EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

La política ante el artificio democrático

Eduardo Pérez Haro

Febrero 06, 2018

Para Humberto Pérez Haro.

El proyecto es transformar a México y esa es una tarea política en principio. Transformar a México es una necesidad histórica del tiempo actual, porque el que no avanza retrocede. México retrocede en cualquier ranking (educativo, de inversión, económico, desigualdad social, etcétera).
Hemos sido testigos de la emergencia socioeconómica de los tigres asiáticos (Corea, Hong Kong, Taiwán, Singapur y de alguna manera se agregan países como Malasia, Tailandia, etcétera) y, asimismo, de Sudáfrica, Turquía o los indiscutibles casos de China y la India, que a mediados del siglo pasado se encontraban en condiciones de rezago incluso superiores a México.
Los países industrializados-desarrollados, que protagonizaron el auge globalizador que precedió a la crisis financiera del 2008, trastabillan y no hallan como reinstalar una ola expansiva, con lo cual mete en una atonía al crecimiento económico mundial que afecta a los emergentes y con mayor fuerza a los países atrasados.
Hay un problema global que amenaza con una crisis de pronóstico reservado, porque el crecimiento que se muestra por las vocerías del caso (FMI y BM) se sustenta sobre un endeudamiento desproporcionado y la sobrevaloración accionaria de las empresas. Es un crecimiento bofo, artificioso por no descansar sobre la producción de bienes y servicios asociados a esa producción, sino sobre servicios financieros especulativos.
Paradójicamente, México hace parte del mundo por sus relaciones comerciales desde la Colonia, pero con mayor acento por su entrelazamiento con el mundo global, mayormente con Estados Unidos. El mundo global comprende una integración de cadenas productivas y comerciales, financieras y políticas, que están en constante ajuste y reordenamiento por la propia movilidad del capital y que ahora se desvelan con el formato del nacionalismo globalizado de los chinos, los ingleses y los norteamericanos de Donald Trump, mas no tiene reversa.
México no tiene el peso económico y menos político para sugerir líneas de ajuste al mundo, no está a su alcance evitar un colapso financiero internacional y está absolutamente fuera de toda posibilidad de ser locomotora de la historia; no obstante, puede emprender un proceso de ajuste que marque la pauta en dirección de un proceso de transformación que le dé una perspectiva clara de abatimiento de las desigualdades y desequilibrios, y el encuentro próximo de un desarrollo efectivo con los indispensables agregados de sustentabilidad respecto del medio natural, equidad de género y paz con respeto de los derechos humanos.
En teoría, nuestro país puede articular fuerzas de cambio en el plano interno y hacer del ámbito doméstico un escenario de cambio relativo en correspondencia con el exterior; empero, el ideario y postulado de este proceso está disperso en diversos movimientos y conciencias, y remontar esta condición es mediación indispensable. Condición que no se cumple sin información y discusión como recursos obligados de la política, y la política como expresión superior de la acción de la conciencia. Y cuando los procesos electorales nos convocan no podemos más que tomarles la palabra para acentuar las tareas de informar y discutir en las que muchos estamos desde hace tiempo y otros podrán inaugurarse como prolegómeno de la acción política.
La acción política no se reduce a lo electoral y no se inicia en los comicios, acaso es una manifestación más amplia por el consenso de su convocatoria entre los protagonistas que la impulsan (partidos, candidatos y el sistema) y aunque su resolución social es efímera por cuanto prácticamente concluye en la emisión del voto, su implicación no es inocua por cuanto la representación se instala y pervive por seis años.
La volatilidad del voto socava la política como defensa de los intereses sociales y la representación electa queda a merced de las presiones de los poderes corporativos (asociaciones empresariales, sindicatos, partidos, profesionales, fuerzas armadas, crimen organizado) del interior y del exterior, que sí hacen política más allá del voto y las elecciones, nos guste o no, son la sociedad organizada, con lo que la inmensa población de votantes no alcanzan a promover su agenda sino sólo a su candidato y su candidato no mantiene la fuerza del impulso social que le otorgó el triunfo, sino más bien queda sujeto al accionar ulterior de los poderes fácticos que terminan por trabar al gobierno y a la administración pública, desdibujando planes e intenciones de la representación.
Que mejor que el proyecto de los candidatos se nutriera de la agenda social, donde el sustrato estuviese dado por la sociedad en movimiento, de manera que las sociedades de base fungieran como baluarte de la acción de gobierno y los desempeños de la administración pública se realizaran como atención a los apremios y anhelos de todos con rumbo, y mediante los procesos correspondientes. Pero esto no está sucediendo por ahora, tan sólo aparece el concurso electoral y ello nos deja a expensas de los intereses creados y poderes corporativos en la trama que hemos advertido y que suplanta a la inmensa mayoría tras el artificio democrático.
La democracia no se descarta como recurso de la política asociada a los movimientos reformistas, ni el reformismo como táctica de curso hacia los cambios ulteriores de mayor profundidad y alcance, mas no podemos conformarnos con su reducción al formalismo electoral debido a su debilidad intrínseca, lo que nos convoca a recuperar la discusión de la agenda social y sus contenidos técnicos subyacentes, que nos devuelven a la economía como elemento material de la organización social, la acción política de la población y sus colectivos, evitando su uso monopólico por parte de los corporativos.
Está por hacerse la tarea política de fondo, en cuanto a su dimensión y organicidad requerida, los movimientos sociales se encuentran perseguidos por la represión del Estado, dispersos en dinámicas de confrontación local, acaso subregional con ligas virtuales y esporádicos puntos de encuentro y reunión, en los planos regional o nacional, carentes de una visión de conjunto por su condición fragmentada y la heterogeneidad de sus reivindicaciones y demás especificidades, fuera de las dinámicas electorales y así también, del interés de los partidos y candidatos.
Éstos (los partidos y candidatos), como diría Jorge Volpi, ven un país normal donde no hay problemas y su oferta es común, todos son honestos y tienen una oferta para atender todo, claro empezando por la corrupción y la seguridad para terminar por resolver la desigualdad en un rosario de lugares comunes fuera de contexto y hábitat, como diría Rolando Cordera, en un delirio por engatusar a los inconformes e indecisos, donde la información y la discusión están desterradas y con ello la política propiamente dicha.
Tendremos que insistir en los contenidos técnicos y políticos de los procesos reivindicativos de las luchas y la inconformidad sociales, como una manera de hilvanar la política de las sociedades de base por el cambio y la transformación y así trascender la grilla de memes, de diretes y dimes, tretas, soliloquios y quimeras que definen, hasta ahora, al proceso electoral en ciernes. La lucha sigue. La transformación de México es asequible y es el único argumento en la discusión global.

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