Silvestre Pacheco León
Octubre 14, 2019
Hacía ya muchos años que por decisión personal dejé de asistir a eventos políticos, pero rompí esa costumbre cuando Palmira me convenció de acompañarla a La Unión, donde estaría el presidente de la República en su gira por las clínicas rurales del Seguro Social.
La idea de presenciar el ánimo y comportamiento de los habitantes en este municipio donde la gente fue ejemplar durante las movilizaciones cardenistas de 1988, me animó.
Mientras transitábamos por el reverdecido paisaje que la tormenta Narda trajo a la región, cruzando sobre los puentes de los ríos que aún conservan las huellas de sus crecientes, recordamos nuestra participación en aquel gran movimiento que desestabilizó para siempre al régimen priísta, dando origen al PRD y a la implantación de la oposición de izquierda en toda la Costa Grande.
No sabíamos si el presidente llegaría por Zihuatanejo, en el lado de Guerrero o por el michoacano de Lázaro Cárdenas, por eso nos fuimos directamente al hospital del IMSS Bienestar que se encuentra muy cerca del entronque a la cabecera municipal de La Unión.
Era pasado el medio día, y un mar de gente se encontraba ya invadiendo la carretera y ocupando las sillas dispuestas bajo la sombra de grandes carpas instaladas para la ceremonia.
Para el caso, se habilitaron estacionamientos en lotes baldíos, y en las mínimas sombras de los arbustos había grupos de personas esperando la llegada del presidente mientras continuaba la fila de quienes podían entrar a las instalaciones del hospital supervisados por el contingente de los Servidores de la Nación que también recibían las peticiones escritas dirigidas al presidente de la República.
El ambiente era de fiesta y los vendedores se multiplicaban ofreciendo botellas y bolsas de agua, paletas, churros, nieves, gorras y sombreros para la ocasión.
La noticia de la visita, confirmada el mismo día en la conferencia mañanera, se había expandido de boca en boca, por eso convocadas a sí mismas llegaron personas de pueblos de La Unión, y de los municipios vecinos de Lázaro Cárdenas, Coahuayutla, Zihuatanejo y Petatlán.
Era como andar en campaña por la presencia numerosa de los políticos en turno, líderes que se quieren mostrar ante los funcionarios y electores, y peticionarios de toda clase con sus folders bajo el brazo.
Poco antes del arribo de la comitiva federal llegó un grupo de jóvenes de Zihuatanejo liderados por Valdemar, un popular maestro priísta, quien comenzó a ensayar con ellos las porras a favor del gobernador del estado, Héctor Astudillo, quizá en el ánimo de prevenirse en caso de que se volviera a repetir aquel abucheo en su contra que se dio en Tlapa a principios de enero, cuando el presidente realizó su primera visita al estado con el cargo ya conferido.
Pero aquí la gente, mayoritariamente campesina, no reparó en el hecho político y se mantuvo paciente y sin tomar muy en cuenta las porras.
Dos señoras acogidas en la sombra de la carpa dijeron que habían llegado al hospital desde la 9 de la mañana. Venían de Rincón de Cucharatepec y de Chutla de Nava, del municipio de La Unión, con el propósito de ver de cerca al presidente.
Doña Virgina Arrellín quería agradecerle por el aumento a su pensión, mientras que Anita Rosas, también pensionada y acompañada por su marido, quería que le ayudara con la pensión para dos de sus hijos discapacitados que ya fueron censados.
Sólo don Epifanio Hernández que vive en el entronque me dijo, mientras jugueteaba con su bastón, que si tenía oportunidad le diría al presidente que siguiera echando chingadazos para acabar con la corrupción, que para eso tiene el respaldo de la gente.
La gente reunida se percató inmediatamente de la llegada de la comitiva, arremolinándose en torno a cada carro que se formaba para entrar al estacionamiento del hospital, pero el presidente no se bajó ante el riesgo de avalancha. Lo hizo hasta que estuvo en el interior del hospital donde lo esperaba el personal para el recorrido, acompañado del gobernador del estado que venía desde Zihuatanejo en la comitiva.
De manera que la gente que lo esperaba continuó haciendo tiempo para el acto público, resistiendo el calor que a todo mundo hacía sudar aún sin moverse.
Cuando el protocolo oficial dio inicio, el ambiente festivo lo puso el doctor Felipe Herrera, director del hospital quien recordó que el nombre de La Unión con que fue bautizado el municipio obedece a que en éste lugar se unió al ejército del cura Morelos el primer contingente de guerrerenses para formar el naciente ejército insurgente, ganándose los primeros aplausos cuando repitió la canción de José Agustín Ramírez, quien definió el carácter de los paisanos como “hombres bravos y de acero”, lo cual después sirvió al discurso del joven director del IMSS, Zoé Robledo, quien rindió homenaje a las mujeres en ese reconocimiento.
Después se escuchó la intervención del gobernador Héctor Astudillo Flores, dando el saludo de bienvenida (el presidente municipal perredista Crescencio Torres, diputado local con licencia que se encuentra por segunda vez en el cargo y estuvo presente en el presídium, por alguna razón no participó).
Aunque en su intervención no faltaron algunos gritos y abucheos esporádicos, la porra del gobernador permaneció callada, quizá porque su jefe se manifestó complacido con la visita del presidente.
Quienes esperaban algún reclamo de su parte por lo que se ha llamado maltrato presupuestal de la federación contra el estado, se quedaron esperando, pues en la ceremonia quedó sellada una coordinación a favor del estado que nunca pudimos ver ni cuando los gobierno federal y estatal pertenecían a un mismo partido.
En este caso vimos a un inteligente gobernador que prefirió el trato amable para conseguir un apoyo inesperado de parte del presidente de la República quien aquí volvió a anunciar la inversión de 40 mil millones de pesos para mejorar el sector Salud en el país y que en Guerrero “está por los suelos”.
Antes, el gobernador había reconocido la calidad y eficacia del sistema del IMSS Bienestar cuyo esquema pidió repetir en los nuevos hospitales que su gobierno planea construir, y luego de que públicamente se comprometió a conectar el hospital al sistema de agua potable, el presidente anunció que en el estado comenzará a operar el programa de mejoramiento a las escuelas con una inversión de mil 700 millones de pesos compartida con el gobierno del estado, adelantando también que comenzará a operar aquí el programa Sembrando Vida que beneficiará a 10 mil campesinos que reforestarán 25 hectáreas de suelo.
Fue una rara reunión de mutuos elogios entre autoridades federales y estatales que la gente aplaudió entre risas, festejando los dichos con los que salpicó su discurso como el popular “me canso ganso”, refiriéndose a su compromiso de terminar con la corrupción. Lo mismo respecto a su crítica al anterior gobierno que ponía como pretexto que las medicinas no llegaban a los lugares más apartados porque no había carretera “cómo las Cocacolas y las Sabritas sí llegan” reiteraba el presidente, prosiguiendo en su acusación a los tecnócratas neoliberales porque aparte de ineptos “se clavaban todo el dinero”.
Cuando el programa llegó a su fin, yo tenía duda en asegurar que la mayoría de las personas reunidas eran mujeres, pero cuando miré cómo se abrieron paso para tomarse la foto con el presidente, me quedó clara su superioridad.