EL-SUR

Martes 04 de Junio de 2024

Guerrero, México

Opinión

L’animale che mi porto dentro, el secreto mayor de la masculinidad

Federico Vite

Noviembre 29, 2022

(Primera parte)

Precedido de una interesante trayectoria, con buena venta y críticas inmejorables en Italia, Francesco Piccolo llegó a los lectores en español por la editorial española Anagrama (algunos de sus libros han sido reseñados en este espacio), pero eso fue antes de L’animale che mi porto dentro* (Italia, Einaudi, 2018, 240 páginas), un libro de ensayos hirientes en el que el autor sondea las raíces de su masculinidad. Es decir, se trata de un texto en el que Piccolo se deconstruye. Apoya esos desplazamientos vitales en películas, novelas y en recuerdos, sobre todo, en recuerdos difíciles de procesar. Trabaja consigo mismo, amasa un proyecto sumamente interesante que le concede la gracia de explorar su psique desde la literatura. Ese ejercicio de sumar ideas y consumar revelaciones no siempre es amable, sobre todo, no es gracioso ni tierno ni sentimental, pero sí, inteligente. De hecho, L’animale che mi porto dentro adquiere una resonancia mayor cuando uno encuentra hallazgos como el siguiente: “Pero dentro de mí, siempre, lo quiera o no, siempre, funciona un pensamiento que subyace: me la cogería, ¿cómo será desnuda? ¡Pero qué culo! ¡Pero qué tetas! Parece ansiosa, parece tiesa, quien sabe si le gusto. Pero la cuestión fundamental de este pensamiento no es que, después de todo, un poco de coqueteo sea un acto alegre e inocente. La sustancia real que subyace al pensamiento es la fantasía erótica, que parte de la situación realista y avanza hacia una eventualidad súbita: imagino, en el momento (es decir, mientras trabajamos, mientras charlamos, mientras tomo un cappuccino, mientras nos confiamos algunos secretos) o más tarde, cuando estoy solo, un salto irracional hacia adelante [..]. Bajo la apariencia se esconde una sorprendente lujuria por coger”.
Lo ríspido de estas frases ha propiciado que los editores en español hayan prescindido de este libro en el mercado, porque no hay mercado para este tipo de artefactos. No lo quieren pues, les parece pesado, molesto, indigerible. Pone en perspectiva el modus operandi de los machos. Desgraciadamente, para conocer este documento, signado por la geografía y el idioma, sus lectores sólo pueden ingresar a estas páginas en italiano. No hay más referencias ni traducciones, sólo este documento en su idioma natal. También han señalado varios articulistas que la traducción de L’animale che mi porto dentro no se ha consumado porque el libro es muy personal y, por tanto, no le interesa a gente fuera de Italia. Me parece absurdo.
Es gozoso saber que estamos ante un hombre que describe sus tribulaciones desde una perspectiva inquietante. Lidia con los barros, con la violencia, con la obsesión por el sexo, con las hemorroides, “un problema que obliga a los hombres heterosexuales a mostrar el culo y hablar de eso implica una debilidad, porque el macho siempre está en alarma. Tiene la necesidad de defender siempre su orificio, de rechazar la idea de que es penetrable […]. Las hemorroides, una enfermedad de mi cultura, propicia que la defensa instintiva de la masculinidad se revierte contra la masculinidad”.
Piccolo está del lado de los atrofiados, de los toscos; no se coloca, ni a su familia, del lado de los buenos, de los defensores de algo o de los que lucharon en pos de una supuesta mejoría social. No se trata de otro libro lindo y con buen mensaje, ni mucho menos de un documento con la intención de erigir el buen nombre y apellido de varios escritores (en Latinoamérica se dan por racimos los autores ubicados en el lado correcto de la historia, defienden a los suyos en libros mediocres y ampulosos).
