EL-SUR

Sábado 14 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las elecciones en Zihuatanejo

Silvestre Pacheco León

Octubre 08, 2005

Una ciudad inundada de propaganda política, un domingo de futbol y sin lluvia. Los electores en número de 30 mil salieron de sus casas para votar. Fueron menos que en las elecciones de gobernador, pero parecidas en la competencia que presentaron los dos principales partidos.

En Zihuatanejo el triunfo del PRD estaba anunciado, porque era evidente en el ánimo de los electores su propósito de seguir marcando distancia con el poder caciquil que durante medio siglo dominó a la sociedad y repartió el poder municipal entre un reducido grupo de familias.

Hasta el cómputo de 95 por ciento del resultado que hubo en las mesas directivas de casilla instaladas en el municipio, Silvano Blanco Deaquino, del PRD, aventajaba con casi 7 mil votos al allecista Raúl García Urióstegui, del PRI, su más cercano perseguidor. Los demás partidos ni pintaron, a excepción del PAN que casi alcanzó el millar de votos, menos de 3 por ciento del total, único en la oposición con derecho al reparto de regidores.

El resultado de las elecciones municipales en Zihuatanejo mantiene al PRD dueño de las decisiones en los vértices del Triángulo del Sol, pero no es dato menor el abstencionismo vivido el domingo como ingrediente de lo novedoso y complejo que será el futuro inmediato.

En efecto, el gobierno municipal saliente se inscribe en el proceso de la transición democrática que la sociedad empuja con denuedo en la costa guerrerense. No está en la perspectiva política inmediata la alternancia de partidos, pues para que ello ocurra se necesita un PRI renovado, sin los lastres caciquiles que lo han caracterizado y con un ejercicio de vida independiente del poder para que aprenda a vivir atenido a la fuerza y apoyo de sus militantes.

El PAN aún está lejos de reconocerse como un partido de ideología conservadora arraigada en la sociedad municipal, porque carece de militantes de raigambre que expresen en esta provincia los valores que identifican al partido que proclama la esbeltez del estado frente a la robustez de la sociedad.

En el ambiente político, frente al nuevo panorama que se abre en la Costa Grande con los triunfos del PRD en Atoyac y Tecpan, a cambio de Coahuayutla y La Unión, recuperados por el PRI, una de las preguntas obligadas busca respuesta sobre el crecido abstencionismo, pues la teoría política nos ha ilustrado con la explicación de que las elecciones municipales conciban siempre mayor interés ciudadano por la cercanía que el gobierno local guarda con la vida comunitaria. Sin embargo ahora la realidad decidió jugarle una mala pasada a la teoría y algo nuevo habrá que elaborar para la explicación requerida.

En Zihuatanejo, como en Acapulco y en el resto del estado donde el abstencionismo ganó, se ha dicho que la culpa recae en los partidos políticos debido a la falta de pulcritud, transparencia y tersura en el proceso de elección de sus candidatos.

Muchos de los abstencionistas fueron ciudadanos frustrados, inconformes e indignados que se alejaron de las votaciones en un afán de protesta.

Otros, seguramente la mayoría, simplemente se abstuvieron de votar porque nunca conocieron ni a los candidatos, ni las propuestas, ni el rito de salir con su credencial de elector y en familia para identificarse como integrante de una sección electoral, formarse en espera paciente frente a una mesa de casilla, y votar esperando que su voto cuente a la hora del escrutinio y cómputo.

Es cierto, los procesos internos de los partidos para la elección o designación de los candidatos siguen siendo algo ajeno a la sociedad que los subvenciona. Los mecanismos se han vuelto tan artificiosos y burocráticos que se requieren especialistas o iniciados para entenderlos.

La mayoría de la población simplemente da por hecho que el acceso a los puestos de elección popular requiere de ciudadanos temerarios, intrépidos, aventureros, rapaces, disciplinados.

Quizá eso es parte de la explicación al creciente abstencionismo, como también, sin duda lo es, el divorcio que hay entre las políticas públicas y las demandas y necesidades de la población. La mayoría de la población que participa en las elecciones siguiendo a un partido o candidato, lo hace a partir de expectativas de mejora en sus condiciones de vida. Esa mayoría no entiende de planeación del gobierno ni de plazos ni de etapas para ser atendidos. Sus juicios acerca del desempeño que tiene el gobierno son sumarios y definitivos. A lo sumo, establece ahora una diferencia por el origen partidista de los funcionarios y gobernantes, a los que quiere ver distintos, pero el problema es mayor porque ahora son los propios partidos y sus gobiernos los que cada vez más se asemejan más.

Entonces resulta que el abstencionismo es el resultado de las incongruencias que los electores ven entre lo que dicen y hacen los candidatos y luego gobernantes.

Recuerdo que entre la izquierda electoral el triunfo en los municipios era estratégico, porque significaba apropiarse de la célula básica donde el ciudadano aprende y se educa en la lucha rumbo a la toma del poder central. Después de esa experiencia, en la que nunca la izquierda pudo construir una alternativa diferente de poder dada la cultura presidencialista y la incapacidad de los gobiernos de izquierda para incorporar a la sociedad en las verdaderas transformaciones revolucionarias, se dijo que el cambio sólo vendría del triunfo en los gobiernos estatales, pues en los ayuntamientos estaban vistas las limitaciones, sobre todo presupuestales, para los verdaderos cambios.

Ahora la izquierda institucional en el estado comienza a buscar pretextos y justificaciones sobre los escasos márgenes de maniobra que impiden mantener el entusiasmo y las expectativas de cambio que se generaron con la derrota del PRI.                                   Así seguimos hasta llegar a la idea, ahora menos utópica, de conquistar el poder federal como solución a todos nuestros males.

Pero, volviendo a Zihuatanejo, conviene entender que pese al abstencionismo vivimos frente a un sector de la sociedad movilizado, que mayoritariamente votó por el refrendo de la confianza en un partido. En esa mayoría se forman, desde luego, quienes siguen viendo en el poder municipal una opción de empleo y beneficios inmediatos y directos. También quienes honestamente piensan que tienen algo que aportar para beneficio de la sociedad, y otros que, puestos ante la necesidad de decidir entre dos males, optaron por el menor.

Pese a todo, el triunfo de Silvano Blanco es emblemático para la militancia del PRD, porque al apoyarlo los perredistas mostraron su rebeldía frente al poder establecido que buscaba la imposición, lo que equivalía, si no una vuelta al pasado, un dique para el avance en las aspiraciones de toda una generación de luchadores sociales que han construido una cultura de la participación cívica.