EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La tentación de la represión

Jesús Mendoza Zaragoza

Octubre 09, 2006

Ante el largo y complicado conflicto oaxaqueño algunos sectores se han estado pronunciando por una salida de fuerza que aplaste los altísimos niveles de inconformidad que se han llegado a acumular. La represión siempre ha sido una tentación, la tentación favorita de los autoritarios que han mostrado incapacidad para resolver los conflictos mediante el oficio político.
De suyo, el autoritarismo es un componente cultural bastante amplio en nuestra sociedad en todas las instituciones, desde las familias, las escuelas, las iglesias, las empresas, los sindicatos, los partidos y los gobiernos. En todas partes hay huellas autoritarias que tienen detrás una mentalidad y una sensibilidad que otorgan a la autoridad un poder desmedido que puede ser utilizado de manera arbitraria en contra de la colectividad.
Este estigma del autoritarismo está siempre presente dondequiera que hay poder como un estilo demente de tratar los asuntos y de resolver los problemas. Este autoritarismo refleja la carencia de aptitudes para ejercer la autoridad de manera democrática, las que son sustituidas por la irracionalidad y por la imposición del punto de vista de quienes tienen el poder. El caso de Oaxaca nos muestra que los conflictos sociales y políticos tienen detrás el ejercicio patológico de la autoridad que sistemáticamente ha ignorado la voz y la opinión del pueblo. Tal sistema de gobierno tiene como política no escuchar, no atender, no responder ni incluir a todos. Es un sistema que excluye, que desprecia a la gente, a las personas a quienes trata como meras cifras para sus estadísticas.
En fin, el autoritarismo se corona cuando al manifestarse las inconformidades hacia el poder, éste responde con la represión como método y como estrategia. El autoritarismo coloca a la autoridad en el terreno de la irracionalidad pues no puede haber razones válidas que justifiquen acciones de fuerza más que en casos extremos como cuando se impone una sanción a un delincuente.El autoritario huye del diálogo porque carece de razones y de argumentos para convencer y para encontrar caminos pacíficos de solución a los conflictos.
Lo que sucede con frecuencia es que el autoritarismo siempre esconde intereses ilegítimos y oscuros que suelen ser inconfesables y que no pueden ser esgrimidos en sus argumentaciones y en las mesas de diálogo. El diálogo saca a la luz las tranzas y la corrupción que están avalando las maneras autoritarias de gobernar. Por eso, las razones de los autoritarios son siempre razones de autoridad que no soportan la autoridad de la razón. Una autoridad racional y razonable siempre tiene caminos pacíficos para buscar soluciones a los conflictos y desactivar las estrategias violentas que suelen darse en las partes que están en conflicto.
Sabemos de diversos conflictos a lo largo y ancho de la geografía guerrerense que manifiestan intereses encontrados e impuestos por la fuerza por quienes resultan con mayor poder político o económico. Hay conflictos agrarios entre campesinos, hay conflictos entre autoridades y algunos sectores estudiantiles y gremiales, hay algunos conflictos religiosos y hay conflictos entre niveles de gobierno, entre otros. Está latente el conflicto de La Parota que manifiesta de una manera viva la cultura del autoritarismo y de la irracionalidad que puede hacer que estalle tarde o temprano produciendo desgarramientos sociales que no convienen a una región tan empobrecida y con graves rezagos sociales.
Los conflictos que no se resuelven por la vía del diálogo no tienen otro camino más que la represión, que resulta muy costosa para todos, pero sobre todo para los pobres. Asumir el camino del diálogo supone una fe inquebrantable en la fuerza de la razón y en el valor inestimable de la verdad. Jugar a espaldas de la razón y de la verdad siempre coloca en las vías autoritarias. Pero es necesario creer en la razón como principio y no en acudir tácticamente a ella cuando conviene a las estrategias políticas del momento.
Creer en la razón como principio es reconocer las razones de los adversarios y de todos los que están implicados en los conflictos y reconocer, a la vez, las sinrazones propias cuando las hay.
La democracia implica la superación de todos los autoritarismos, siempre tentados a la represión ante las manifestaciones de inconformidad. La democracia implica actitudes de renuncia a imponer el propio punto de vista, sobre todo en quienes detentan el poder; e implica el dar razón de las decisiones en el ejercicio de la autoridad. Implica renunciar al camino fácil y desgastante de la represión, resolviendo los conflictos siempre bajo el respaldo de la autoridad que da la razón.