Gaspard Estrada
Noviembre 07, 2018
La victoria del candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro, hace 15 días, deja en evidencia un cambio sustantivo en la configuración de la política de integración regional. Desde el 28 de octubre, las declaraciones incendiarias del presidente electo de Brasil no sólo han generado tensiones en América del Sur, sino que han dejado en entredicho las relaciones y la posición del gifante sudamericano en la escena internacional al día de hoy. Durante su campaña electoral, Bolsonaro había anunciado su intención de cambiar la sede de la embajada brasileña en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén. Solo dos países han realizado este cambio: Estados Unidos, Guatemala, pues Paraguay acaba de renunciar a esta idea. Por lo contrario, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) siempre ha defendido que el estatus de Jerusalén se resuelva después de que las condiciones de un acuerdo definitivo entre Israel y Palestina sea definido, teniendo como referencia las fronteras fijadas después de la guerra de 1967.
Sin embargo, para Jair Bolsonaro, todo esto no es importante. El problema para él, y de manera más general para Brasil, es que ese país siempre ha tenido una posición de neutralidad frente a este conflicto, ya sea con gobiernos de derecha como de izquierda. De hecho, los diplomáticos brasileños jugaron un papel fundamental en la partición de Palestina en dos para dar pie a la creación del Estado de Israel, en 1947, al lado del futuro Estado Palestino, a raíz de una resolución de la ONU. Es en parte por este motivo que el jefe del Ejecutivo brasileño inaugura todos los años la Asamblea General de la ONU, durante el mes de septiembre. Este activo para la diplomacia brasileña puede irse al traste con la iniciativa de Bolsonaro, que ha sido interpretada por las cancillerías de los países árabes como una provocación. A raíz de este acto hostil, una visita del canciller brasileño Aloysio Nunes Ferreira a Egipto, programada para el final de esta semana, fue cancelada a instancias del gobierno del mariscal Al-Sissi. Teniendo en cuenta que más del 25% del total de las exportaciones de carne brasileña tiene como destino los países árabes, es evidente que existirán consecuencias económicas y políticas importantes para Brasil en caso de que se mantenga esta orientación de Bolsonaro.
Sin embargo, el elemento más preocupante de estas nuevas orientaciones de la política exterior brasileña no se encuentra en el mundo árabe, sino en América Latina. Desde la independencia de Brasil, en 1822, este país ha estado volcado hacia sus relaciones con Europa y Estados Unidos. En los años 1990, después del fin de las dictaduras militares en el cono sur, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay establecieron el Mercado Común del Sur, mejor llamado Mercosur, como una manera de acercar política y económicamente a estos países, y, como en el caso de la Unión Europea, evitar el riesgo de una guerra entre ellos. Más adelante, durante los gobiernos del presidente Lula, Brasil se acercó al resto de los países de la región, creando la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), y la CELAC (Cumbre de Estados de América Latina y el Caribe). Para Jair Bolsonaro, todas estas organizaciones son “ideológicas”, ligadas al pensamiento “comunista” y por ende deben ser desaparecidas o al menos reducidas. Para estos países, como Argentina, que es gobernada por un presidente de centro derecha, Mauricio Macri, estos anuncios son un balde de agua fría, en un momento en el que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha tomado las riendas de la economía y está desesperado por recuperar el sendero del crecimiento económico. Sin embargo, si Brasil decide disminuir sus inversiones en Argentina, queda claro que la economía de este país se resentirá, lo cual tendrá consecuencias políticas sustanciales (hay elecciones presidenciales en 2019). Veremos en las próximas semanas si Bolsonaro insiste en llevar a cabo estas iniciativas nocivas, o si el principio de realidad lo obliga a retroceder.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en Paris.
Twitter: @Gaspard_Estrada