EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La reforma energética (I)

Fernando Lasso Echeverría

Febrero 20, 2018

La reforma energética que se aprobó a instancias del gobierno de Enrique Peña Nieto es la culminación de un perverso plan neoliberal para quitarle a México su petróleo, su energía eléctrica y otras materias primas.
A principio de la década de los 80, el gobierno inició el desprestigio de Pemex, afirmando a diestra y siniestra que la paraestatal ya no era negocio, no obstante que a pesar de la brutal carga fiscal que soportaba, de la terrible corrupción imperante en sus directivos, y del oneroso costo económico del sindicato que lesionaban gravemente a la empresa, las ganancias de ésta impactaron de manera benéfica el gasto público, durante muchas décadas.
En esa época, la deuda impagable –por los intereses tan elevados– que dejó López Portillo, cuando perdió la cordura y la prudencia con los descubrimientos de los nuevos yacimientos petrolíferos en México, y entregó nuestro país a la agiotista banca internacional, también se estuvo controlando con la venta de nuestro petróleo.
La realidad era pues, que gracias a Pemex continuábamos teniendo país, pero nuestro gobierno ya neoliberal y (tal como lo dijo don Horacio Flores de la Peña) “al mando del primer mandatario mexicano que encabezó el arribo al poder de la primera generación de norteamericanos nacidos en México”, se maltrataba las neuronas pensando qué mecanismos usar para vender el productivo Pemex sin desencadenar grandes protestas populares a nivel nacional, quedándose de paso, con cuantiosas ganancias y participando en el negocio.
Pero había que esperar el siguiente sexenio para iniciar el movimiento, que por su complejidad tenía que ser transexenal; no obstante, la decisión de no construir más refinerías, a pesar de haber cerrado la de Atzcapozalco por contaminante en 1979, marcaba ya una de las estrategias neoliberales más importantes del gobierno para simular la quiebra de Pemex, y demostrar, que esta empresa ya no era negocio.
En 1988 se realiza el fraude electoral más evidente de la historia moderna de nuestro país, y llega al poder presidencial en forma franca el grupo político neoliberal encabezado por Carlos Salinas de Gortari y el siniestro personaje hispano-francés José María Córdoba Montoya, quienes fueron en realidad, los que habían ideado y manejado tras bambalinas al mando de la Secretaría de Programación y Presupuesto, las políticas económicas del gobierno de Miguel de la Madrid, rompiendo con el sistema político y económico mexicano anterior: el desarrollo estabilizador que duró tres sexenios, y luego el llamado desarrollo compartido, estrategias económicas que con todos sus defectos, se caracterizaban por su nacionalismo y defendían al país –hasta donde les era posible– del imperialismo norteamericano.
A cambio, el grupo de Salinas implantó el neoliberalismo globalizador antinacionalista, que ha entregado a las trasnacionales –desde entonces– la banca nacional, las empresas paraestatales, y las riquezas naturales de nuestro país como el gas, la electricidad, las mineras, las petroleras, las forestales, y tal como pintan las cosas, dentro de poco el agua misma.
El fraude político que llevó al poder a Salinas, fue facilitado porque la Secretaría de Gobernación manejaba entonces el proceso electoral, y la Cámara de diputados –de mayoría priista– funcionaba como tribunal electoral.
Don Carlos, el presidente que entró en funciones verdaderamente “con calzador” (50.3% de los votos), no le perdonó a los mexicanos el desprecio que por su persona demostraron en el proceso electoral habido, hecho que sumado a la frustración de la familia Salinas cuando el patriarca de este grupo fue descartado para suplir a don Adolfo López Mateos como presidente de la República, seguramente acumuló mucho rencor en el nuevo Ejecutivo, quien ya “cargaba” en sus alforjas –junto con su maquiavélico proyecto de llegar a la presidencia de la República– el plan transexenal para vender el país, en beneficio de sus amigos íntimos, de su familia y del suyo propio, y por supuesto, de nuestros vecinos del norte, quienes desde que perdieron con Cárdenas nuestro petróleo, habían venido planeando su recuperación, ideando estrategias adecuadas para volvérnoslo a quitar, hecho que actualmente están logrando fácilmente, con el apoyo y la simpatía de nuestros gobernantes de los últimos 30 años, al plan geoestratégico norteamericano, que incorpora a nuestro país a este proyecto…y como no va a ser así! , si todos fueron formados (con excepción del actual, quien parece que no lo hizo en ninguna parte) en universidades anglosajonas, en donde les han enseñado teorías económicas compatibles con los intereses norteamericanos, que les han hecho olvidar su nacionalismo.
