EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Opinión

La sucesión que México necesita, no una carnicería

Abelardo Martín M.

Junio 13, 2023

Hace varios, muchos sexenios, el proceso de sucesión presidencial se convirtió en una guerra de ataques, descréditos, denuncias y golpes interminables y desgastantes para los involucrados, con un barniz de procesos democráticos para “seleccionar” a los mejores para ocupar los cargos públicos.
En las últimas décadas, la política, más allá del debate ideológico o de propuestas de acciones de gobierno para mejorar las condiciones de vida de la sociedad, se convirtió en un auténtico circo en el que los involucrados salían, por lo menos, muy raspados, sino es que en el desprestigio y el ridículo.
Así, los debates públicos en los medios permitían poco a la propuesta o a la exposición de ideas o programas, y se exaltaban defectos, errores, insuficiencias o incapacidades; el resultado era que los conductores demostraran sus habilidades para exhibir a sus invitados.
Resueltas sin sorpresas las elecciones estatales de este año, en Coahuila y el Estado de México, al día siguiente de los comicios locales se han precipitado los movimientos que culminaron con la reunión del Consejo Nacional de Morena, el pasado fin de semana, cuyo acuerdo pretende darle orden y estabilidad a la definición de su candidato presidencial, quien como se ven las cosas el día de hoy ganará sin problemas en las urnas el próximo año.
Con ello culmina un largo periodo que dio inicio luego de los comicios intermedios de 2021. Contra todas las tradiciones de muchos sexenios, fue el propio Presidente de la República quien dio luz verde hace dos años al proceso de sucesión, y ahora ha propiciado el arreglo partidario por el cual todos los aspirantes renuncian o piden licencia en sus cargos, compiten sin esas redes de protección, y finalmente se allanan al resultado que proporcionen cuatro encuestadoras reconocidas, coordinadas por la Comisión de Elecciones y Encuestas de Morena.
A lo largo de estos días veremos la separación de sus puestos de los aspirantes a lo que todavía no es una candidatura presidencial, porque la ley no lo permite con tanta anticipación, pero que con la denominación de “Coordinación de Defensa de la Transformación”, luego transitarán sin sobresaltos a la postulación y campaña de 2024.
Nos espera un verano caliente, que culminará con los resultados de encuesta de Morena entre los cuatro contendientes ya conocidos del movimiento, y dos más que se agregarán de sus partidos aliados, el Verde y el del Trabajo.
Mientras el partido en el poder realiza con toda anticipación los movimientos para llegar a la elección del próximo año unido y fortalecido, los observadores advierten en la oposición una incapacidad para hacer su trabajo, y encontrar figuras que los aglutinen y les permitan construir una opción fuerte y viable.
Falta menos de un año para la elección presidencial, y mientras en Morena el arranque ha sido con una gran movilización a la vieja usanza, con figuras que muestran competitividad y eventos espectaculares, del otro lado todo luce muy desarticulado.
En lo inmediato, tendremos, luego de las renuncias a cargos y reacomodos a lo largo de esta semana, un periodo de setenta días de recorridos de los aspirantes morenistas por todo el país, y posteriormente el levantamiento de la encuesta y la información de sus resultados.
Después de ello sabremos si el partido en el poder fue capaz de proceder conforme al plan acordado, y llegar en unidad a la designación de un candidato para la próxima campaña presidencial.
Lo cierto es que a partir de ahora y durante el año próximo, todos los reflectores políticos se centrarán en las escaramuzas y batallas que llevarán a definir quién es el próximo Presidente de México. No es para menos, no se trata de una decisión menor, pues lo que en el fondo se decidirá es si se profundiza el proyecto de transformación nacional que ha puesto en marcha Andrés Manuel López Obrador, o si se da marcha atrás en ese camino.
Las recomendaciones, lineamientos, instrucciones o sugerencias contenidas en los documentos de trabajo y en los compromisos firmados por los involucrados en el proceso de definición, primero de la Coordinación para la Defensa de la 4ta. Transformación y después candidata o candidato de Morena a la presidencia de la república para el periodo 2024-2030, sorprendieron a propios y extraños, porque revelan, en primer lugar, que hay dirección, conducción, voluntad de no caer en divisiones o provocaciones, grandes o pequeñas, que favorezcan a la oposición; existe la voluntad y la decisión política de mantener la unidad “al costo y al precio que sea”, no hacerle el juego a la oposición formal y legal, pero tampoco a quienes, desde las redes sociales o distintos medios de comunicación, pretenden el debilitamiento del gobierno o del partido en el poder, o el fortalecimiento de la oposición.
Para Morena, el camino adoptado representa una bocanada de aire frente al desgaste normal, natural, del ejercicio del poder y del gobierno, en especial en la figura del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien muchas opiniones veían ya desgastado y agotado. Lo ocurrido es una muestra de fortaleza y de decisión de que el cambio iniciado en 2018 bajo su conducción seguirá adelante con cualquiera de los abanderados de Morena: Claudia Sheimbaun, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López o Ricardo Monreal Ávila. Con cualquiera de ellos, se garantiza que las propuestas de programas y de gobierno continúen sin claudicaciones o desviaciones.
De eso, precisamente, se caracteriza a la política y a los políticos, aunque algunos no estén de acuerdo con la disciplina, el orden, los límites y una propuesta de trabajo conjunta, acordada y en la que los principales protagonistas estén no solamente integrados, sino comprometidos. Es decir, está asegurado que no haya ni ganadores ni perdedores. Esto garantiza que se evitarán los circos, los enfrentamientos, los pleitos y descalificaciones. Dicho de otro modo, quienes esperaban una carnicería, se quedarán con las ganas.
En Guerrero, lo que también es evidente es que nuestra clase política se ha distraído en ese juego de fuerzas que tiene lugar a nivel nacional y por razones de género o de estrategia para el futuro andan ya en “la cargada”. Otros se distraen en asuntos más personales, como el primer síndico de Chilpancingo, Andrei Marmolejo, quien contrajo matrimonio el fin de semana pasado. Ese no es tema público, pero sí que utilizó como sede de celebración de su boda el palacio del Ayuntamiento.
Mientras, el escenario de violencia que vivimos desde hace años sufre una escalada incontenible, que se vuelve más notoria porque afecta a figuras de alto impacto. La semana pasada ocurrieron dos crímenes relevantes, uno de ellos el del director del hospital básico de Quechultenango, quien fue ultimado a balazos en Chilpancingo, en la lateral de la Autopista del Sol, y el otro, del padre del secretario de Turismo de la entidad, cuyo cadáver fue abandonado en un baldío del puerto de Acapulco.
El clima de violencia que se percibe sobre todo en la Tierra Caliente y en la zona norte del estado, ha hecho que tres legisladores locales de esas regiones de plano ya no asistan presencialmente a las sesiones del Congreso, por temor de sufrir un atentado en las carreteras que conducen a la capital estatal, y sólo se conecten por vía remota, luego de sufrir amenazas de muerte de grupos criminales. La reflexión simple es que si eso les ocurre a las personas con poder, qué pueden esperar los ciudadanos de a pie cuando tienen que trasladarse por caminos controlados por la delincuencia.
Todo ello, cuando el régimen federal se aproxima a su etapa final, pero el gobierno estatal aún no cumple un tercio de su gestión, sin que se vea que la seguridad mejore. Ese es el gran tema pendiente, en Guerrero y en el país.