EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La tropa: la letalidad de los soldados en las calles

Tryno Maldonado

Marzo 03, 2020

En el contexto de guerra que vive México desde hace 13 años, cotidianamente se llevan a cabo ejercicios en escalada de una estrategia pedagógica de la crueldad que no tiene fin. El pasado 25 de enero, alrededor de las 17:20 horas en Carbó, Sonora, Cristo Fernando y Melissa Anahí –de 17 y 19 años– fueron asesinados muy cerca de un puesto de control militar por presuntamente no detener su vehículo en un retén cuando salían a comprar tortillas. Los militares que les informaron del deceso a las familias aseguraron que habían muerto por un accidete vehicular debido al exceso de velocidad. Los propios militares, y no las autoridades ministeriales, fueron quienes procesaron la escena y quienes levantaron el vehículo volcado de las víctimas y sus cuerpos. Según la versión de los militares a las familias, el automóvil no se había detenido ante el retén, lo que supuestamente desató una persecución donde el coche de los jóvenes volcó. Sin embargo, cuando les entregaron los cuerpos, sus familiares descubrieron que Cristo Fernando tenía cuatro disparos de arma de fuego; Melissa Anahí, dos tiros de gracia en la cabeza y en el pecho.
Desde 2006 a la fecha, cerca de 600 mil solados han estado patrullando las calles de todo el país. El cambio de régimen ocurrido a partir de la llegada de la “Cuarta Transformación” hace un año no atenuó en absoluto esta estrategia, sino que constitucionalizó, de hecho, el proceso de militarización de las funciones policiales por la Ley de la Guardia Nacional. Si el uso de la fuerza letal es el principio bajo el que las fuerzas armadas aplican una ley que de facto se los permite, no es raro que casos de ejecuciones extrajudiciales como el de Carbó vayan en aumento en todo el país.
El libro La tropa. Por qué mata un soldado (Aguilar, 2019) de Daniela Rea y Pablo Ferri, es un ambicioso y necesario ejercicio de investigación y de profunda comprensión iniciado por ambos periodistas en 2015 para tratar de entender, desde el otro lado –el de los militares–, cuáles son los motivos, los temores, el odio y los prejuicios que los llevan a realizar este tipo de ejecuciones y otras acciones –como las desapariciones forzadas– contra población civil desarmada a plena luz del día y con tan aparente sangre fría. Todo en el contexto de la guerra y el inicio de la militarización de las funciones policiales en la vida cotidiana iniciada por Felipe Calderón y continuada durante la administración de Enrique Peña Nieto.
Para ello, Rea y Ferri se entrevistaron con soldados enjuiciados y encarcelados por homicidio. Las entrevistas a cabos y sargentos que constituyen una parte del cuerpo del libro, tuvieron lugar tanto en la prisión del Campo Militar Número 1, como en pueblos del sureste y en pleno teatro de operaciones de la guerra en el norte del país, donde los autores atestiguaron en carne propia situaciones de alta tensión en retenes militares donde fueron atacados civiles en circunstancias asombrosamente parecidas al escenario de Carbó.
Estos perfiles bien logrados, multidimensionales y que van más allá de la visión maniquea y simplista de los motivos por los que un militar actúa como actúa –a veces dentro, a veces fuera de la cadena de mando–, nos dan la oportunidad de asomarnos directamente a la boca del horror y tratar de comprender a partir de experiencias individuales cómo es que se construye un soldado antes de salir a tomar las calles en esta absurda guerra.
Los perfiles y narraciones están contrapunteados a lo largo del libro con pasajes de reflexión sobre la historia contrainsurgente del Ejército Mexicano, y acerca de la naturaleza de la violencia y la banalización del mal que ocurre en los cuerpos y en las mentes de los soldados que realizan cotidianamente su objetivo primordial: aniquilar al enemigo. Matar. Desde la construcción retórica de un enemigo, ellos, que amenaza a un nosotros colectivo, hasta el desenlace en las trágicas masacres de inocentes, los cuerpos no combatientes de esta guerra que terminan siendo estigmatizados y criminalizados por esas mismas fuerzas armadas al hacerlos pasar sistemáticamente por enemigos caídos o bajas colaterales. “Matar, mentir”.
Escriben los autores: “Una tropa que es enviada a realizar tareas de seguridad interior para las que no fue entrenada y reacciona con el ADN de su entrenamiento para la guerra: quien está enfrente es un enemigo al que se debe matar. Disparan primero y preguntan después, si acaso preguntan”.
Esta tropa continúa hoy en día en las calles con el uniforme de Guardia Nacional, imponiendo entre la población una pedagogía de la crueldad para la contrainsurgencia, la desmovilización y el despojo de los recursos, los cuerpos y el territorio. La lectura de un libro como La tropa, que hace una disección de las tácticas y estrategias para articular la narrativa de este despojo a partir de un serio ejercicio desprejuiciado de la escucha de los victimarios, se vuelve importante para el proceso de re-imaginar y desmontar los dispositivos del poder en los convulsos tiempos de la 4T.