EL-SUR

Lunes 15 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La salud en Guerrero

Silvestre Pacheco León

Septiembre 05, 2022

 

Será que ahora me fijo más en lo que sucede a mi alrededor pero después de la pandemia del coronavirus veo una población en la que abundamos los viejos y muchos de ellos con dificultades para caminar y comunicarse.
Me imagino que fue por la inmovilidad a que nos sometió la pandemia confinados en las casas por el miedo lo que provocó tal desconcierto.
“Son parte de las secuelas” de las que mis hijos insisten que nos debemos cuidar practicándonos los exámenes correspondientes para valorar el estado en que estamos.
Y es que la nueva realidad nos obliga a prestar mayor atención a nuestra salud que al final es lo más valioso.
Por eso nada más a propósito para revisar la situación en la que se encuentra el sector salud estatal, responsable de atender a todos los guerrerenses que carecen de acceso al IMSS y al ISSSTE.
Resulta que son más del 80 por ciento los guerrerenses que carecen de seguridad social y que dependen de la atención que el gobierno del estado otorga en los centros de salud y los hospitales, lo cual equivale a nada, por el desastre en que se encuentra el sector, y como lo afirma el presidente de la República, los deja en “total estado de indefensión”.
Para cambiar esa situación lacerante que ha ocupado la atención del presidente se anunció como solución la aplicación del programa IMSS-Bienestar cuyo propósito es otorgar “atención médica integral hospitalaria gratuita y con medicamentos” según consta en el decreto presidencial publicado el miércoles pasado en el Diario Oficial de la Federación.
Conforme a lo informado por Zoé Robledo, director del IMSS y responsable de este nuevo proyecto, Guerrero será el cuarto estado, después de Nayarit, Colima y Tlaxcala, en el que se aplicará dicho sistema.
Para aplicar dicha estrategia el gobierno federal comenzó por inventariar las carencias que tiene el sector salud estatal que le impiden actuar con eficiencia en beneficio de la sociedad, reconociendo que a pesar de que cuenta con una extensa red de unidades médicas por todo el estado, su situación es deplorable.
Sin insistir mucho en preguntarle al presidente la razón de tanta deferencia que tiene para los guerrerenses porque estoy convencido de que en realidad lo merecemos, se propone alcanzar una eficiencia del cien por ciento para que cambie de raíz la situación en la que vive la mayoría de la población, la más pobre y vulnerable que ha sobrevivido en las peores condiciones atenida a sus limitados alcances y curándose con lo que el milenario conocimiento de sus ancestros les enseñó de la herbolaria
Por eso debemos celebrar el anuncio de que se equiparán todas las unidades de salud que hay en el estado, considerando que para que puedan funcionar al cien por ciento se debe resolver el problema de la falta de personal médico, equipo y medicamentos.
Fue con ese propósito que durante un mes personal de la Ciudad de México visitó todas las unidades médicas y los hospitales inventariando sus requerimientos.
De acuerdo con ello ahora se sabe que se requieren 3 mil 851 millones de pesos, necesarios para comprar 31 mil 430 equipos médicos y quizá reparar o comprar 18 aparatos de rayos X, 22 ultrasonidos, 4 mastógrafos y 52 unidades de anestesia cuya descompostura impide el aprovechamiento de tan costosa infraestructura.
Uno se imagina las historias de simulación que se habrán inventado para engañar a los enfermos que perdieron el tiempo formados en largas filas, mal pasados y en ayunas, yendo y viniendo creyendo que hacían algo para su salud cuando lo único que avanzaban eran sus enfermedades.
Lo más grave es que esas carencias y simulaciones vienen de lejos en el sector, donde muchos de sus trabajadores juegan con la salud, otros hacen negocio y unos pocos se resignan haciendo lo que pueden.
Pero esos males que esperamos puedan llegar pronto a su fin, por desgracia no son privativos del sector salud estatal porque los federales también tienen lo suyo.
Ese tema me recuerda aquella experiencia que mi esposa vivió como médica familiar del IMSS en Zihuatanejo cuando a principios de los noventa llegó de visita a su clínica nada menos que don Ricardo García Sáinz en su calidad de director general durante el gobierno de Carlos Salinas.
Todo el personal médico se formó en la explanada para recibir a tan distinguido funcionario que llegó acompañado por el cuerpo directivo de la Unidad Médica.
Como se trataba de un recorrido por la clínica ya se había determinado por qué pasillos transitar a fin de no incomodarlo exhibiendo carencias que denotaban falta de atención en gestionarlas, pero mi esposa que estaba siempre más allá de las formas que se acostumbraba guardar, se unió a la comitiva y tomando del brazo a don Ricardo, lo condujo hasta su consultorio para mostrarle que ni siquiera tenía una silla decente para sentarse y no solo se quejó de eso, sino de las condiciones poco higiénicas en la que se elaboraban los alimentos para los enfermos. Todo expuesto frente a los directivos que no pudieron impedir la intervención que estaba fuera de programa.
Cuando después de la visita algunos le reclamaban su osadía y otros la felicitaban por su valentía mi esposa les contestaba que no estaba satisfecha porque con la emoción le faltó preguntarle al funcionario el tiempo requerido para su solución.
Pero lo que la sorprendió al otro día fue encontrar que la silla de su consultorio estaba completamente destrozada, atribuyéndole la acción al jefe de mantenimiento que se sintió aludido porque nunca hizo caso de la solicitud para reparación del mueble.
Mi esposa no se arredró ante el hecho sino que subió a la oficina del director para enterarlo de lo ocurrido, quien para saldar el caso le ofreció que escogiera la silla de su preferencia entre las que tenía en su despacho.
Lo ocurrido con quien después fue miembro del PRD no pasó de una anécdota frente a la corrupción que entonces campeaba en la clínica con el conocimiento general.
El director atendía a sus pacientes particulares de primera instancia en las instalaciones del IMSS y algunos especialistas sacaban del instituto los aparatos que necesitaban en los hospitales privados.
El caso más escandaloso era del jefe de mantenimiento quien para guardar todo el material y equipo que saqueaba del IMSS tenía su propia bodega en la que no ocultaba los vehículos oficiales para transportar lo robado.
Esa era la costumbre que no creo que ahora se haya extinguido, pero en adelante nos corresponderá a todos velar para que se destierre toda la corrupción.