EL-SUR

Jueves 16 de Enero de 2025

Guerrero, México

Opinión

La precisión sensible de lo que pesa

Federico Vite

Noviembre 26, 2024

Hace ciento un años, el escritor italiano Italo Svevo publicó su obra capital: La coscienza di Zeno. Muchísimos autores se han detenido en este libro que pone en perspectiva uno de los grandes placeres de la vida: fumar. Bueno, realmente Zeno, el protagonista de esta historia, intenta dejar de fumar, así que después de varios fracasos por dejar de echar humo acude a un psicoanalista para que le ayude. En el intento por acabar de una buena vez con el vicio, Zeno recibe la instrucción de poner en un diario todo eso que vive y que, en cierta forma, le ayudará a entender por qué fuma y por qué él se siente al filo de la navaja siempre. El libro está dividido en 8 partes:
1.- Prefacio.
2.- Preámbulo.
3.- Fumar.
4.- La muerte de mi padre.
5.- La historia de mi matrimonio.
6.- La mujer y la amante.
7.- Historia de una asociación comercial.
8.- Psico-análisis.
La primera, sin duda, trae una jiribilla punzante. Son dos páginas, firmadas por el Dottor S., que preparan al lector y le inducen a seguir la biografía de una persona con múltiples flancos oscuros. El hecho es que ese hombre revela el secreto profesional por venganza, así que ofrece una disculpa y comienza a soltar las riendas de esta historia que parece estar diseñada por una mala entraña que rebosa de humor y de mucho desprecio. De igual manera que Doktor Faustus (1947), de Thomas Mann, La coscienza di Zeno tiene un sesgo metaliterario, pero claro, en aquel tiempo este tipo de literatura no se llamaba así; era metarreferencial porque con esos detalles –de la vida y de la literatura bien mezclados– daba verosimilitud al relato. En este caso, el Dottor S. dispone al lector para que literalmente escuche la vida de un hombre que pasa por un sin fin de sinsabores, pero en especial, por una cadena de ritos que le ayudan a ser lo que es, un tipo con defectos y virtudes, pero finalmente atrapado en otros aspectos que le inhiben la experiencia de vivir a plenitud. Su nombre es Zeno Cosini. Padece una enfermedad, la de la ineptitud, y es incapaz de vivir serenamente. Su neurosis lo ataca todo el tiempo.
Tanto en el Doktor Faustus, como en este clásico de Svevo, el lector entiende que la voluntad de narrar no está ligada con la diversión o con la búsqueda de entretenimiento. Hay escenas inolvidables, sin duda, como la muerte del padre en La coscienza di Zeno. Frases, por ejemplo, que no terminan de ajustarse en la mente; en especial, después que el protagonista se pregunta, ¿por qué mi padre no se instruyó más? ¿Por qué no fue más educado, si podía hacerlo? “Parezco un obrero mexicano”, dijo el padre al hijo, cuando el padre se dejó el mostacho y el hijo lo veía con preocupación; más bien, Zeno lo observaba como un objeto de estudio, ¿por qué su padre no fue más curioso si le interesaba la filosofía? La pregunta real era, ¿por qué su padre no pudo ser más de lo que fue? Ni durante esas charlas ni después lo supo. En otra ocasión, visitó a su padre y lo vio hacer algo extraño. “Aquel día, pasó de la cama al sofá, se detuvo delante del espejo y, volviéndose a mirar, murmuró: Parezco un mexicano.
Yo pienso que fue por cortar la horrenda monotonía de aquel viaje, de la cama al sofá, que ese día estuvo tentado a fumar. Comenzó a llenarse la boca de humo, con una sola fumada, y de súbito quedó sin aliento”.
Me marca la escena anterior por razones personales (mi padre tenía la barba cerrada y de vez en cuando se dejaba el mostacho; solía decir esa frase: Parezco un mexicano), pero la atesoro por la siguiente lección. Una vez que muere el padre, Zeno afirma: “Yo creo que uno sobrevive al placer, porque el dolor no es muy necesario”. Gracias a esa sentencia, el personaje se permite vivir. Para un hombre de esa época, en el alba del siglo pasado, vivir era entonces buscar una mujer para casarse, tener hijos y ser felices, así, sin matices. Todo ese episodio, buscar mujer, casarse y ser feliz implica una tremenda y agridulce experiencia para Zeno, quien corteja a cuatro hermanas, descendientes de una familia adinerada, pero sólo una de ellas le acepta por esposo, justamente la que él no ve como la futura madre de sus hijos. Es de una humillación tremenda el caso, porque a ratos parece que Zeno terminará casándose con la suegra; pero al final se consuma el matrimonio con una de las hijas, y mientras Zeno se esfuerza por amar a su esposa entiende que le viene bien tener una amante. Y la encuentra. La resolución de este capítulo es memorable.
El apartado que finiquita la historia de Zeno es justamente el de una aventura empresarial, donde su socio se transforma, no sólo en su cuñado, sino en uno de los personajes más viles de la novela. Después de esa experiencia sólo queda el psicoanálisis.
El lector ve desfilar preocupaciones vitales, diálogos sensibles y bien elaborados, anhelos laborales, torpeza emocional, situaciones incómodas y se pregunta, ¿por qué la literatura ha dejado de ser lo que era? Es decir, ¿por qué la literatura de ahora es mucho menos elaborada y se decanta por lo fútil?
Mientras atendía con paciencia la obra más famosa de Svevo, leí también un par de novelas recientes, libros que no tiene sentido mencionar, pero son vagos, difusos, terriblemente contemporáneos. Y eso pone en perspectiva otro hecho, la literatura ha dejado de ser pesada. Todo la evapora, todo la mueve, todo la diluye, todo la desvanece. Tengo la impresión de que en un futuro cercano la literatura estará más cerca del uso corriente del papel higiénico. Vamos, no es nada nuevo. Sólo una confirmación que para bien o para mal ayuda a quien escribe textos con apetencias literarias porque nos replantea una pregunta, ¿quién publicaría ahora La coscienza di Zeno? Una editorial inteligente, claro. Y por ellas hay que ir. Porque aún hay de ésas, aunque no por mucho tiempo.
Este no es un texto llorón a favor de lo perdido, sino una voluntad de coleccionista que concluye con la certeza de hallar resabios de la literatura que pesa. Y de paso, recordar la buena traducción que hizo Guillermo Fernández sobre la obra capital de Italo Svevo –libro, por cierto, que se llevó Otis–, publicada por la Universidad Veracruzana en 2009.
Yo leo por primera vez la novela en el idioma que fue escrita, en una versión integral, y la experiencia de lectura es muy amable. Dejé de ver series, puse en pausa muchas películas; no porque fueran malas, no, sino que volví a entender que no las necesitaba: Zeno cobró relevancia en mi día a día. A este hechizo le llamo arte. Es difícil olvidar a Zeno. Svevo lo ha convertido en un ser entrañable, cuyo destino me interesa e incumbe. Es un perogrullo, pero resulta necesario decirlo: ese hombre está hecho de pura literatura. No tengo duda alguna. Y lo agradezco. Si no conoce la novela, échele un ojo. Hay mucho de Zeno en todos nosotros.

*Como es habitual en este espacio, la traducción de las frases entre comillas es mía. Para la escritura de este texto recurrí a la edición italiana de Giunti Editore, publicada en 2023, con 540 páginas de pura vida.