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Guerrero, México

Opinión

AGENDA CIUDADANA

La mala vecindad como política

Lorenzo Meyer

Abril 12, 2018

Hace nueve años, George Friedman, director de Stratfor, una empresa que elabora estudios de estrategia e inteligencia, publicó The next 100 years. A forecast of the 21st Century, (NY, 2009). El último capítulo (pp. 223-248) aborda un tema que se antoja fantasía pura: un conflicto violento entre Estados Unidos y México en el último tercio de este siglo. Curioso, Friedman, un entusiasta de las predicciones, no se atrevió a predecir el resultado.
El capítulo en cuestión es The struggle for the global heartland, y se refiere a una lucha interna-externa por el dominio del sur del norte de América. Para Friedman, la superioridad tecnológica y militar de Estados Unidos le permitirá seguir controlando el espacio exterior, los océanos y va a mantener su dominio del comercio mundial. Sin embargo, enfrentará un desafío que no es militar o económico sino interno, por motivos demográficos y culturales, que van a afectar su unidad nacional y que están ligados a la vecindad con México y a la población de origen mexicano en esa parte del territorio que 170 años atrás le arrebató a su vecino.
El argumento de Friedman –elaborado antes del surgimiento del “factor Trump”–, es así: por razones económicas Estados Unidos seguirá recibiendo por un tiempo a trabajadores mexicanos, pero, finalmente y por razones tecnológicas, dejará de ocuparlos y esos mexicanos pasarán a ser población excedente y problemática en los estados fronterizos con México. Ni México ni Estados Unidos buscarán la confrontación con el otro, pero ésta tendrá lugar, en buena medida, como producto de las tensiones internas norteamericanas relacionadas con su identidad cultural. Las tensiones desembocarán en hostilidad abierta contra mexicanos y mexicano-norteamericanos lo que, a su vez, desatará una especie de segunda guerra de secesión dentro de Estados Unidos que podría incluir a México.
Cuando apareció dicho libro, pocos analistas previeron el trumpismo y su capacidad para movilizar el sentimiento anti mexicano latente dentro de Estados Unidos, mezclarlo con el anti islamismo y convertirlo en el corazón de una corriente política particularmente reaccionaria y xenofóbica. Hoy, Friedman ya no parece tan extravagante como hace nueve años, ni tan lejana la agudización de las tensiones entre México y Estados Unidos que predijo.
En 1961, Bryce Wood, publicó The making of the good neighbor policy (La construcción de la política de la Buena vecindad), una política diseñada por el presidente Franklin D. Roosevelt para la América Latina en los 1930, y que suponía que la cooperación y el principio de no intervención era la mejor manera de proteger su interés nacional en la región. Esa política duró hasta el fin de la II Guerra Mundial. Años después, en 1985, el mismo Wood publicó Dismantling the good neighbor policy (Desmantelado la política de buena vecindad). Y es que a la buena vecindad la acabaron la Guerra Fría y la intervención norteamericana de 1954 en Guatemala. De vivir el profesor Wood, hoy tendría que empezar a trabajar otro libro para otra etapa: The making of the bad neighbor policy o La construcción de la política de la mala vecindad y fechar su arranque en el 16 de junio de 2015, cuando Trump anunció que se proponía ser candidato presidencial. Fue entonces que advirtió que mientras Estados Unidos se debilitaba sus enemigos se fortalecían. Y de entre esos enemigos identificó a México, al asegurar que sus migrantes “nos traen drogas, crímenes y violaciones” y que para neutralizarlos proponía construir un gran muro que separara a los dos países ¡y que México lo pagaría! Es más, cuando los inmigrantes mexicanos no les robaban empleos a los norteamericanos, se los quitaban llevándoselos a su país vía el TLCAN “el peor tratado firmado por Estados Unidos”. Estas propuestas, más sus ataques a China y al Islam, le ganaron de inmediato el apoyo de una mayoría relativa de los votantes republicanos, (The Washington Post, 20/07/15) y luego la presidencia.
En estas últimas semanas, y para revigorizar a sus partidarios en vísperas de elecciones intermedias, Trump volvió a advertir que “vienen los bárbaros”. Y todo porque una caravana de apenas mil 300 centroamericanos –hombres, mujeres y niños– pasaba por México rumbo al norte con la esperanza de que Estados Unidos les concediera asilo por ser víctimas de la violencia en sus países. Trump no sólo pidió a México disolver esa marcha, sino que le acusó de fomentar la migración centroamericana pese a que en México el INM ha deportado a miles de centroamericanos anualmente –sólo en enero y febrero de este año deportó a 16 mil 278 personas, 97% centroamericanas– y ha facilitado que funcionarios norteamericanos fichen a los detenidos antes de deportarlos. Para dar contenido a su enojo, Trump dispuso movilizar en la frontera hasta cuatro mil efectivos de la Guardia Nacional y volvió a cargar contra el TLCAN.
A estas alturas es claro que México va a tener que renegociar su enorme dependencia económica de Estados Unidos dentro de un marco de “mala vecindad”. El gobierno de Peña Nieto ya no está en la posibilidad de hacerlo, pero el que venga está obligado a actuar. Y esa reestructuración con un norte hostil es un desafío mayor, pues la relación con el vecino afecta casi todas las esferas de nuestra vida colectiva y nuestra identidad como nación.

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