzo del Charro y el cine Colonial albergaron esos eventos, que no eran gratuitos; se compraban abonos para todos la programación o boletos para cada acto. Y los recintos se llenaban.
¿En cuántos de aquellos adolecentes influyeron esas actividades? Se presentaban obras de Sófocles, Eurípides y Aristófanes, Esperando a Godot de Samuel Beckett, grupos de Chile, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, de muchos países, principalmente latinos. Se exhibió la filmografía de Shakespeare del cine ruso. Me impactó la voz potente de Carlos Pellicer leyendo parte de su obra y de ahí mi apego a sus poemas El discurso por las flores y Las horas de Junio.
No recuerdo que haya habido una actividad –antes ni después– tan intensa y de calidad en Guerrero como el de aquella época. Los guerrerenses estamos en deuda con el rector González Casales y, principalmente, con el maestro Víctor Manuel Contreras, quien, además, creó la Pinacoteca Universitaria con donaciones que obtuvo de artistas destacados. Al parecer mucha de esa obra se perdió durante el periodo de la Universidad-Pueblo. También por gestión del maestro Contreras, el pintor Gironella donó el mural La Marcha de la humanidad, en la entonces Rectoría, lugar donde hoy se encuentra el edificio Vicente Guerrero, en avenida Juárez. Esa obra fue destruida en el mismo periodo de Rosalío Wences Reza. La ignorancia es osada. Hay que erradicarla con los intangibles culturales.
Octavio Navarrete Gorjón fue un creador de literatura. Posiblemente coincidiríamos en estas ideas. Tendré proximidad con él cuando termine la lectura de su novela. La narrativa invariablemente ofrece un diálogo. Hasta entonces.