Gaspard Estrada
Julio 31, 2019
Dentro de pocos meses, se llevarán a cabo elecciones presidenciales y legislativas en Bolivia. Se trata de una elección muy importante para el futuro de América del Sur. El presidente Evo Morales, fundador del Movimiento Al Socialismo (MAS), volverá a competir como candidato a la presidencia de la República, junto con su actual vicepresidente, Álvaro García Linera. A su favor, el presidente Evo Morales dispone de un argumento importante: el buen desempeño de la economía. Impulsada en buena medida por el auge de las materias primas, en particular del gas, y más recientemente del litio, la economía de Bolivia ha crecido por encima del promedio de América Latina. Por otro lado, la poca exposición de la economía de ese país al resto de la región y a los mercados internacionales, le permitió mantenerse al margen de la caída del crecimiento económico de los últimos años. De tal manera que este año, en el cual las principales economías de América Latina tendrán una baja considerable de sus tasas de desarrollo económico, como Brasil o México (que crecerán a tasas inferiores al 1% en 2019 según el Fondo Monetario Internacional –FMI) , Bolivia mantendrá una tasa robusta de crecimiento económico, superior al 3%. Contrariamente a otros países de la región que han tenido un desempeño similar, como es el caso de Perú, que tiene tasas muy altas de crecimiento económico que coexisten con una persistencia de la pobreza y de las desigualdades, en Bolivia este crecimiento económico se ha acompañado de una reducción de los índices de pobreza y de desigualdad. Las personas son más longevas, están mejor educadas, hay más trabajo, y más oportunidades. Estos hechos son aún más trascendentales teniendo en cuenta que la victoria de Evo Morales, en 2002, significó por primera vez la llegada de un indígena a la presidencia de la República. En un país en el cual estos últimos son mayoría, este hecho político entró a la historia.
Estos resultados han permitido a Evo Morales y al MAS de manera más general, obtener y retener el poder en Bolivia desde 2005. En aquel momento, América Latina estaba en pleno “giro a la izquierda”, lo que permitió que por primera vez los gobiernos de América Latina tuvieran la cara de sus sociedades, con un indígena en Bolivia, un obrero en Brasil, un cura en Paraguay, un ex guerrillero en Uruguay, y un militar en Venezuela. Sin embargo, pocos gobiernos progresistas se mantuvieron en pie. Contrariamente a estos últimos, ese fue el caso de Bolivia, que al día de hoy cuenta no sólo con la presidencia de la República, sino que domina el Congreso de ese país, y la mayoría de los cargos electivos a nivel regional y local. Los buenos resultados económicos y sociales no impidieron sin embargo, que los bolivianos se expresaran en contra de una nueva reelección del presidente Evo Morales. El 21 de febrero de 2016, el 51.5% de los bolivianos que acudieron a las urnas se pronunció en contra de un cambio en la Constitución de aquel país, que permitiría suprimir el límite de dos reelecciones presidenciales escrito en la Constitución. Si bien, como dice Evo Morales en sus discursos, nadie cuestiona que una líder como Angela Merkel sea reelecta más de tres veces en Alemania, queda claro que esa ausencia de crítica se debe al hecho que esta reelección está prevista por la ley. En el caso de Bolivia, en la Constitución redactada en 2009, por ende, por el MAS y Evo Morales, esta posibilidad está prohibida explícitamente. De tal suerte que hoy en día es difícil acusar a la derecha o al sistema político anterior al MAS de usar los mecanismos de la justicia para evitar la permanencia de Evo Morales en el poder. Ante esta situación, cuesta trabajo entender porque, en lugar de preparar con antelación a otra persona dentro del mismo partido que sea capaz de darle continuidad al proyecto político de Evo Morales y del MAS, se rechace el veredicto de las urnas, que le dijo no a la tercera reelección de Evo Morales.
Twitter: @Gaspard_Estrada
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.