L’animale che mi porto dentro es pura hiel, inteligente hiel, en el flujo edulcorado de la literatura actual. Va a contracorriente de los autores que se colocan a favor de las causas nobles. Este libro ofrece un testimonio invaluable. Produce el milagro de la intimidad, algo que suele estar tan concurrido, pero es vano. En manos de otro narrador este libro sería una broma de mal gusto. Aquí la intimidad no es un espectáculo, sino tierra en la que se siembra el germen de la masculinidad, que no es vista, claro está, como una enfermedad ni como un elemento tóxico. Se entiende como una imposibilidad de conciliarse con el otro. Se describe aquí una forma de tocar el mundo.
En el documento encuentran los hallazgos de quien se deconstruye y gracias a ese ejercicio se revelan los mecanismo de otros machos que para bien o para mal nutren al joven Francesco. A diferencia de Pierre Bourdieu (La domination masculine), Piccolo es mucho más confesional. Se nutre de productos culturales actuales (cómics, novelas, películas); también de hombres y mujeres con quienes ha convivido. Esos hombres y mujeres confirman su identidad. No hace un muestrario de costumbres. No. Pero profundiza en su adolescencia y en su juventud para encapsular al macho que lleva dentro. Se trata de una empresa compleja porque salen a relucir nombres de familiares, de amigos, de parejas sentimentales y, especialmente, refiere detalles que uno podría calificar de bochornosos, pero están puestos ahí para señalar abusos y pifias de un macho.
Y la literatura siempre ha sido una vía que le permite a Francesco liberar esa carga vital. La pregunta es simple, ¿por qué hay temor de divulgar este libro?
Yo intuyo que se trata de una de esas piezas que incomodan a mucha, pero a mucha gente: lectores, editores y escritores. Es un libro que hiere masculinidades e incluso podría considerarse una traición, pues revela el sistema de poleas y cables de la psique masculina.
L’animale che mi porto dentro no tiene una división capitular. Reúne textos sin título. Traza una línea de tiempo que va de la adolescencia a la etapa adulta, ya como escritor, casado, con hijos. Narra los primeros recuerdos, la relación entre amigos, la adolescencia, el primer amor, las primeras lecturas, las películas eróticas de la adolescencia; la pérdida de la virginidad, la infidelidad, los celos profesionales. Parece una novela de aprendizaje, pero entre los libros y la vida, reflexiona sobre hechos bochornosos; por ejemplo, su padre, quien padece una obsesión sexual que le impide tener consciencia de sus actos. Las frases siguientes no sólo conminan a la reflexión sino que ponen los pelos de punta: “Es muy vergonzoso que mi hermana, su hija, se sienta incómoda y tenga que detener las manos de mi padre. Es muy vergonzoso que mi esposa sienta las manos de mi padre, los intentos de besarla en la boca, es vergonzoso que lo agarre del codo para bloquearlo, y que me mire como me mira, y es una mirada tan sentida que ya no me la puedo sacar de la cabeza”. Usted se preguntará, cómo es la relación con la esposa. De ella sólo se conocen abusos; especialmente cuando duerme.
El padre, después de tocar a una mujer, suele irse a los baños a desahogarse. De hecho, Francesco recuerda que en algún momento el padre trató de tener sexo con una escritora de avanzada edad para ayudar a su hijo. “Yo lo haría por ti sin problema alguno. Sé que le gusto”, dijo y el narrador rechazó esa proposición. Quedó claro en ese momento que las cosas con su padre eran muy complicadas e incontrolables. Hechos bochornosos, repito.
Aparte de esos duros golpes al lector, y de otras tantas experiencias relatadas sin regodeos, Piccolo ingresa a terrenos masculinos desde la tetralogía napolitana de Elena Ferrante y, en especial, trae a cuento a Sandokan, el tigre de Mompracem, de Emilio Salgari. Dos corpus literarios que dialogan muy bien con la preocupación del autor: “Lo que guardaba comprimido dentro de mí, en la hora de educación física o durante las películas de Maciste (personaje creado por Gabriele D’Annunzio), o durante ciertas noches en que me iba a dormir y tenía miedo, era la angustia por demostrar que era macho. Tener que mostrárselo a todos, cada hora, cada día, cada semana. Y en cada ocasión medir mi insuficiencia”. Esta ruta la continuamos la semana entrante.

*La traducción de algunos fragmentos del libro es mía.