EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La Policía Federal y la 4T

Humberto Musacchio

Julio 18, 2019

 

Ayer, el diario Excélsior informó que fueron detenidas cuatro personas por el secuestro de un menor, quien afortunadamente fue rescatado con vida. Los plagiarios, informa Rolando Aguilar, corresponsal del periódico, son Paola “N”, soldado de la Policía Militar por ahora perteneciente al XX Batallón de la Guardia Nacional; Jorge Luis “N”, cabo motociclista en activo del XIX Batallón de la misma corporación; y Everardo “S” (¡?), también de la Guardia, así como un civil.
Cabe señalar el caso porque se supone que la Guardia Nacional fue creada para sustituir a la Policía Federal, cuerpo al que se tildó de ineficaz y hasta corrupto. Por supuesto, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana negó que los maleantes pertenezcan a la Guardia porque supuestamente sus miembros “están sujetos a estrictos estándares de evaluación”.
Más allá de si son o no integrantes de una u otra corporación, importa destacar que no hay organización policiaca o militarizada en la que, como en todo grupo humano, no se encuentren malos elementos. Por lo mismo, debemos suponer que también los había y los hay en la Policía Federal, pues está formada en gran parte por elementos que pertenecían a la Policía de Caminos, donde no priva precisamente la santidad.
Sin embargo, resulta del todo injusto hacer tabla rasa, condenar a todos los integrantes de la Policía Federal por las corruptelas de algunos y a partir de ahí proceder a la supresión de un cuerpo policiaco con experiencia y conocimiento de las tareas de seguridad. En lo que se refiere a la eficiencia, la responsabilidad es de quienes han dirigido esa corporación, pues a fin de cuentas hay jerarquías y los de abajo tienen que acatar las órdenes de quienes están arriba.
Al ordenar el traslado de 18 mil elementos de la corporación a la Guardia Nacional, se ignoran los derechos adquiridos por los federales, quienes, para ser aceptados, deben someterse a una serie de exámenes, como si los años de trabajo no contaran. Se quejan también de que no se les respeta el rango, sueldo ni prestaciones y de que en las misiones carecen de hospedaje adecuado y alimentos de calidad. En el caso de quienes prefieren ser liquidados, la queja es que se pretende pagarles menos de lo que legalmente les corresponde.
El sábado pasado, en un acto celebrado en las instalaciones de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, el titular del ramo, Alfonso Durazo, reconoció frente a 200 mandos de la Federal que en los siete meses del actual gobierno “no ha habido ningún acto, ninguna renuncia a cumplir con las misiones encomendadas, y eso habla de la institucionalidad de un cuerpo que se ha consolidado y fortalecido en un proceso de 91 años”, pues fue en 1928 cuando se creó el Escuadrón de Agentes Vigilantes de la Oficina de Tránsito, el antecedente más antiguo de la Policía Federal.
Si los policías federales son disciplinados y se muestran siempre dispuestos a cumplir con las misiones que se les encomiendan, incluso las más riesgosas, no resulta explicable que se les trate como está dicho. Son, para todos los efectos, empleados gubernamentales con derechos, algo que reconoció Durazo, pues dijo que los que se integren a la Guardia Nacional “mantendrán su antigüedad, sueldo, seguro social y gastos médicos”.
Qué bueno que lo diga Alfonso Durazo, pero qué malo es que quienes manejan el paso de los federales a la Guardia obren con menos respeto por quienes deberían recibir trato de colegas, no de rivales ni mucho menos de enemigos.
El ex comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia, lamentó que se haya desmantelado la Policía Federal porque “no se puede apostar a la mejora de la seguridad pública destruyendo policías y faltándoles al respeto”. En abono de lo dicho por Sales Heredia, cabe agregar poco o nada se gana disolviendo un cuerpo para crear otro. Ya lo vimos con la Gendarmería, creada de un plumazo y suprimida con otro.
Los cuerpos policiacos son instituciones de Estado y es deber de cada gobierno vigilar su buen funcionamiento, corregir desviaciones y combatir corruptelas. Pero las instituciones deben continuar, pues sustituirlas por otras semejantes no garantiza avances, en tanto que sí representa complicaciones y peligros evitables, pues no se olvide que son cuerpos armados. Maltratarlos no es juego.