EL-SUR

Martes 10 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las instituciones ejidales en la conservación de la biodiversidad

Silvestre Pacheco León

Junio 24, 2006

En los ejidos de la Costa Grande la queja es la misma: nadie respeta a nadie y cada quien ve por su beneficio personal. El ejido como institución ha caído en desuso. A fuerza de verlo como un cuerpo receptor de votos mediante el nefasto método del control corporativo, la política paternalista del Estado mexicano prácticamente lo anuló en su filón productivo.
Pese a todo y de manera contradictoria, mientras las reformas neoliberales en el campo surten el efecto de despojo de los medios de producción para generar los campesinos “libres” que tanto clama el capital, las políticas públicas siguen diseñadas para ver al ejido como si en él se resolvieran los problemas de producción y desarrollo rural.
Por esa razón, y porque la historia de la lucha por la justicia social para el medio rural está anclada en el campo, una política de izquierda no puede desdeñar esta realidad y por eso uno de sus retos consiste en trabajar para el rescate del ejido a través del fortalecimiento de sus instituciones dado que su plataforma para los cambios que se requieren en este mundo globalizado, la constituyen su riqueza biológica y la fuerza de su organización para administrarla.
Cuando se lleva al seno de las asambleas generales de los ejidos los problemas de la conservación de la biodiversidad, es recurrente el caso al que se acude: nadie respeta la parcela de nadie mientras que el territorio común se abate por la avaricia de los pocos y la indolencia o la incapacidad de los más.
Si de por sí, en términos generales, las prácticas productivas modernas y aquellas que pudiéramos llamar de economía campesina, suelen tener un impacto negativo en la conservación de la biodiversidad, con más razón en tratándose de proyectos que tienen como eje la rentabilidad, encaminados a la producción y comercialización.
Cuando en las asambleas ejidales se tratan problemas como el de la caza furtiva, el envenenamiento de un río, o la tala ilegal, inmediatamente se advierte el interés de los campesinos por demandar orden y respeto de su territorio. En todos los ejidos hay campesinos que han desarrollado sus habilidades para la cacería de animales silvestres o que conocen los canales apropiados para la comercialización de madera y de leña y han encontrado en esas actividades su modo de vida, lo cual suele afectar no sólo la convivencia en la comunidad, sino el propio equilibrio ecológico.
Quienes cazan venados consideran suyo todo el territorio ejidal. No piden permiso para introducirse a las parcelas de sus vecinos y tampoco dejan beneficio de su práctica al ejido. Al no haber control sobre la caza, las especies vivas sufren estragos que aunque no se cuantifican, nadie deja de suponer que afecta irremediablemente los ecosistemas.
El problema se extiende a las aves exóticas, las plantas, y últimamente al agua, la arena y la grava de los lechos de los ríos.
Los campesinos quisieran ver que una autoridad externa al ejido pudiera arreglar su casa, porque no ven ni se imaginan que la solución puede estar en el mismo núcleo agrario. Y es que en el razonamiento de los habitantes del medio rural hay un hecho que constituye una lección para todos: los particulares debemos evitar los roces que llevan a la enemistad y al enfrentamiento. Los campesinos saben bien que llamarle la atención a otro por sus acciones negativas le trae enemistades y riesgos. Sabe que es la autoridad la responsable de poner orden en la comunidad, pero no conocen ni confían en la autoridad.
De ahí que se hable de la inutilidad de las asambleas y del poco interés que concita en la mayoría cuando es convocada.
En pocos ejidos las asambleas generales funcionan como autoridad máxima que periódicamente se reúne para atender los problemas sustantivos de ese organismo social. En muchos casos la asamblea es un pretexto para justificar la existencia de diversos programas públicos y los gastos del presupuesto que tienen asignado. Nuestra experiencia nos dice que en muchos casos las asambleas solamente se realizan si alguna dependencia pública lo requiere para cumplir con ciertos requisitos que tienen que ver con la aplicación de determinada inversión. Y hasta parece un chiste pero muchos campesinos afirman que en realidad no hay problemas que tratar en el ejido y les da lo mismo que haya o no.
