EL-SUR

Martes 16 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La ironía de Jean Echenoz

Adán Ramírez Serret

Diciembre 15, 2017

La ironía es sin duda uno de los rasgos que distingue la modernidad, al grado que, en literatura, su aparición marcó un radical antes y después. El autor que acabó con un tipo de novelas y comenzó otro, es, por supuesto, Miguel de Cervantes. Su cambio, su invento fue tan glorioso que la novela que ha seguido su herencia es el género más popular del mundo.
Lo que hay en el Quijote es una burla fina y disimulada, no sólo del efecto que los libros pueden causar en la lucidez mental sino también lo risible, lo artificial de contar una historia y más de leerla en un libro. Cervantes se burla sin tregua de la manera de contar una novela.
Dice una de las fantásticas líneas de la segunda parte del Quijote: “Me dijo que andaba ya en libros la historia de vuestra merced… y dice que me mienta a mí en ella con mi mesmo nombre de Sancho Panza… y con otras cosas que pasamos nosotros a solas, que me hice de cruces de espantado cómo las pudo saber el historiador que las escribió”.
Usualmente la fuerza de la narración de una historia es tan potente que sin hacernos demasiadas preguntas creemos al narrador a pies juntillas. Eso que se pregunta Sancho Panza, pocas veces nos las hacemos mientras leemos un libro. Sí, claro; es ficción, pero ¿cómo lo sabes? ¿Cómo puede el narrador saber todos los pensamientos del personaje y cómo va a actuar? Es exactamente lo que propone Jean Echenoz (Orange, 1947) en La enviada especial, el juego maravilloso de intentar escribir una novela de suspenso. Se las arregla para tener al lector torcido de risa mientras fracasa intentando contar su relato.
Octavio Paz decía que la literatura francesa es la mejor en cuanto a novelas. Que de Choderlos de Laclos a Proust había una continuidad de siglo y medio de fantásticos novelistas pasando nada más y nada menos por Honoré de Balzac, Stendhal y Gustav Flaubert, por sólo mencionar a unos grandes. No me atrevería a decir que sigue siendo la mejor tradición literaria pero sí que sigue habiendo excelentes escritores. Los premios Nobel Jean-Marie Gustave Le Clézio y Patrick Modiano. Y pasando por los autores que he reseñado este año para El Sur Emmanuel Ca-rrère, David Foenkinos, Pierre Lemaitre y ahora, Jean Echenoz.
Luego de escribir una novela breve 14 sobre la Primera Guerra Mundial, Echenoz vuelve al género que más le gusta, uno que podemos entender como antinovela. Enviada especial es en realidad un juego, como decía Julio Cortázar, un modelo para armar. Se trata del secuestro de una mujer, sólo que víctimas y victimarios son un tanto singulares. La primera sufre el síndrome de Estocolmo, si no se enamora se encariña de sus secuestradores; y éstos, sufren el síndrome de Perú, en el cual se enamoran de sus víctimas.
Me parece que Echenoz pone en práctica lo que mencioné al principio, ¿qué hace un narrador al cual los personajes no le hacen caso? Los protagonistas de esta novela son sumamente exigentes, pues si el autor divaga aquí y allá, se aburren. Dice la novela, “pero no nos dispersemos, que Beaurgeaud se impacienta”.
Enviada especial es un relato que intenta ser negro, un apasionante thriller, pero los personajes son demasiados baladíes y prefieren llevar una vida tranquila. Es una novela en donde el narrador intenta dar sorpresas a sus creaciones. Una verdadera lucha cuerpo a cuerpo entre la realidad y la ficción. Pone en práctica la definición de la RAE de ironía: “Expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice, generalmente como burla disimulada”.

(Jean Echenoz, Enviada especial, Anagrama. 254 páginas).