Raymundo Riva Palacio
Mayo 24, 2022
ESTRICTAMENTE PERSONAL
Un problema de la falta de calidad de información del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha contribuido a su muina de las últimas semanas, al tomar conciencia de que probablemente el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, le pudo haber visto la cara. López Obrador y Bukele se parecen mucho pese a la diferencia generacional, entorno y formación. Uno nació con la televisión en blanco y negro y el otro con un mundo digital en su cabeza; el primero es un baby boomer con educación limitada, y el segundo un milenial multifacético. Pero al mismo tiempo son igual de autoritarios, pactan con criminales y quieren cambiar el rumbo de su país. El mexicano ve el futuro con fórmulas de los 70, y el segundo quiere entrar a la maduración del Siglo XXI con apuestas de alto riesgo. Pero en esta dialéctica, Bukele quizás sacó la mejor parte.
López Obrador visitó El Salvador el pasado 6 de mayo, y con un timbre de orgullo hizo una relación de lo que se había alcanzado en esa nación con la aplicación de los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro. En una conferencia conjunta en el Palacio Presidencial en San Salvador, López Obrador anunció que duplicaría el monto de los recursos de los programas a 30 millones de dólares. Estaba feliz de recibir en El Salvador el reconocimiento que no encuentran sus programas en México, que son criticados por estar empapados en clientelismo electoral y que no sirven para nada más.
Las alertas en Palacio Nacional se prendieron cuando tres días después, Bukele anunció que compraría poco más de 15 millones de dólares en criptomonedas, como parte de su estrategia de llevar toda la economía salvadoreña al sistema monetario digital, cuyo mercado había tenido un fuerte revés en las bolsas en los días previos. Entre el fin de semana de la visita y la nueva compra de bitcoins, perdieron el 50 por ciento del valor de su activo digital. Las alertas, sin embargo, fueron posteriores a los hechos, lo que subraya que la falta de información del presidente es compartida por el resto de su equipo dentro y fuera de la Presidencia.
Quien primero prendió el semáforo rojo fue el coordinador de asesores de López Obrador, Lázaro Cárdenas, quien le hizo notar la coincidencia del incremento de los recursos con la compra de las criptomonedas. El presidente no tenía idea de lo que le estaba hablando y pensó, según lo explicaron funcionarios, que Cárdenas tenía información confidencial. Nada más lejano, pues como se lo explicó, su conocimiento había salido de la prensa. El presidente, en una reacción que ya es común en Palacio Nacional, se molestó y pidió que se aclararan las cosas.
En ese momento involucraron al canciller Marcelo Ebrard, quien fue relegado en la preparación, la logística y redacción de los mensajes para la gira por Centroamérica y Cuba –el Ejército y la dirección de Comunicación Social fueron los responsables del viaje–, para que explicara sobre la operación de los programas sociales y los sistemas de verificación de su aplicación. La respuesta fue descorazonadora, y nuevamente exhibió las deficiencias de información con las que toma decisiones el presidente.
La ayuda a Centroamérica carece de manuales de operaciones, regulaciones y candados, como sucede en México. Aquí se entregan de acuerdo con un padrón de beneficiarios del cual no se conocen detalles, y al no existir seguimiento del uso y destino, nadie sabe cómo se emplean y qué propósito sirven. En el caso del modelo de exportación de programas sociales, es igual, salvo que se entrega al gobierno de cada país y no a particulares. Es decir, Bukele no tiene ningún impedimento para hacer del dinero mexicano lo que le plazca, incluso, comprar criptomonedas.
La exportación de Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el futuro comenzó en 2019, cuando ante la presión del entonces presidente Donald Trump, se planteó como una de las medidas para contener la migración centroamericana a Estados Unidos. Bukele asumió la Presidencia a mediados de ese año, pero fue hasta mediados del siguiente cuando anunció su plan para llevar a El Salvador a ser la primera nación donde las criptomonedas fueran de curso legal.
Sin ningún apoyo de organizaciones multilaterales para llevar a cabo su implementación por falta de transparencia y probables daños ecológicos por la minería de bitcoins, que requiere altos consumos de electricidad, Bukele continuó de manera unilateral y empezó a comprar monedas digitales, pese a que cada acción coincidía con una turbulencia en ese mercado digital.
El mundo de las criptomonedas sigue siendo complejo, y su futuro, aunque hay versiones encontradas sobre su eventual éxito, está lleno de incertidumbres. Sin embargo, es una realidad. Bukele ha mantenido en secreto el rendimiento de sus criptomonedas, aunque se presume que tiene reservas por unas dos mil 300 monedas digitales, valuadas en ese momento en poco más de 30 mil dólares cada una (unos 69 millones de dólares). Ya anunció la construcción de una Ciudad Bitcoin, en la ciudad costera de Conchagua, que será la primera financiada totalmente con criptomonedas, una billetera electrónica llamada “Chivo” y cajeros automáticos.
¿Qué tanto del sueño digital de Bukele está financiado por los programas sociales de López Obrador? Imposible saberlo en estos momentos. Ni siquiera la cancillería podría obtener esa información, porque es un secreto de Estado en El Salvador. Todos los millones de dólares que ha inyectado López Obrador en programas sociales en esa nación, tienen un destino desconocido, por lo que México depende únicamente de lo que les quiera decir ese gobierno sobre su uso y control.
La falta de manuales de operación no ocurre únicamente en El Salvador, sino en todas las naciones a donde se han exportado los programas sociales del presidente mexicano. La diferencia es que en ningún otro país beneficiario hay sospechas por un mal uso, como en el caso de Bukele, que recibió millones de dólares de López Obrador sin que le pidiera cuentas.
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