EL-SUR

Sábado 27 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La postpandemia con visión de fraternidad

Jesús Mendoza Zaragoza

Diciembre 26, 2022

Cada año, la Iglesia católica celebra la Jornada Mundial de la Paz el día 1 de enero, con un tema específico. Para este año 2023, el papa Francisco propone la consideración de un aprendizaje que la pandemia nos ha dejado: “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el Covid-19 para trazar juntos caminos de paz”, es el título del mensaje para esta jornada. De esta forma, la perspectiva que propone para los tiempos de postpandemia es la de la fraternidad.
Si bien la Revolución Francesa lanzó como divisa la triada de Libertad, Igualdad y Fraternidad, ha habido en el curso del tiempo un desarrollo de estos valores de la modernidad, valores que se incluyen unos a los otros y que, en su conjunto, abren una perspectiva de convivencia democrática y de desarrollo humano. En este sentido, tanto la Libertad como la Igualdad han generado búsquedas y avances en la historia humana, pero hay que reconocer que no ha pasado lo mismo con el tema de la Fraternidad, que no ha sido desarrollado a la par de los otros dos.
Señala Francisco en su Carta Encíclica Fratelli Tutti que “la fraternidad no es sólo resultado de condiciones de respeto a las libertades individuales, ni siquiera de cierta equidad administrada. Si bien son condiciones de posibilidad no bastan para que ella surja como resultado necesario”. En otras palabras, sin el horizonte de la fraternidad, tanto la libertad como la igualdad no tienen capacidad para abrir un horizonte que le dé a la humanidad la capacidad de sortear crisis como la de la pandemia y, ahora, la de la guerra en Ucrania y de todas las guerras regionales o locales.
En este sentido, la fraternidad es el necesario horizonte de las libertades y de la justicia social. Esto significa que la fraternidad tiene que ser la orientación de la democracia y de las grandes decisiones económicas y políticas. Esto significa que la libertad y la igualdad son sueños irrealizables, sin una fraternidad que incorpore a todos, y que sea universal no sólo en sentido geográfico sino también existencial. De la pandemia hemos aprendido eso: nadie puede salvarse solo y sólo nos salvamos juntos. En el manejo de la pandemia que los gobiernos nacionales y la misma Organización Mundial de la Salud han impulsado, han prevalecido la desigualdad y los abusos de los poderosos. Tanto la libertad como la igualdad se vieron comprometidas en dicho manejo. Y sucedió por la ausencia de una visión de fraternidad. Por esa razón, la fraternidad ayuda a encauzar con un sentido muy humano la libertad y la igualdad.
Es un hecho que en el lenguaje político y en el lenguaje de la economía, la fraternidad está en desuso y, que cuando se usa se relaciona más con los intereses del poder. El tema de la fraternidad no aparece en el discurso público y, menos aún, en la práctica social, política y económica. El lenguaje del amor, de la amistad y de la fraternidad sigue siendo un tabú que no tiene lugar en los asuntos públicos. Como consecuencia, lo que hacemos en términos de igualdad y libertad desde las políticas públicas y desde la misma sociedad no tiene el alcance necesario porque carece del horizonte de la fraternidad, que aporta el sentido de la dignidad de cada persona, sea quien sea.
Puede haber intereses diversos y hasta contradictorios en la política y en la vida social, pero el sentido de la fraternidad lleva a reconocer la dignidad de las personas, más allá de sus intereses legítimos o ilegítimos para buscar caminos de diálogo y de entendimiento en el empeño por la justicia social y por la libertad. Cuando no hay una visión de fraternidad, tanto la igualdad como la libertad resultan afectadas.
La pandemia exhibió las consecuencias de un desarrollo antifraterno en el ámbito global. Mientras Europa tuvo recursos disponibles para afrontarla, África no los tuvo. Hablamos de recursos humanos, institucionales, jurídicos y financieros. También, al interior de cada país hubo conflictos que pusieron a prueba el manejo de esos recursos. Tenemos que aprender de esta crisis provocada por la pandemia, que puso al descubierto otras crisis más que son parte de nuestro entorno, como son las crisis morales, sociales, políticas y económicas que padecemos y que están todas interconectadas, cuando las unas son causas y consecuencias de las otras.
“De los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores”, dice Francisco. “Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?”.
Cómo nos puede hacer tanto bien en México eso de integrar el sentido de la fraternidad en la vida pública, en las decisiones políticas y económicas. Términos como “amistad social” y “amistad política” pueden ser integrados en nuestras maneras de relacionarnos y de ver nuestra historia nacional. Todos somos seres humanos, y ese fundamento es lo que nos une y lo que nos puede hacer capaces de superar todas las crisis que tenemos y las que vendrán. De las actuales crisis tenemos que salir mejores. Necesitamos desarrollar una cultura de la fraternidad e irla impregnando en todas partes.