Guillermo Álvarez Nicanor
Abril 11, 2025
¿Dónde está el matorral? Destruido
¿Dónde está el águila? Desapareció
Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia.
Gran Jefe Seattle, 1854.
Tribu Swamish
Ahora, Carrizalillo, municipio de Eduardo Neri, vive la devastación de su entorno; sus tierras muertas no aptas para el cultivo, sus habitantes enfermos por las secuelas de la explotación minera a cielo abierto.
En la región Centro–Norte de Guerrero, en el tiempo que iniciaba la última década del siglo pasado; los indígenas de la región del Alto Balsas gozábamos de una vida normal, como los antepasados nos enseñaron: fiestas patronales con la participación de las comunidades vecinas; la autoridad anfitriona daba sendos recibimientos a sus invitados que venían acompañados de su gente; llegaban con su banda oficial de música de viento, sus danzas, su huentli, su bebida; también, sus comisionados, así se le llamaba a los elementos de seguridad de la comunidad.
En los sitios sagrados se presenta la ofrenda para pedir buenas lluvias a fin de obtener una buena cosecha. Las iglesias con sus torres y campanas son las edificaciones más vistosas. La parcela de cultivo y la vivienda son el patrimonio más grande de cada familia, algunas casas de adobe, otras de concreto; una inmensa extensión de tierras de cultivo produce el maíz, el frijol, el garbanzo, el chile, el tomate, la calabaza, el ajonjolí y todos los alimentos necesarios para la vida. La tierra es la que nos alimenta, es como nuestra madre.
Oapan, Tulimán, Ahuehuepan, Ahuelican y Tecuiciapan trabajan el barro que se extrae, únicamente, en algún punto de la propia comunidad; se producen figuras de barro, collares, ollas, tinajas, “apaxtli”, cántaros, comales, entre otros; Ozomatlán trabaja el tallado de madera, de zompantli.
En 1990 nos enteramos que el gobierno de la República había estado realizando estudios en esta región desde 1959, la intención era construir sobre el río Balsas la presa hidroeléctrica San Juan Tetelcingo; de construirse, con sus aguas embalsadas destruiría la vida de 22 comunidades, la cultura y el medio ambiente de las poblaciones indígenas nahuas asentadas ahí desde cientos de años.
El centro ceremonial Teopantecuanitlan, en Tlalcozoltitlán, municipio de Copalillo, zona arqueológica notable por su arte monumental de estilo Olmeca, que data de entre 1000 y 500 años Antes de Cristo, según estudios de la Dra. Guadalupe Martínez Don Juan; y la inmensa extensión de ruinas arqueológicas no estudiadas, los sitios sagrados, iglesias, panteones y todo el patrimonio de las poblaciones quedarían bajo las aguas. Imposible exhumar a todos nuestros antepasados. La experiencia de comunidades desplazadas por presas en el país dice que el gobierno promete mucho, pero nunca cumple, sólo deja destrucción, desarraigo y pérdida de las culturas ancestrales.
La defensa del territorio de las comunidades nahuas del Alto Balsas se dio en un contexto de unidad, sin distinción de partidos políticos o religión; participaron todas las comunidades, se recibió la solidaridad de intelectuales, políticos, el clero y varios sectores organizados o de personajes. Se hicieron marchas, bloqueos de carretera, plantones, huelga de hambre, denuncia en diferentes foros del país y en el marco internacional.
El 13 de octubre de 1992, Carlos Salinas de Gortari, presidente de la República en turno, suscribió el documento que previamente había firmado José Francisco Ruiz Massieu, gobernador de Guerrero, donde se lee la cancelación del Proyecto Hidroeléctrico San Juan Tetelcingo.
El 31 de marzo de 2025 venció el contrato de arrendamiento de la minera Equinox Gold con los ejidatarios de Carrizalillo, no lograron pactar el monto del nuevo contrato para seguir la explotación a cielo abierto de las minas Los Filos-El Bermejal. El contrato que terminó suscribía 6.9 onzas de oro anuales por cada hectárea en renta, pero para renovárselos la empresa ofrece 2.5 por cada una de las mil 400 hectáreas, pero los ejidatarios rechazaron la propuesta, están dispuestos bajarse sólo hasta 4 onzas.
En el convenio se establecen becas para estudiantes desde su nivel básico hasta la licenciatura, los apoyos a madres solteras y personas con discapacidad, cubrir necesidades de infraestructura; también, surtir la Casa de Salud con medicamentos y equipo, donde se ofrece a los habitantes los medicamentos a mitad de precio, porque muchos toman fármacos especializados a causa de males como problemas en la piel, los ojos y el sistema respiratorio que asocian con la explotación minera.
Según el Informe de Sostenibilidad 2024 de la Cámara Minera de México, a nivel internacional, nuestro país se ubica entre los principales productores de 23 minerales: el primer lugar en la extracción de plata y el noveno lugar en el oro. Cerca del 60% del valor de la producción minero-metalúrgica nacional la aporta la minería a cielo abierto.
La minería a cielo abierto remueve mucha de la capa superficial de la tierra para poder extraer los minerales, generando daño ambiental irreversible, incluyen deforestación, erosión del suelo y contaminación grave del agua y del aire por el uso de sustancias tóxicas, como el cianuro.
Según información del Instituto para la Gestión, Administración y Vinculación Municipal (Igavim), Observatorio Ciudadano, Guerrero tiene 501 concesiones con una superficie de 673 mil 635 hectáreas.
Recordamos también que el 15 de octubre de 2023, la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria demandó, al gobierno federal la cancelación de 50 permisos a empresas mineras de Canadá y Gran Bretaña, durante la conmemoración de su 28 aniversario. Esas concesiones afectan las tierras de las comunidades indígenas asentadas en la Costa Montaña de Guerrero.
Llegan las empresas mineras a ofrecer dinero a cambio de entregar las tierras, los manantiales, mantos acuíferos, sitios sagrados y todo el suelo y subsuelo a las empresas mineras extrajeras. Una venta disfrazada en arrendamiento. Con ello se compromete la vida, la de los hijos, nietos y muchas generaciones venideras; es un pacto con la muerte. Las mineras destruyen todo para extraer metales preciosos como el oro, la plata y otros minerales.
Debemos recordar que el 80% de los recursos naturales más protegidos del planeta se encuentra en los territorios de los pueblos indígenas. Los dueños de las mineras no entienden cómo miramos el mundo. La tierra, para ellos, es cualquier mercancía que no importa desechar: llegan, la explotan y se van, dejándola muerta. Roban a la tierra aquéllo que pertenece a sus hijos y a los hijos de sus hijos, no les importa nada. Tratan a su madre, la tierra, como cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como un artículo intercambiable por dinero. Su hambre de dinero es tan grande que no importa acabar con la tierra.
Algunas comunidades, hace muchos años olvidaron que la tierra es sagrada en la memoria y tradiciones de sus abuelos. La naturaleza guardaba los recuerdos de sus muertos, que cuidaron como su madre, porque con bondad les dio de comer durante siglos. Olvidaron que forman parte de la tierra y ella es pate de ellos. Sus costumbres cambiaron, ya no podrán enseñar a sus hijos que la tierra guarda la vida de los antepasados; que, los ríos dan alimento y calman la sed de los humanos.