Humberto Musacchio
Noviembre 27, 2006
Termina el sexenio y, salvo sorpresa de última hora, concluye también la gestión de Sari
Bermúdez al frente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Sus críticos no nos
guardamos nada y lo cierto es que la funcionaria aguantó a pie firme. Entre lo más
discutible de su gestión está el funcionamiento del Sistema Nacional de Creadores de Arte,
que negó becas a personajes que han entregado su vida a la cultura mexicana, en tanto
que las regaló alegremente a ilustres desconocidos de quienes seguimos esperando
resultados. Por supuesto, el responsable de lo anterior es el director del Fondo Nacional
para la Cultura y las Artes, Mario Espinosa, pero Sari es quien preside el consejo del Fonca
y desde ahí pudo evitar el manifiesto desprecio por los creadores veteranos y la
sospechosa entrega de las becas a quienes carecen de mérito y de reconocimiento. Sari
lamenta que no se haya aprobado la Ley de Fomento y Difusión de la Cultura que promovió,
pero que estaba condenada al fracaso porque se elaboró a espaldas de la comunidad
intelectual. En el debe quedan las relaciones con algunos de sus colaboradores, que la
llevaron, por ejemplo, a reprobar el dictamen del INAH que autorizaba la erección de una
tienda en el tercer perímetro de Teotihuacan, porque sucedió entonces como ahora con la
ley del libro, que algunos intelectuales, sin conocer el asunto, les pareciera muy mal que la
firma Wal Mart se instalara tan cerca de las pirámides.
En el haber, la megabiblioteca
Por la razón que se quiera, pero el hecho es que con Sari Bermúdez los principales
programas del Conaculta siguieron su curso, no se suprimieron las becas –cosa que
algunos temían–, se mantuvo el ritmo de producción de la Dirección General de
Publicaciones, se realizaron grandes exposiciones de arte mexicano en el extranjero –si
bien no siempre se dio el debido crédito a los funcionarios que las promovieron– y hubo
otras memorables aquí, como Faraón, aunque la falta de presupuesto impidió grandes
exposiciones de arte mexicano en México. En un sexenio sin voluntad constructora y con
una fuerte crítica en contra –en la que participó este republicano– Sari Bermúdez mostró la
necesaria voluntad y capacidad para llevar a buen término la Biblioteca José Vasconcelos,
que hoy es una de las grandes realizaciones de nuestra arquitectura y una meritoria obra
de ingeniería. No es menos destacable la realización de los congresos nacionales de
bibliotecas públicas –promovidos por Jorge von Ziegler y operados por Juan Domingo
Argüelles– que han servido para afinar el préstamo de libros en varios de sus aspectos. Y
como las comparaciones son odiosas pero inevitables, donde mejor librada resulta Sari es
cuando se contrasta su gestión con las miserias de la política cultural del gobierno
capitalino, que se mostró convencido de que las estrellitas de Televisa eran representantes
de la cultura y les cedió el Zócalo para darle al pueblo el circo sin pan del emporio
electrónico.
Jornadas de Periodismo Cultural
En el Centro Cultural de España, los días 7, 8 y 9 de diciembre, se desarrollarán las
Jornadas de Periodismo Cultural. El primero de esos días dialogarán Sergio González
Rodríguez, Andrés Ruiz, Roberto López Moreno, María Elena Matadazas, Manolo López,
Jacinto Silva, Braulio Peralta, Arturo Mendoza Mociño, Arturo Jiménez y Sergio Raúl López,
organizador de estas jornadas. El viernes 8, a las 17 horas, se reunirán a intercambiar
puntos de vista los críticos Lázaro Azar, José Felipe Coria, Santiago Espinosa de los
Monteros, Fernando de Ita, Héctor de Mauleón y Gustavo Emilio Rosales y los periodistas
Edgar Alejandro Hernández y Xavier Quitarte. Dos horas después hablarán sobre
promoción cultural Gerardo Estrada, Mario Espinosa, Eduardo Langagne, Hector Rivero
Borrell, Ignacio Toscano, Alejandra Reygadas y Miguel Ángel Pineda con los periodistas
Huemantzin Rodríguez y Miryam Audifred. El sábado aparecerán ante el público a las 17
horas los creadores Regina Orozco, Federico Campbell, Paco Ignacio Taibo II, Jorge Volpi,
Horacio Franco, Miguel Calderón, Alberto Chimal y Sergio Cárdenas, con los periodistas
Jacaranda Correa y Saraí Campech. A las 19 horas estará frente a Eduardo Mendicutti este
republicano para platicar sobre el pasado y el presente de nuestro periodismo cultural,
para concluir con un concierto y el coctel de rigor. Habrá venta de libros especializados en
periodismo de editoriales como Paidós, Océano, Fondo de Cultura Económica, Conaculta,
Colibrí y otros.
Quién fue Ana Rosa González Fuente
Dedicamos la pasada entrega de esta columna a la finada profesora Ana Rosa González
Fuente, de quien algunos amigos nos piden algunos datos. Ella nació en la ciudad de
México en 1943. Fue sobrina de Luis Pirata Fuente, esposa del periodista Manuel Blanco y
madre del fotógrafo Lucio Blanco. Ana Rosa publicó cuentos en la Revista Mexicana de
Cultura de El Nacional, militó en organizaciones de izquierda, desempeñó cargos en la
Sección IX del SNTE, fue tesorera del Seguro del Maestro (1983-87) y directora –aunque se
negaba a aceptar ese título– de la revista Palabra y Realidad del Magisterio.
Padilla López y la Ley del Libro
Para el rector de la Universidad de Guadalajara y patrono de la Feria Internacional del Libro
de esa ciudad, Trinidad Padilla López –hermano de Raúl, el que encabeza la feria–, la Ley
del Libro “establece un precio único de venta al público para que todos los libreros
encuentren condiciones de equidad en la competencia y se desempeñen a partir de
principios leales”. El alto funcionario académico no se ha molestado en leer la ley de
marras, pues si lo hubiera hecho sabría que en ninguna parte establece la obligación para
los editores de vender con el mismo descuento a todos los libreros, tampoco establece
igualdad entre los grandes, a los que seguirá entregando los volúmenes a consignación,
en tanto que los pequeños libreros seguirán comprando “en firme”, esto es, pagando de
inmediato lo que adquieren, y, por si algo faltara, a los libreros de los estados se les
seguirá cargando el flete. Si eso es “equidad en la competencia”, el nepotismo caciquil de
los Padilla López es el más acabado ejemplo de democracia.