Son los “mexicanos” que sueñan que nuestra patria sea anexada francamente al país norteño, pretensión que se ha frustrado, porque los norteamericanos –haciendo gala de su característico y absurdo racismo– no lo quieren, mientras México esté lleno de indígenas morenos y de baja estatura, que se volverían ciudadanos estadounidenses con todos los derechos, y por otro lado, piensan que no existe la necesidad de “ensuciarse” racialmente más de lo que ya están, mientras nuestros actuales gobernantes méxico-norteamericanos les estén cediendo los abundantes y ricos recursos naturales del país con tanta facilidad.
Salinas inició su labor contra Pemex quitando de en medio a la Quina, el viejo líder petrolero quien había ordenado a sus agremiados que votaran por quien ellos desearan, no forzosamente por el PRI, como había venido sucediendo; sin embargo, este no fue el motivo del cambio; en el fondo éste fue motivado para imponer a un nuevo dirigente, que fuera de sus absolutas confianzas en ese importante sindicato, y que no se opusiera (con el gremio a sus espaldas) a la planeada fragmentación de la empresa nacional petrolera, como ocurrió después.
Pemex fue desintegrado y dividido en cuatro empresas: Pemex Exploración y Producción, Pemex Petroquímica, Pemex Refinación y Pemex Gas y Petroquímica Básica, táctica gubernamental que desarticulaba a la paraestatal y llevaba la intención de empezar la privatización de algunas áreas de esta industria mexicana, tan codiciada por países extranjeros a través de sus grandes y poderosas petroleras trasnacionales.
Así, el gobierno empezó a deshacerse discretamente de importantes campos de la empresa petrolera; el caso más significativo en esos años, lo fue la petroquímica, mercado en el cual, México llegó a ser una potencia mundial, pues producía 19 mil millones de toneladas al año, en cinco complejos petroquímicos que Pemex tenía funcionando, y entre los que estaba Pajaritos, planta compartida más recientemente con una empresa privada mexicana (Mexichem) que despidió al 40% de los experimentados trabajadores, supliéndolos con eventuales mal capacitados y mal pagados, y descuidó aún más el mantenimiento, dando lugar a las explosiones que destruyeron la planta y mataron a 32 de ellos.
Aquí, vale la pena mencionar que para la mayoría de la población mexicana el significado y la importancia de la industria de la petroquímica no es conocido, por lo que hay que aclarar que ésta es una trascendente industria, con la cual se obtienen productos sintéticos derivados del petróleo, como plásticos, PVC, solventes y muchos más, que son ocupados por múltiples industrias para fabricar sus productos y originan miles de empleos, y millones de dólares en ganancias.
Es decir Pemex no es una compañía que se dedique exclusivamente a sacar petróleo del subsuelo y lo venda o convierta en gasolinas…no! Pemex es una empresa paraestatal más compleja y avanzada desde el punto de vista industrial, que compite con las grandes petroleras mundiales en todas las áreas de explotación fabril y manufacturera, como lo es la petroquímica, y por eso ha sido tan ambicionada, independientemente de sus reservas petroleras probadas y por encontrar a corto plazo. Por eso Pemex pudo soportar tanto robo, corrupción y malos manejos oficiales, además de sostener al país con cierta independencia política y económica de nuestros vecinos del norte, hecho que provocaba admiración mundial.
Junto con la fragmentación de Pemex, que empezaba a desmantelar a esta empresa, Hacienda –institución, que de hecho ha administrado directamente a esta paraestatal– le quitaba a ésta en forma perfectamente planeada el 100% del producto de sus ventas mediante un abusivo régimen fiscal, impidiendo con ello, que la petrolera llevara a cabo acciones de mantenimiento o renovación de equipo con parte de ese ingreso, y provocando así, que las instalaciones de la empresa paraestatal se fueran convirtiendo en chatarra y disminuyera la actividad en muchas áreas afectando la producción, por cierto, ante las quejas y protestas de los trabajadores, que nunca fueron escuchadas. Poco a poco, Pemex fue deteriorándose con los “recortes” presupuestales en las zonas más rentables para ella, confirmando las intenciones del gobierno de reducir en lo posible las ganancias de su operación, limitar su desarrollo técnico y de infraestructura; todo, menos que parte de las ganancias de Pemex, beneficiaran a la empresa. Todo, menos modernizar a Pemex para llevarla al borde de la inoperancia y hacia la quiebra, como parte inicial de un procedimiento transexenal de corte neoliberal bien establecido, que emergió de un plan geoenergético ideado en los Estados Unidos de Norteamérica, para garantizar sus reservas petroleras a largo plazo, y apoyado plenamente por nuestros gobiernos.
