EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La palma real para los sombreros

Silvestre Pacheco León

Noviembre 11, 2007


El animal tasajeado sólo se adivina en sus partes. Los cueritos para los pilinques saturan una mesa mientras las piezas grandes
cuelgan de un cordel. Los campesinos ahora comienzan a picar la carne mientras en el suelo los leños arden para calentar la tina
donde han de freírse las carnitas.
Los campesinos comisionados para esos quehaceres están en su empeño de preparar la comida para todos, como si fuera una
fiesta. La enramada no es provisional, y aunque sólo tiene dispuestas en derredor unas rústicas tablas para sentarse, su techo es
de lámina de zinc.
Estamos en Nueva Cuadrilla, poblado de Coahuayutla que hace las veces de cabecera municipal en el extremo oriente del
municipio. Es la versión de Vallecitos de Zaragoza en José Azueta, y de El Mameyal en Petatlán, o de El Paraíso en Atoyac. Se
encuentran en la misma altura y también a la misma distancia de sus respectivas cabeceras, pero con el agravante de que este
pueblo sufre de abandono ancestral pese a que su acceso carretero lo comparte Coahuayutla con el municipio de La Unión. Los
gobiernos de cada uno dejan en la responsabilidad del otro su reparación, pero ambos son disimulados, para perjuicio de los
habitantes de esta vasta y productiva región.
Mientras el guiso del cuche sacrificado toma su tiempo, nos invitan el almuerzo: caldo de pollo con abundantes tortillas, queso
fresco y frijoles. Mientras damos cuenta de cada bocado que para nuestra hambre es un manjar, los invitados valoramos la
ventaja que tiene un pueblo cuando es capaz de producir su propio alimento. Esto lo recordamos después, cuando la reunión con
los pobladores toca el tema de las dificultades productivas. “El frijol y el chile se emplagan y no tenemos modo de curarlos, por
eso mejor dejamos de sembrar” dice angustiado Silvino, del ejido San Rafael, quien detalla cómo el mal ataca sus cultivos
dejando las matas cenizas.
Bajo la enramada ya se ha reunido medio centenar de habitantes para escuchar lo que trata el Sistema Nacional de Capacitación
Técnica Rural Integral, que a partir del presente año espera atender a los 81 municipios del estado, de acuerdo con el propio
diagnóstico de necesidades que los productores campesinos expongan. Ya la mayoría probó los pilinques cueros a medio cocer,
sancochados, pues, ya salados y con unas gotas de limón envueltos en tortillas que han traído en una gran hielera.
Ya se ha identificado a la ganadería como el sistema producto más importante del municipio. La mayoría de los habitantes de
esta región tienen a la ganadería como una de sus actividades principales y los problemas que presentan son iguales a los de
otras latitudes: una ganadería bovina extensiva cuyo principal producto son los becerros que se venden al destete. Una
producción lechera que si sobra de la que mama el becerro la convierten en queso y requesón para el autoconsumo. Siempre la
falta de caminos es un obstáculo para detonar el desarrollo y eso aquí no es la excepción. Llegar a la carretera costera consume
tres horas en vehículo por un infame camino destrozado por las lluvias.
Los problemas que se generan con los métodos rudimentarios de la ganadería son tantos y ahora tan evidentes que los propios
ganaderos buscan resolverlos con su organización. A eso responde, por ejemplo, la idea de crear su propia asociación ganadera
local para no depender más de la que tiene su sede en la cabecera municipal, pues a pesar de que ahora hay una brecha, su mal
estado no soluciona el problema de la distancia.
Los cerros pelones muestran el tremendo impacto de la ganadería extensiva, el bosque se acaba, el agua escasea y las familias no
han progresado, aunque para ellos es claro que su producto, los becerros, si crecen en calidad y en cantidad pero por alguna
maldición eso no se refleja en sus bolsillos.
El problema del castigo al precio de su producto lo explica Leonardo Salmerón que viene del rancho El Tepamo. El campesino
asegura que los intermediarios pagan más barato el kilo de becerro que pesa más de 200 kilos si tiene arriba de un año de edad,
que el de los becerros pequeños y tiernos aunque no sean de buena raza. No saben por qué, pero dicen que así como está el
mercado, no les conviene mejorar sus crías y menos engordar sus propios becerros.
Eso que parece entrar en contradicción con el interés del gobierno por la mejora genética, expresa el enorme poder que tienen
los acaparadores e intermediarios de becerros diseminados en el campo guerrerense. Saben que mermarán sus ganancias si los
