EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La muerte en todas las conversaciones

Abelardo Martín M.

Febrero 09, 2021

Uno de los efectos más nocivos, amenazantes y desencadenantes de males mayores a la propia pandemia del Covid-19 son las consecuencias económicas, políticas, sociales y personales que podrían sintetizarse en el miedo latente en toda la población, las enfermedades psíquicas y en la presencia cercana, permanente de la muerte, ese fantasma siempre presente y hoy empoderado.
Por Covid-19 o por sus consecuencias en la salud física o mental, la muerte elevó su presencia y hoy está en el seno más íntimo, más cotidiano de todas las conversaciones y de todas las familias, aparte por supuesto de las estadísticas en todos los medios de comunicación y en la gran mayoría de las redes sociales que hablan de las consecuencias de este mal.
Ningún país puede ufanarse de haber vencido al depredador coronavirus, ni siquiera países como Australia en donde las medidas de orden y disciplina adoptadas permitieron que, hasta ahora, la epidemia esté bajo control. Ello se debe, con toda seguridad a una educación cívica y a la conducta social y política de la población. Orden y disciplina, dicen los reportes periodísticos, han sido las herramientas para que Australia pueda celebrar el primer torneo de tenis de Grand Slam con tribunas llenas.
El pronto retorno a la actividad pública del Presidente Andrés Manuel López Obrador, luego de haber vencido el contagio de Covid-19, es sin lugar a dudas una buena noticia.
Fuerza Presidente, esa frase que brotó espontánea en las redes sociales para desear pronta recuperación al jefe del Ejecutivo, representó la transmisión de buen ánimo, optimismo y aliento para la recuperación de su salud. También agrupó en el mismo espíritu a quienes están convencidos que los cambios que requiere el país tienen dirección, rumbo y mano firme que lo conduce, por más que hubo quienes alentaban mensajes contrarios y hasta se convirtieron en una presión política, con fines estrictamente electoreros y partidistas.
Al mandatario, una oportuna detección seguida de una disciplinada cuarentena le permitió la superación de esa enfermedad traicionera, que se ha llevado a miles de hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, muchos de ellos todavía capaces de aportar a su familia, a su comunidad, a su país.
La epidemia, por lo que se advierte cada vez con mayor claridad, será todavía larga y muy peligrosa, pues las cepas evolucionan como resultado de su reproducción planetaria, no hay medicamentos que la detengan, y el proceso de inmunización ha sido accidentado a pesar de que apenas son los comienzos.
La vacuna aún no se aplica masivamente en México, dados los contratiempos que su producción y distribución han tenido. Pero tampoco ese recurso es garantía de salud colectiva inmediata. En Estados Unidos y en otras naciones, donde la inmunización ha podido ser administrada por millones, de todas formas, siguen registrando las más altas tasas de muerte y contagio desde que el virus hizo su aparición.
Muchos factores y situaciones inciden en el comportamiento de la epidemia, algunos de los cuales aún no se comprenden con exactitud, y otros, como el seguimiento generalizado de medidas sanitarias en los lugares públicos, y el no salir de casa más que a lo indispensable, se han aconsejado repetidamente desde el inicio, pero la gente no acaba de asumirlos, o los sigue por momentos para luego confiarse y los deja de lado.
El hecho es que el planeta entero está inmerso en una segunda oleada, y ya algunos expertos hablan de una tercera racha. En México nunca pudimos salir del ciclo inicial de contagio y la segunda crecida apenas parece pasar su apogeo. Tanto así que muchas entidades en que el semáforo epidemiológico iba evolucionando de manera lenta pero favorable, han retrocedido hasta el color rojo, es decir, a una situación de gravedad y descontrol.
Así ocurrió hacia el fin de año en la Ciudad de México y las entidades del centro del país. Y de ahí se trasladó a Guerrero, agravado el fenómeno por la avalancha turística de fin de año. Al mediar enero se tuvo que tomar la decisión de retroceder en Iguala y Taxco al semáforo rojo, pero al finalizar el mes todo el territorio de la entidad ha debido hacer ese tránsito, situación en la que permanecerá el estado por lo menos durante esta semana, o hasta que los indicadores mejoren.
La gravedad del asunto tiene números fatales. En los registros oficiales, a lo largo de 2020, el promedio de fallecimientos diarios por Covid-19 osciló alrededor de la decena en todo el estado, mientras que al comenzar el presente año la cantidad se ha duplicado.
Todo ello complica el futuro cercano de los guerrerenses. Mientras en otros años la temporada actual era de planeación de las actividades vacacionales de Semana Santa y de otros eventos que atraían visitantes, ahora el ambiente es de incertidumbre y pesimismo.
Ya en 2020 tuvieron que cerrarse las playas en los días santos, y ahora el dilema vuelve a ser el mismo de fin de año: si se dejan llegar vacacionistas lo más probable es que se disparen los contagios; pero tomar la decisión de impedirlo implica ingentes pérdidas al sector turístico, y los que más lo sufren son los trabajadores, comerciantes y quienes ofrecen servicios a los viajeros, que en muchos casos viven al día y no tendrán ingresos para sus familias.
Ahora, además tenemos en puerta elecciones, y más allá de los pleitos entre partidos y candidatos, habrá que ver cómo se desarrollan las campañas políticas, siempre encajonadas en actos multitudinarios que ahora deberán moderarse o de plano evitarse, so pena de ser un factor más a favor de la epidemia.
Entre la espera de la vacuna prometida y los nuevos repuntes de contagios, en Guerrero y el país entero se viven días oscuros, sólo soportables por la esperanza de que de manera colectiva superaremos esta prueba, pese a su largueza.
Así será.