Si uno escarba en el tema se encuentra con la novedad de que las asambleas se hacen largas, tediosas e incompresibles, no sirven para aprender y tampoco para enterarse de los asuntos importantes del ejido.
Como por lo general los comisariatos no tienen interés o capacidad para llevar en orden las asambleas, el aprendizaje y las ventajas de la democracia no se hacen presentes. Pocos son los que entienden que las asambleas constituyen un método democrático de discusión y de solución de problemas, pues son ajenos al orden del día que se propone desahogar. La mayoría no lee aún cuando las convocatorias se exhiban en lugares públicos.
Ya en el desarrollo de las asambleas éstas se vuelven maratónicas y parecen sin principio ni fin. La falta de orden hace que estas parezcan la torre de Babel, cada quien discute su tema y entiende lo que quiere. Así se cae en el vicio de que los asuntos siempre son tratados sólo por los entendidos aunque éstos no sean ni los más juiciosos ni los más adelantados en sus propuestas para beneficio del ejido.
En realidad son pocos los núcleos agrarios que tienen vida propia y que ejercen cierta autonomía. Generalmente ésos son los que gozan de cierto nivel de ingresos y que observan un determinado grado de organización y cierta competencia entre grupos de ejidatarios organizados.
Los ejidos pobres, los que no han aprendido a explotar todos los recursos naturales que cuentan, carecen hasta de grupos de poder que se disputen la dirección ejidal y en ellos la representación de la autoridad se ve más como una carga que como un medio de obtener beneficios personales.
En cuanto a las directivas ejidales, la mayoría carece de formación y capacitación. La vida ejidal depende y pende de la actuación de organismos como la Procuraduría Agraria y, en general, de las dependencias públicas. La posesión de las parcelas ejidales poco se ve como resultado de una lucha social y una conquista campesina. La mayoría carece de una visión de conjunto sobre la problemática del medio rural y más de alternativas en la era del neoliberalismo.
Ante este panorama los campesinos sólo ven para el futuro inmediato la desincorporación de sus parcelas del régimen ejidal para volverlas mercancías y medio de garantizar créditos que los llevarán a la quiebra por la falta de desarrollo de sus capacidades para insertarse en el mercado global.
Es frente a esta realidad en la que se inscribe un esfuerzo nuevo a nivel municipal que se está construyendo en Zihuatanejo. Se trata de de un proceso que tiene como instancia el Consejo Municipal para el Desarrollo Rural Sustentable y el esfuerzo de un proyecto financiado por el Coinbio, dirigido al fortalecimiento de las instituciones ejidales para la conservación de la biodiversidad.
Precisamente este día sábado dará inicio el primer taller con ese objetivo, cuya sede será el ejido de Agua de Correa en el lugar donde los campesinos inician un proyecto ecoturístico. Este taller será para los dirigentes y líderes ejidales de Las Ollas, Barranca de la Bandera, Vallecitos de Zaragoza, Mineral Real de Guadalupe, El Coacoyul, Pantla y San Ignacio.
En este esfuerzo participarán organizaciones sociales y ejidales que forman parte del Consejo Municipal para el Desarrollo Rural Sustentable.
Se trata de que los dirigentes ejidales y los líderes de las comunidades recuperen la confianza en ellos mismos, que se vean como parte de un cuerpo social que existe, no por capricho ni voluntad de alguien en particular, sino como un esfuerzo venido de lejos para hacer que la justicia social se convierta en hecho cierto.
Se trata de construir la asamblea ejidal como instancia privilegiada en la toma de decisiones para la vida ejidal. Que cada núcleo agrario aprenda a vivir con libertad y autonomía para decidir su destino. Que las autoridades de la asamblea respondan ante ella de su actuación, porque sólo así podrán poner orden en su vida interna y podrán desarrollar la fuerza necesaria para hacerse oír ante las dependencias oficiales que existen como respuesta a las necesidades del medio rural.
La Red para el Desarrollo Sostenible de México y SOS Bahía son las asociaciones civiles responsables del proyecto mencionado y acompañarán en esta iniciativa a los campesinos que han mostrado interés y disposición para capacitarse, en un sistema de formación continua para integrar un verdadero equipo municipal que tome en sus manos el objetivo de aprender a vivir con lo que tienen, de manera sustentable, aprovechando las enormes ventajas que les da el enclave turístico que caracteriza al municipio.