campesinos comienzan a ser ellos quienes engorden sus propios becerros, porque es la engorda la parte del ciclo de producción
de carne que mayor margen de utilidades genera. Esa parte del proceso precisamente es la que no se hace en Guerrero. La
engorda de becerros es extrarregional y también su impacto productivo. Por eso los campesinos y sus campos siguen tan
jodidos.
Esa realidad es la que explica la justeza del planteamiento que la Red para el Desarrollo Sostenible de México ha desarrollado
dentro de la experiencia del proyecto Coinbio que el Fondo Mundial Ambiental financió para la tecnificación de la ganadería
campesina.
Se trata de apoyar a los productores que decidan cancelar los desmontes como método para el establecimiento de potreros, de
tal manera que se preserve su riqueza biológica que accesoriamente servirá para obtener otros ingresos, organizándose para su
capacitación colectiva a fin de que puedan desarrollar sus capacidades para acceder al control de la mayor parte del ciclo
productivo.
Se dice fácil pero es más gratificante escuchar cómo en el ejercicio de autodiagnóstico los ganaderos de esta región concluyeron
que sus necesidades de capacitación tienen que ver, en primer lugar, con su organización para construir sus propias empresas
engordadoras. Después vendrán los métodos para la mejora genética de sus hatos y luego la industrialización de la leche, la
alimentación y sanidad del ganado.
Luego, en esta misma reunión vino el turno de las mujeres en el ejercicio de autodiagnosticarse. “No hacemos nada”
respondieron al unísono la pregunta de de qué es lo que hacen. Al final fueron abrumadoras todas las actividades que ellas
realizan durante el día frente a las tareas de los varones: preparar los alimentos, acarrear el agua, lavar la ropa, hacer el queso,
asear y enjarrar la casa, educar a los hijos.
Ellas concluyeron en que necesitan capacitarse para aprender cosas diferentes a las que ya realizan. Si una de sus habilidades
más connotadas es hacer tortillas, ¿no habrá forma de encontrarle un provecho productivo? El cuidado y la educación de sus hijos
parecieron ser otra más de sus preocupaciones además de asegurarse el aprovisionamiento del agua durante todo el año.
Mientras la plática transcurre, me llama la atención el tamaño de los travesaños de madera que sostienen el techo de la
enramada. Si bien identifico los horcones de bocote, roble y parota, no alcanzo a distinguir la clase de madera tan recta que llega
a medir hasta 10 metros de largo en una sola pieza. “Es de palma real”, me dicen los lugareños y presumen que al igual que en
la costa las de cocotero, aquí son las palmas reales las que también comienzan a usarse en la construcción de casas. Entonces las
historias se desgranan. En esta región de Coahuayutla se produce la palma que ha dado fama a los sombrereros de Sahuayo en
Michoacán y Tlapehuala, en la Tierra Caliente de Guerrero. Sombreros y petates de todas calidades se producen con esta materia
prima que antes era abundante en los ejidos de Potreritos, San Rafael, Santa Rosa, El Aguacate, La Vainilla y El Gallo. Claro, como
los habitantes están abandonados, nadie repara en esta realidad de que el recurso se está agotando y de que la voracidad de los
comerciantes e industriales del sombrero está peleada con el aprovechamiento sustentable de la palma. Pero ante tantos males,
dicen algunos de los visitantes, cuando menos a los de aquí les quedan las palmas para tirantes, porque los pinos cada vez están
más lejos de los pueblos.
La reunión ya se clausuró y no sé a cuenta de qué alguien comenta que contrariamente a lo deforestado de la zona, todavía hay
lugares conservados donde el bosque es tan tupido que durante el día uno puede ver a las luciérnagas usando su luz para
encontrarse.
Claro, no hay que olvidar el interés del gobierno por reforestar, aunque dudemos de la eficacia para recuperar así lo que ya se ha
destruido, sin embargo vale la pena comentar que hasta este rincón dicen que llegarán los arbolitos de cedros de la Conafor que
sembrarán en junio del año que viene, a razón de mil 100 ejemplares por hectárea hasta completar 120. ¿Será?
Como la tarde avanza, no hay lugar para platicar sobre otros temas. Cada quien debe regresar a sus poblados y nosotros
queremos estar en la costa antes de que oscurezca. Son las cuatro de la tarde con el horario nuevo cuando emprendemos el
regreso. Ni siquiera nos queda tiempo para bañar en el río de Las Juntas en esta que es su parte más caudalosa. De todos modos
disfrutamos de esta limpia tarde de noviembre con su clima fresco.
Antes de oscurecer nos cubre una espesa capa de niebla que sólo nos deja cuando bajamos el último cerro del ejido El Cedral, ya
en territorio de La Unión.