EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La participación ciudadana y la pandemia

Héctor Manuel Popoca Boone

Agosto 08, 2020

Antes de la irrupción del virus Covid-19 en nuestra vida cotidiana, no era tan relevante el tomar en cuenta la dinámica que tenía la participación ciudadana en lo que socialmente le concernía. La pandemia resaltó su relativa pasividad, inercia anodina, indiferencia y falta de conciencia. No importando mucho el grado de control al que estaba sometida; acercándola a un comportamiento casi autómata, y de mucho conformismo; convirtiendo al individuo en un ente semi despolitizado; que se desentendía y delegaba en otros la exigencia, por ejemplo, de los derechos humanos a la vida, a la salud, a la educación, a la libertad, a la alimentación, a la vivienda…, entre otros más.
Existía, como hasta ahora, un diverso grado de participación ciudadana, en el marco de una gran desigualdad social, donde predominaba la abulia en los muchos y las conductas interesadas de los pocos beneficiarios del status quo. Prevalecía el pragmatismo y el individualismo como ejes rectores de la conducta humana. La ciudadanía acusaba olvido de lo comunitario, cuya resultante era la poca cohesión social prevaleciente hasta nuestros días.
El qué hacer cotidiano giraba en torno a lo que más le convenía a uno, sin importar los demás. Habíamos arrojado al baúl de lo caduco los ideales, principios y valores socialmente normativos, que son referencias nodales para toda buena conducta, pública y privada. Prevalecían, como hasta ahora, la deshonestidad, la injusticia, la irresponsabilidad, la indolencia y la escasa solidaridad para con nuestro prójimo.
El dejar hacer y el dejar pasar, como comportamiento cotidiano, hizo que el destino ciudadano quedara predeterminado por los poderosos; protagonistas en la política, en la economía y en lo social. Habida cuenta que nos movemos en una sociedad de mercado, regida por el lucro desmedido y el apoderamiento rapaz de lo material, como finalidades últimas de nuestro sistema social. Donde todo tiene un precio. Donde existe un consumismo agudizado en el comprar para luego desechar en el menor tiempo posible. Por eso, la ciudadanía sigue siendo, en gran medida, proclive a consumir con sumo egoísmo. Es poco comunicativa y escasamente comunitaria. Es una ciudadanía individualizada, avara y violenta. En pocas palabras, deshumanizada.
La desatención de lo público ha sido una constante: a la democracia política, permitimos que se le prostituyera. A la equidad y moralidad en la economía, dejamos que se le sustituyera por el saqueo y la ganancia monetaria fácil. En lo social, permitimos que floreciera una profunda y atroz desigualdad discriminante. Y así, hemos reducido a su mínima expresión las virtudes cívicas de respeto, generosidad, empatía, fraternidad y solidaridad social.
Por otra parte, quedamos debidamente ensartados –que no insertados– en una globalización económica extractivista de recursos naturales y energéticos, que contempla al ciudadano como un objeto-masivo de expoliación, mercantilizado e internacionalizado. La “aldea global”, (Marshall MacLuhan dixit) nos absorbió a todos y nos encajonó en marcas y logos mercantiles de carácter transnacional.
Antes de la pandemia, ya nos distinguía la depredación y la falta de cuidado de la naturaleza y el medio ambiente. Estábamos acabando, paulatinamente, con los recursos naturales y energéticos del planeta. Sin cobrar conciencia de que somos tan solo una parte de un gran sistema socio-ecológico cuya afectación e inestabilidad nos atañe en mucho; porque entre otras cosas, los desequilibrios propiciaron, a guisa de ejemplo, el desarrollo de múltiples epidemias que han azotado a la humanidad de tiempo atrás. (Continuará).

* Videoconferencia dada al personal técnico del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Guerrero, el pasado 23 de julio en Chilpancingo.

PD1. ¿Qué ganan el gobernador y su “maestro incómodo” al tener intervenido ilegalmente mi teléfono móvil?

PD2. ¿En estos tiempos, qué es más importante para la población pobre, tener qué comer mediante trabajo temporal o que hagan obra pública corrupta, no esencial en esta coyuntura?