EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La realidad de la calvicie

Florencio Salazar

Junio 19, 2023

La ocasión la pintan calva. Dicho popular.

La realidad es tan extraña que nos envuelve toda la vida. ¿Pero cuál es la realidad? ¿La tuya, la mía, la nuestra, la de quién?
La realidad es el suelo y la banqueta, el cielo y la nube, el dinero en el bolsillo y la tarjeta de crédito. Todo lo material en sus muchas dimensiones y magnitudes.
Voy a cambiar la realidad de la imagen de mi cabeza. Mi pelo es muy delgado y al retirarse deja un cráter en la cabeza. Por efecto de la luz en las fotografías parezco calvo.
Si la máxima es ser y parecer, en ocasiones es mejor ser y en otras parecer. Es mejor ser calvo que parecer. Parecer no siempre es estético: la pintura mancha hasta la frente y cae con las gotas de sudor.
A quienes se les escurre la pintura del pelo parecen mineros en domingo, acicalados pero tiznados.
Hay batallas perdidas. Cuando se pierde el pelo no se debe hacer el ridículo. Mejor bola de billar que sacudidor evidente. Además, la calvicie está de moda y bien manejada es comparable a un título académico.
Los calvos en proceso se niegan a aceptar su realidad. O, mejor dicho, su futura realidad. Emprenden diferentes maneras de aprovechar el pelo para ofrecer la imagen de abundancia.
Pongan atención a un presunto calvo negando a su ovoide futuro. Estratégicamente, lo que importa es mantener la frente cubierta; para lo cual hay que traer el cabello de atrás hacia delante, como Felipillo el personaje de Quino.
Cuando esa cubierta pierde su capacidad, lo que sigue es hacerse la partida, el peinado un poco arriba de alguna de las orejas y con el pelo largo cubrir los va-cíos. Como si se usara una lámina curva de asbesto, ya que hay que sostener el pelo con bastante gel.
Si el material está por agotarse aún queda un recurso: dejarse largo el pelo posterior y luego hacer una espiral y montársela en la cabeza. Una especie de molote. Innecesario advertir cómo puede verse la pelambre.
Hay quienes evitan ese proceso con los implantes. La cabeza está llena de puntos con ganas de unirlos para hacer figuras.
Las pelucas son el último recurso, sobre todo para actores, intérpretes y personajes de la farándula. Cuando Julio Alemán llegaba a las sesiones de la Cámara de Diputados, Silvia Pinal decía: “Este pendejo de Julio se volvió a poner chueca la peluca”. Fuimos diputados juntos.
Puesto que mis cabellos huyen con más celeridad que las tropas napoleónicas al retirarse de Moscú, he decidido que voy a cortarlos cortitos. No a rape porque no me gustaría servir de referencia: donde está el pelón, a la izquierda.
Además, por lo que veo, en esta realidad política, está pelón ser de izquierda. Y no quiero ser una referencia que justifique a los que están transformando la realidad con más pobres, más muertos y más estulticia.
Y observen: los que dirigen “los destinos del país” son de abundante cabellera. Y los que quieren dirigirlo también.
Los cocos brillantes cada día son menos y los brillosos más. Los cabellos también son guarida de bichos, malas ideas y calenturas propias y ajenas. Hay que serenar la cabeza.
Si los cabellos fueran antenas la genialidad estuviera entre los greñudos. Pero no necesariamente. Por eso en esta sucesión presidencial hay que solicitar al ­–¿imparcial?– INE que entre las corcholatas haya lucha libre: máscaras contra cabelleras.
Nuestra realidad es que sin oposición competitiva, como dijo el culto escritor –¿ pleonasmo?– Paco Ignacio Taibo II: van a entrar con el cráneo completo.
¿Cómo vamos a transformar la realidad que vive lastimosamente México? Para que no se evaporen las ideas, un buen sombrero es substituto, mantiene las ideas frescas y anima la acción.
Y todo por la realidad de la calvicie.