Gaspard Estrada
Julio 03, 2019
La semana pasada, durante la cumbre del G-20, organizada este año en Osaka, Japón, la Comisión Europea junto con los presidentes de Argentina, Mauricio Macri, y de Brasil, Jair Bolsonaro, anunciaron la conclusión de las negociaciones en vista de la concreción de un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Estas últimas, que se vienen arrastrando desde hace casi 20 años, han estado marcadas por constantes idas y vueltas, de tal manera que su conclusión positiva fue percibida como una victoria política y mediática para los países que más la apoyaron, como lo fue Argentina desde el Mercosur, y España del lado de la Unión Europea. Sin embargo, muchas dudas han surgido en el seno de las opiniones públicas de ambas regiones, así como dentro de varios gobiernos. De la misma manera, no se puede rechazar, en sí, la conclusión de un acuerdo comercial de esta envergadura.
De hecho, la conclusión de un acuerdo de libre comercio entre dos regiones, que, juntas, suman más de 700 millones de habitantes, constituye un hecho político muy significativo. Sobre todo, si tenemos en cuenta que desde hace casi una década, no existe ningún progreso en el área comercial internacional, con una Organización Mundial del Comercio paralizada. La llegada, en 2016, de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, así como de otros líderes de extrema derecha tanto en Europa como en América Latina, como lo son Viktor Orban en Hungría y Jair Bolsonaro en Brasil, sólo ha complicado esta situación. Desde una perspectiva más amplia, se podría decir que la voluntad política de la Comisión Europea, que está a punto de terminar su mandato, de firmar este acuerdo con el Mercosur está ligada a un cálculo geopolítico esencial. La Unión Europea siente desde hace varios años ya, que el futuro de la economía mundial está orientado hacia Asia, y en particular hacia China. En esta perspectiva, la guerra comercial entre Estados Unidos y China puede aislar a la Unión Europea del centro de toma de decisiones económicas globales. Al constituir una zona de libre comercio con el Mercosur, y sus más de 250 millones de habitantes, que pasarán a compartir no solo tarifas, sino estándares de producción y de normatividad comunes, la Unión Europea podría constituir un bloque capaz de enfrentar este nuevo duopolio económico. Finalmente, la eventual firma de un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea también significaría, desde la perspectiva de la Comisión Europea, una victoria política del multilateralismo comercial, que ha sido puesto en entredicho por Donald Trump desde su llegada al poder en 2017. El hecho que uno de sus principales aliados, el brasileño Jair Bolsonaro, sea uno de los países firmantes del acuerdo, contribuye a aislar a Donald Trump en sus afanes proteccionistas, como quedó en evidencia durante el último G-20 el pasado fin de semana. Las 19 principales economías mundiales, incluyendo Brasil, se pronunciaron a favor del respeto a los Acuerdos de París sobre cambio climático, dejando solos a Estados Unidos en su discurso proteccionista.
Pero, por otro lado, la firma de este acuerdo también crea suspicacias. Jair Bolsonaro se comprometió ante el presidente francés Emmanuel Macron a respetar los Acuerdos de París sobre cambio climático, ¿pero acaso cumplirá su promesa? Hace pocos días, el instituto de protección al medio ambiente de Brasil divulgó que la deforestación del Amazonas aumentó 60 por ciento en los últimos seis meses con relación a las cifras del 2018, lo cual constituye una señal clara de la falta de compromiso de Bolsonaro con ese tema. De manera más general, firmar un acuerdo de ese calibre con un gobierno tan hostil a la democracia, la cultura, los derechos humanos y el pluralismo crea un problema ético y político mayúsculo. ¿Hasta dónde es posible ir en esta materia? Se trata de una difícil respuesta.
Twitter: @Gaspard_Estrada
* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.