EL-SUR

Martes 04 de Junio de 2024

Guerrero, México

Opinión

La paradoja de ser muchos

Federico Vite

Febrero 21, 2023

(Primera de dos partes)

Creo en el azar porque me han pasado cosas extrañas en la vida, aseveró Paul Auster durante una de sus lecturas en público (a esa edad, el autor tiene 76 años cumplidos, admiro que aún tenga ganas de compartir textos con los lectores) en la librería Politics and Prose Bookstore, Coffee House, en Washington, Estados Unidos. Eso ocurrió el 9 de febrero de 2017. Creo en el azar, insistió, porque me han pasado cosas extrañas. “Cuando era adolescente vi que un rayo mató a un muchacho que estaba conmigo en un campamento de verano. Obviamente pude ser yo quien muriera ahí, en la lluvia, ¿cómo no creer?”, detalló Auster para finiquitar este asunto, la posibilidad de ser otro y el mismo después de ciertas experiencias.
4, 3, 2, 1 (Estados Unidos, Picador, 2017, 981 páginas), del escritor norteamericano Paul Auster, es un proyecto inusual para una época en la que los textos, por recomendación de los especialistas, deben ser menores a las 300 páginas. Es algo impensable para un autor que ha apostado por escribir novelas caracterizadas por la intensidad, la habilidad técnica para sugerir hechos y la contundencia de la brevedad. El libro sorprende incluso visualmente al contemplar la cantidad de páginas que posee y la pregunta obvia se enuncia ¿quiere Paul Auster competir con el David Copperfield y The tale of the two cities, de Charles Dickens? Yo creo que sí e incluso es más ambicioso.
4, 3, 2, 1 ofrece una experiencia de lectura agradable, pero ciertamente absorbente. Requiere de todo eso que la mayoría de las personas no quiere dar: tiempo para estar a solas con un libro. En esta novela se narran cuatro vidas de Archie Isaac Ferguson, contadas desde el nacimiento hasta los 22 años de edad. Ferguson (como se le conoce en el libro) crece con los mismos padres judíos de clase media, Stanley y Rose, así como con los mismos amigos, incluida Amy Schneiderman, novia / amiga / hermana / amante. Debido a muchos factores, la vida de Archie toma caminos diferentes. Otro elemento más del proyecto 4, 3, 2, 1 es que podían ser cuatro novelas separadas, cuatro relatos distintos, pero Auster decide no narrarlas por separado, sino que las fusiona con la intención de seguir una línea de tiempo ortodoxa: nacimiento, infancia, adolescencia y etapa adulta. Los capítulos 1.1, 1.2, 1.3 y 1.4 cuentan las peripecias de Archie con tres, cuatro y cinco años. Los capítulos 2.1, 2.2, 2.3 y 2.4  corresponden a los siete, ocho y nueve años. Así sucesivamente hasta los 22 años de Ferguson. La apuesta es narrar las cuatro vidas de Ferguson; narrarlas, por supuesto, paralelamente.
Los escenarios son Newark, Nueva Jersey, Nueva York, París y Londres, desde 1947 hasta 1968. Obviamente, Auster se detiene en los efectos que tiene la Guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles, los disturbios de Newark en 1967 y el asesinato de John F. Kennedy. También sugiere la potencial etapa adulta de Ferguson como reportero, editor, poeta y traductor. Pone en perspectiva el efecto de ciertos productos culturales, como las películas, los libros, las exposiciones y especialmente los periódicos y los suplementos culturales. 4, 3, 2, 1 es un edificio literario impresionante. El resultado no es ocioso, pero sí inquietante por las multitudes que contiene. Es un regreso a la novela del siglo XIX, pero con una variante novedosa: narrar la posibilidad de otra vida. Preciso: narrar cuatro vidas de un mismo personaje en un mismo tiempo y espacio.
Auster cuenta la vida de Ferguson; después modifica algunos aspectos para desarrollar al mismo personaje en otras circunstancias, lo que da por resultado diferentes apreciaciones del mundo. Por ejemplo, Archie tiene una amiga que se convierte en su novia. Ellos despiertan a la vida sexual juntos. En capítulo siguiente, Archie tiene una experiencia homosexual con Andy Cohen, quien le ayuda a confirmar la atracción que siente por Amy Schneiderman, pero debido al movimiento del tablero que cambia constantemente, el padre de Amy y la madre de Archie inician una relación sentimental que se formaliza en matrimonio, eso hermana a los dos jóvenes. En una vida paralela mantienen un amor a distancia y en otra viajan juntos a París, eso define las inquietudes estéticas y vitales de ambos. En otra vida paralela se separan.
Cada acto conlleva un movimiento en los relatos. Todo suma. El efecto de acumulación de la novela posee un equilibrio excepcional. Es un libro exigente y demandante, pero no engorroso. Si en un capítulo, el padre de Archie muere, más adelante sólo aparece la mención a un divorcio y Archie se queda con la madre, ella emprende una carrera como fotógrafa y conoce a otras personas que con el devenir de la historia anudan los poliédricos destinos que Auster creó para Ferguson en 4, 3, 2, 1.
Auster no escribió unas memorias, aunque usa muchos aspectos de su vida ya narrados en otros libros. Recrea una época en la que los personajes, imbuidos en el contexto, exploran lo estético y lo político con una naturalidad asombrosa. No se imposta una bandera panfletaria (derecha o izquierda) sino que se construye la elección tanto política como estética de cada uno de los actantes. Es una lección magistral sobre el oficio de un novelista. Hablo de una proeza que nos remite a lo que Lawrence Durrell logró con el Cuarteto de Alejandría, en el que las vivencias de un grupo de amigos que compartieron la estancia en Alejandría, Egipto, antes de la Segunda Guerra Mundial, anudan una tetralogía que describe un hecho irrebatible: los mismos personajes, dispuestos sobre un mismo relato, construyen una historia con diversos puntos de vista que permiten profundos niveles de lectura. Justine, Balthazar, Mountolive y Clea, en conjunto, preceden a lo que Auster logró en cinco años (Jonathan Franzen y Donna Tartt publican una novela de más o menos la misma extensión que 4, 3, 2, 1 cada diez años. Nótese también que Auster publicó Burning boy: The life and the work of Stephen Crane en 2021, volumen de 800 páginas), una obra que condensa una experiencia generacional. Yo no hablaría de un experimento sino de la constatación mayor de un autor en pleno ejercicio de su oficio.
Si usted forma parte de la media nacional (de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el lector promedio de México lee 3.9 libros al año, hablo de textos no mayores a las trescientas páginas ni menores a los cien folios), 4, 3, 2, 1 sería el libro en el que invertirá un año y un mes. Pero la experiencia de lectura sería agradable. No hay cabos sueltos en esta multitud que requirió una edición titánica.
La bildungsroman de Archie es compleja, pero es inevitable no dejarse atrapar el gran dominio del oficio narrativo y aplaudir la técnica de Auster, quien araña con este documento cumbres como Guerra y Paz, de León Tolstoi. Seguramente usted crea que tal vez no sería necesario narrar todo lo que detalló Auster, sino distribuirlo en una saga, por ejemplo, a la manera en que Roberto Bolaño pensó 2666 (aunque el editor decidió acoger todos los libros en un solo tomo colosal de 1126 páginas). La apuesta de Auster es colosal. Si pensamos 4, 3, 2, 1 como una desmesura perdemos de vista algo importante, la novela, más allá de un género edulcorado, también logra mostrar el oleaje profundo del oficio narrativo. De eso hablamos en la siguiente entrega.