EL-SUR

Lunes 06 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

La tauromaquia y el universo de los absurdos

Ana Cecilia Terrazas

Febrero 03, 2024

AMERIZAJE

 

Una definición sencilla de lo absurdo sería “algo que se mueve en contra de la razón”, y agrega el Diccionario de la Real Academia Española que se trata de aquello “sin sentido, lo disparatado, descabellado, delirante, demencial, ilógico, insensato, incoherente, extravagante, irregular”.
Otra entrada al universo del absurdo la introdujo con gran impacto en el siglo XX el filósofo y escritor existencialista argelino-francés Albert Camus, cuya teoría más o menos reza así según estudiosos de su obra: “El sentimiento de lo absurdo, cuando se pretende ante todo extraer de él una regla de acción, hace al asesinato por lo menos indiferente y, por consiguiente, posible. Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y no podemos afirmar valor alguno, todo es posible y nada tiene importancia”*.
La semana pasada, una nota que ocupó en los medios informativos de Ciudad de México espacios, tiempos, páginas, fue la fuerte manifestación de centenares de personas anticorridas de toros afuera de la Plaza México, en la alcaldía Benito Juárez de la capital mexicana. Miles, entretanto, adentro disfrutaron de lo que ahí ocurría: la penosamente llamada “fiesta brava”. En la semana sucedió también que –cito del sitio web de Forbes– “Sandra de Jesús Zúñiga, jueza Quinta de Distrito en Materia Administrativa, suspendió este miércoles de nueva cuenta las corridas de toros en la Plaza México, mismas que apenas se habían reanudado el fin de semana pasado, luego de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) revocó la suspensión”.
Al parecer, el 5 de febrero se presentaría en dicha plaza, como parte de una serie de despedidas, el rejoneador español Pablo Hermoso de Mendoza Cantón, y para quienes vendieron o compraron boletos la cancelación del evento resultaba muy problemática y motivo de gran malestar. La administración de la Plaza México presentó una queja tras la suspensión provisional, y este viernes otro fallo judicial dispuso que las corridas de toros del domingo 4 y lunes 5 de febrero sí se podrían realizar.
La idea de matar animales por diversión, así resulte harto difícil hacerlo, no parecería guardar algún misterioso argumento para ser justificable. De hecho, pocas niñas y niños, cuando no previamente adoctrinados por adultos defensores de la tauromaquia, pueden comprender qués, por qués, para qués de esto. En su mayoría, pensándolo desde su concepción infantil, llana, elemental, con un sentido común amable, piensan que aquello es una barbaridad.
La humanidad, en su relación con la vida de otras y otros ha fallado mucho; ésta viene con la complejidad del ser poderoso y de dominar, terrenos del amo y el esclavo, y relaciones de esas nada agradables. No es algo nuevo, es de siempre y, sin embargo, se ha pulido un poco la ideología siglo veintiunera a punta de civilidad, educación, lecturas, confluencias, logros, ciencia, filosofía, lucha por derechos, experiencias y aún así, desbordamos nuestro hábitat a punta de atropellos y abusos.
Entonces, matar por diversión y entretenimiento –y se supone que al margen del crimen organizado o desorganizado– no es un tema susceptible de argumentación, sustento o fundamentación alguna. Si hubiera un coloso romano en donde dos personas, profesionales de la lucha, pudieran pelear hasta que una muriese, como lo había, pensaríamos que sería una cuestión bárbara. ¿Por qué cuando un toro, que no es persona –porque las personas padecemos creernos mejor que las demás especies–, que teóricamente es más vulnerable o menos inteligente que una persona, es sometido a cosa y media para ser perseguido y cazado por alguien, con estilo de bailarín, puede no ser un acto deleznable?
En el meollo de esta discusión está también el abuso. Somos una especie exagerada, abusiva, aplastadora de lo demás, de las demás, de la otredad. Y lo pagamos caro en cuanto depredamos la naturaleza y toda la vida y entes que en ella existen.
La industria y el comercio, el consumo desmedido y sin el menor freno, también juegan un papel tristísimo en ese cúmulo de absurdos para pseudodefender esta actividad homicida. Que muchos ven, que muchos pagan, que otros más viven de esta forma de “entretenimiento”, que es un arte, que es histórico, que en España es patrimonio, que ya se pagaron los boletos, que la lidia… Toda esa parafernalia sofismática para encubrir un delito. Un crimen.
No a los toros es decir sí a las alianzas y a los vasos comunicantes de los hábitos que necesitamos para librar la vida antes de que el planeta nos expulse. No a los toros es poner un alto a la prepotencia con la que nos hemos arraigado en esta Tierra que casi nunca se merece padecer las obras de muchísimos seres humanos.

* http:www.redalyc.org/articulo.oa?id=10401904

@anterrazas