EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La legislación sobre el aborto como asunto ético

Jesús Mendoza Zaragoza

Enero 31, 2022

 

Estamos en Guerrero ante una polémica pública relacionada con la interrupción del embarazo a partir de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó la no constitucionalidad del castigo con cárcel para quienes fueran juzgados y condenados por el delito del aborto. Esta determinación tiene efecto de jurisprudencia para todos los estados de la República que tienen que ajustar en ese sentido las legislaciones relacionadas. Esa es la dinámica política en el país y en toda Latinoamérica: la no criminalización, su legislación y su regulación como un derecho humano. Es una tendencia cultural y política que se está imponiendo no solo en México sino en el mundo.
Este tema siempre ha sido controvertido en México y, por lo mismo, es un tema que deriva en polarización social. Hay dos concepciones de la vida confrontadas, dos visiones culturales y dos estrategias políticas que están en pugna. Se hace necesario un diálogo alejado de prejuicios y de propuestas viscerales para remontar esta polémica y sus consecuencias polarizantes. Desde hace décadas, el tema se plantea en los escenarios legislativos y gubernamentales, se desarrollan escaramuzas verbales, mediáticas, sociales y políticas, respondiendo a coyunturas políticas. Este ha sido y será un tema que seguirá generando dificultades.
Hay que entender que este es un tema de carácter antropológico y político, además de científico y de salud pública que adicionalmente no puede ser desvinculado de la ética. Por lo mismo necesita ser tratado en todos esos ámbitos. Desde luego, para los cristianos es un asunto de carácter espiritual ya que está vinculado a una visión religiosa de la vida.
El asunto de fondo en esta controversia es que se desata a partir de dos visiones de la vida que están en pugna, dos antropologías y dos visiones de los derechos humanos encontradas que aparecen como irreconciliables. Lo que para unos es un derecho humano para otros es un crimen. Es en este lugar en el que tiene que darse una discusión ética en el contexto del Estado laico que prevalece en el país. Es sabido que en las discusiones relacionadas con este y muchos otros temas más, el Estado laico no permite argumentos de carácter religioso. Para el tema del aborto se requiere un abordaje ético sustentado en argumentos racionales, ya sean filosóficos o científicos. Aunque es necesario recordar el frecuente uso ideológico o político de la ciencia que se suele hacer.
No se puede soslayar la perspectiva ética en este tema como en todos los demás, sustentada en razones y argumentos. Es más, las dos posturas que están enfrentadas aceptan el territorio de la razón como aquél que es más adecuado para un diálogo sosegado que ayude a encontrar caminos que ya no polaricen ni nos enfrenten. De ordinario, las discusiones se han dado más en los campos político y religioso, que son los menos adecuados para un diálogo social que supere enconos y que evite heridas. Si el tema se sigue abordando mediante descalificaciones contra los adversarios, amenazas, insultos y prejuicios políticos o religiosos, no llegaremos a ninguna parte. Ni quienes buscan la despenalización o sus contrapartes. Tenemos que dejar a un lado lo visceral en todas sus formas para poder entendernos bien. Y esto vale para tirios y troyanos.
La ética es un territorio universal en el que nos podemos encontrar para escucharnos y para el desarrollo democrático. Uno de los grandes déficits de nuestra democracia es la carencia de ética, de ahí que la corrupción, la violencia y la impunidad han hecho estragos en el país. La ética tiene que ver con valores asumidos de manera personal pero también plasmados en reglas institucionales y en legislaciones.
Hasta aquí he querido proponer las condiciones necesarias para que este tema no sea polarizador y para que sea tratado de manera civilizada, que nos permita avanzar hacia la democracia, al respeto a los derechos humanos, incluido el de la vida y el de la libertad. Ahora quiero exponer muy brevemente mi posición personal. Ya muchos saben que soy sacerdote católico y que busco sustentar mi actuación y mi conducta a partir de una visión cristiana en la que la persona de Jesucristo y su Evangelio es el eje absoluto. Y este eje no es negociable para mí. Mi misión es espiritual y de talante cristiana. No soy político porque no tengo vocación para ello. Si en ocasiones hablo de temas políticos lo hago desde una perspectiva ética, porque en política soy un analfabeto. Tengo claro que mi misión es espiritual y dirijo mi ministerio a las conciencias para que se transformen a partir del encuentro con Jesucristo como punto central de referencia. Estoy contra todo adoctrinamiento religioso y político. ¡Vaya, en la política suele haber más adoctrinamiento que en la religión! El adoctrinamiento me parece pernicioso porque es una forma de manipulación de las conciencias.
A quienes me escuchan les propongo a Cristo y los valores del Evangelio y cada quien decide si los acepta o los rechaza, pues la libertad es sagrada. Desde ahí propongo el valor de la vida para construir el mundo espiritual de cada persona y de cada comunidad. Yo sé que quienes aceptan a Jesucristo y su Evangelio, construyen su visión de la vida y toman sus decisiones a partir de él. Y eventualmente, en su conciencia no tomarán la opción por el aborto aun cuando las leyes civiles se lo permitieran. Allí, en la conciencia se protege la vida y cada ciudadano, en conciencia decide su posición política al respecto. Y de esa manera, la intervención en la formación de la conciencia cristiana puede tener repercusiones políticas.
Hay razones cristianas y hay razones racionales, estrechamente vinculadas en la conciencia de muchos cristianos para reconocer el valor de la vida en todas sus fases. Así como importa la vida de los no nacidos, importa la vida de las mujeres discriminadas o maltratadas, importa la vida de las víctimas de todas las violencias, importa la vida de los pueblos indígenas abandonados a su suerte, importa la vida de los trabajadores explotados, importa la vida de los adultos mayores desechados, importa la vida de los migrantes sometidos a múltiples abusos e importa la vida disminuida de todos los hombres y mujeres oprimidos de múltiples formas. Incluso, importa la vida de los delincuentes que están causando tantos daños a la población. Por eso, importa mucho el que existan mejores condiciones de vida para todos, para que puedan gozar efectivamente de todos sus derechos.
La dignidad de hijos de Dios que todos tenemos, puede ir de la mano con la dignidad reconocida en las legislaciones civiles que garantizan todos los derechos humanos, empezando por el derecho a la vida y el derecho a la libertad.