Lo mismo pasó con las refinerías, ya que después de cerrar la mencionada refinería de Atzcapozalco, todos los gobiernos posteriores al de Miguel de la Madrid, se negaban –con diversos pretextos– a construir otras, y así mismo, le cerraron paulatinamente la llave presupuestal a las que quedaron, con lo que lograron su deterioro por falta de mantenimiento, logrando que cada vez produjeran menos gasolinas (actualmente están trabajando al 40% de su capacidad) hecho que hizo que se comprara cada vez más este producto a los Estados Unidos y dependiéramos en forma acentuada del extranjero para conseguir el combustible, maniobras, que dañaban terriblemente a Pemex y a la población mexicana, que compra gasolina cada vez más cara, y que parecen haber sido ideadas no en nuestro país, sino en las oficinas de Chevron, Shell, Exxon, Mobil, o la BP.
Mientras, en USA y otros países que no son productores petroleros como Japón por ejemplo, continuaba –a través de los años– la construcción de refinerías; los dos países mencionados tienen actualmente más de 150 refinerías el primero, y más de 50 el segundo, lo cual nos revela el buen negocio que significa para cualquier gobierno, la construcción de estas plantas que convierten el petróleo crudo en gasolinas, y que permiten a cualquier país el ahorro de millones de dólares al no comprar estos productos refinados en el extranjero, y la ganancia también millonaria que se obtiene al vender los excedentes producidos en el país a otras naciones.
Sin embargo –como ya se comentó– el hecho de que el gobierno no construyera refinerías en el país a través de Pemex, formaba parte ya del plan geoenergético de USA y sus socios “mexicanos” antinacionalistas ubicados como presidentes de México, para convertir a nuestro país en un importador de hidrocarburos, de refinados y petroquímicos, al tiempo que pretenden que México continúe como productor de materias primas, para venderlas a sus socios a través del famoso TLC, que por cierto, el actual presidente norteamericano está amenazando con suspenderlo, mecanismo que más bien parece una presión para lograr mayores beneficios para su país en el nuevo tratado comercial, que realmente terminar con él, pues las pérdidas para los sectores productivos y económicos del país del norte, no serían menores si este concluye.
Y así pues, tras la adopción paulatina de las políticas neoliberales dentro del sector energético de nuestro país, éste se ligó estrechamente con los intereses externos, alejándose cada vez más la posibilidad de integrar y utilizar a este sector como palanca de desarrollo nacional, y cuidando las administraciones establecidas, que los gobiernos que los sucedían, continuaran con la intención –por medio de diversos mecanismos– de entregar por completo a particulares nacionales y sobre todo extranjeros, la industria eléctrica y la petrolera (después va el agua).
Este fue uno de los intereses comunes que ligaron íntimamente a los partidos políticos PAN y PRI, dando lugar al Prianismo tan de moda a partir de este siglo. En las elecciones habidas a partir del año 2000, estos partidos se han apoyado uno con el otro por medio de diversas estrategias, que tienen la finalidad de impedir que un gobierno de izquierda llegue al poder y estorbe sus planes de privatización.
No obstante, faltaba formalizar el despojo de los recursos energéticos; había que crear un andamiaje jurídico que facilitara su entrega, y que se convertiría en una herramienta con la cual se reprimirían las protestas y la resistencia de los movimientos opositores, y se creó la Reforma Energética, que contiene cambios sustantivos en el diseño de las políticas en este rubro, sus instituciones y los marcos normativos que van a regular el mercado.
De hecho, con esta reforma, nuestra Nación fue despojada del derecho constitucional al desarrollo de las fases industriales de la refinación, la petroquímica básica, el transporte, el almacenamiento, la distribución y la venta de primera mano del crudo y sus derivados, así como le fue escamoteada también, la prerrogativa constitucional del desarrollo de las fases industriales de la generación, transformación y abastecimiento de la electricidad.
Con la Reforma Energética pues, se desfiguró la Carta Magna emergida del Congreso Constituyente de 1917, y se trastocó gravemente el modelo del Estado nacionalista, dándole curso al Estado neoliberal, al constitucionalismo antidemocrático, acompañado de un creciente poder militar, inducido para favorecer y proteger la implantación de este proceso geopolítico, ideado en la nación norteña.

* Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI