EL-SUR

Sábado 20 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La sociedad de obreros libres

Silvestre Pacheco León

Noviembre 05, 2006

Primero le nació la pregunta acerca del mote de “paracaidistas” cuando ellos sabían que
no habían caído del cielo para vivir en los intrincados cerros que rodean el puerto, sino
llegado a Zihuatanejo de sus lejanos pueblos en busca de trabajo, (ya sé que siguiendo al
viejo Marx, en sentido estricto, son los propios obreros los que dan trabajo al patrón).
Eran los años 80 cuando llegaron a la ciudad. Brincaron del surco de ajonjolí en la Costa
Chica, al andamio cargando latas de mezcla en la construcción de la ciudad.
Ahora cuentan que por pura curiosidad se acercaban a los mítines a escuchar con interés
los asuntos de la política. Siempre andaban en grupo y así conocieron la ciudad.
Ellos vivieron la época aquella en la que los policías de Zihuatanejo crearon fama
asaltando peones el sábado de raya. Los levantaban por cualquier cosa (daños a la moral,
se leía en sus infracciones), y ellos se rascaban la cabeza tratando de adivinar en qué eran
distintos a los demás como para ser identificados siempre por los policías y abusados en
su indefensión.
Un día, sorprendidos ellos mismos por su descubrimiento, me lo explicaban: “como vamos
en la calle viendo para arriba, conociendo los edificios que no hay en nuestra tierra, luego
nosotros mismos nos delatamos de que venimos llegando del campo, y de eso se valen
los policías para saber que si nos detienen y acusan de lo que sea, nadie se meterá por
nosotros para defendernos”
Salían de la cárcel los lunes por la mañana, golpeados, robados y sin comer, otra vez a la
obra, a trabajar.
En esas condiciones, conocer una organización política y personas luchando por la justicia
y la igualdad, era una alternativa que había que probar.
Esos peones albañiles fueron parte del activo de izquierda que luego se desarrolló y
levantó vigorosa en Zihuatanejo para las azarosas jornadas de combate contra el poder
caciquil dominante.
En la lucha cardenista del 88 este grupo de albañiles se formó y fogueó políticamente, y
luego se afilió al PRD. Después de hacer ganar a Cuauhtémoc Cárdenas, lograron su
reconocimiento como habitantes de la ciudad con derecho a contar con un pedazo de tierra
para edificar sus viviendas.
En su colonia el trabajo para la organización de sus vecinos no ha visto descanso. Ellos
fueron los primeros en la ciudad que lograron derrotar a la dictadura del PRI. Les
reconocieron mayoría y, a cuentagotas, le arrancaron al gobierno priísta algunas obras de
beneficio colectivo, principalmente pavimentación de calles, andadores y sistema de
drenaje.
Por cierto que en su lucha han tenido que enfrentar tropelías de su propio partido hecho
gobierno. A la vieja usanza, con la cultura priísta sin doblez, el primer gobierno perredista
quiso que todas las representaciones de las colonias fueran uniformemente perredistas, lo
mismo que hacía el PRI pero ahora en una sociedad que había evolucionado.
Entonces ver la ciudad con sus obras de infraestructura y equipamiento también uniformes,
con el color del nuevo partido, no podía verse más que como una nueva afrenta al deseo de
libertad. Pero el gobierno de entonces fue mas lejos, porque con la misma cultura
patrimonialista y clientelar del anterior, alentó en las colonias como candidatos a dirigirlas
también a perredistas, entre más dóciles, mejor, porque era la condición para otorgarles
beneficios.
Como los habitantes de esta colonia aprendieron bien la lección democrática, ningún
trabajo les costó enfrentar los viejos métodos priístas del gobierno del PRD como un
obstáculo a vencer, y lo lograron.
Después de esas experiencias aleccionadoras, los albañiles se aplicaron a estudiar y
formular demandas como gremio a las autoridades estatales y federales.
“Siempre vemos que el gobierno ayuda a los comerciantes cuando tienen mala temporada;
a los pescadores los apoya con despensas y empleo temporal cuando no pueden salir a
pescar. El gobierno ayuda a los maestros, a los ciudadanos de la tercera edad; también a
los minusválidos. Hasta a los hoteleros y empresarios ayuda el gobierno, menos a
nosotros porque parece que nadie nos ve, como si no existiéramos para el gobierno”.
A veces se queja, Abad Villanueva, el dirigente. Y explica que esos obreros de la
construcción son de veras vejados por todos. Ellos, además de las malas temporadas de
depresión económica que se refleja en el retraimiento en la construcción, cada diciembre
se quedan sin trabajo. Navidad y Año Nuevo son la peor época para ellos y sus familias
porque en esas fechas, sus patrones paran las obras y los mandan a “descansar”. De
vacaciones nada saben. El aguinaldo es algo ajeno a su existencia. En realidad son pocos
todavía los albañiles que gozan del seguro social, pues los contratistas hablan pestes del
seguro social interesados en que sus peones no lo reclamen como un derecho.
Entre la población trabajadora me temo que son los obreros de la construcción los más
explotados y marginados.
Precisamente su toma de conciencia los llevó a actuar como gremio demandado políticas
públicas para su sector y en esa gestión han consumido tiempo, dinero y energía.
Primero chocaron con la exigencia de que su organización debería ser legal, no los
acusaban de ilegales pero les decían que deberían adquirir una figura legal con gastos
más allá de sus posibilidades. Cuando solicitaron permiso a Relaciones Exteriores para
constituirse legalmente, lo hicieron como “Sociedad de Obreros Libres”. Eso que suena
demasiado socialista no agradó a los santurrones y conservadores del PAN, por eso el
permiso otorgado fue para “Obreros por un Mejor Servicio” una asociación civil que
reivindica el derecho de sus socios a la educación, capacitación, asesoría y apoyo
económico del gobierno para mejorar su calidad de vida mediante el trabajo colectivo.
Después retomaron la gestión para ser atendidos. Su demanda la presentaron primero a
la Secretaría de Trabajo y Previsión Social; también lo hicieron ante Zeferino Torreblanca en
repetidas ocasiones y con tan pobres resultados que sólo lograron concertar citas con
funcionarios de segundo nivel que los recibieron en el flamante palacio de gobierno en
Chilpancingo sin mayores consecuencias.
“Primero que deberíamos presentar un proyecto, cuando lo presentamos demandando
financiamiento para un banco de equipo y herramienta, nos dijeron que deberíamos incluir
mujeres en nuestra organización. Eso fue fácil pero cuando lo logramos después el
gobierno quería que nomás fuéramos puros hombres”, recuerda Abad con la sonrisa que
encubre la pena de si mismo.
Fueron ocho años de gestión, pasando por periodos de entusiasmo y cohesión en el grupo
que se reunía todos los sábados por la tarde en el parque de la culebra, allá en la parte
baja de la colonia Vicente Guerrero.
Después vino el desencanto, la pérdida de fe. Muchas veces lograron entrevistas con el
presidente municipal, y de veras le constó trabajo el trato con esos albañiles irreverentes
que no cejaban en defender su razón. Le pidieron trabajo como agrupación y le ofrecieron
garantía de que las obras públicas las harían a bajo costo y de mejor calidad. Nada pasó.
El ambiente mejoró cuando supieron que el gobierno federal invertía, a través del programa
Hábitat recursos para colonias pobres alentando organizaciones sociales. Nada lograron.
Cuando toda la confianza estaba perdida llegó el nuevo gobierno local y por no dejar
volvieron a las gestiones de su proyecto que contempla participar organizados en el
mercado del trabajo con un proyecto que implica equiparlos para concursar obras.
Así llegaron a la Dirección de Desarrollo Municipal que se interesó en el planteamiento. En
su lucha, el relevo fue esa dirección que no sin problemas tuvo que convencer al Comité de
Planeación Para el Desarrollo del Estado de Guerrero (Copladeg) sobre la pertinencia de
apoyar el proyecto, aunque fuera para la ciudad y sin importar o porque importa mucho que
los beneficiarios fueran obreros de la construcción.
En el octavo año de sugestión, y cuando la desesperación, la frustración, el desencanto y
hasta la desorganización comenzaba a dañar la organización, la Sociedad de Obreros
Libres recibió la noticia que les ha levantó el ánimo: el gobierno local a través de la
Dirección de Desarrollo Municipal liberó a su favor el recurso para comprar el quipo y la
herramienta que demandaban.
Un banco de equipo y herramienta dicen que les abrirá el mercado de la contratación para
asegurar ocupación estable y permanente
En el primer día de noviembre de este año. 16 obreros de la construcción, hombres y
mujeres, recibieron de Silvano Blanco Deaquino, presidente municipal, el activo de equipo y
herramientas solicitado, con un costo de 125 mil pesos. Los albañiles aportaron 25 mil
pesos al proyecto y dicen que están convencidos de que no sólo serán los primeros en el
estado alentando un proyecto de ese tipo, sino también los más exitosos para el objetivo
de mejorar la calidad de vida de sus familias.