EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las locas

Andrés Juárez

Junio 22, 2019

“Nos decían que éramos unas locas –me contaba Cecilia– porque tuvimos la idea de organizar una feria, un lugar para vender nuestras artesanías en el mismo pueblo. Ahora que ya van siete años de la feria creo que ya somos muchas locas”.
San Antonio de la Laguna, en el municipio Donato Guerra, al oeste del Estado de México, es una comunidad indígena en el que las mujeres mazahuas se dedican a bordar y pastorear borregos, principalmente. Mientras cuidan el pastar de sus animales, bordan flores y animales en telares de los que surgen refajos, blusas y rebozos. La venta de artesanías se convirtió con el tiempo en la principal fuente de ingresos para las familias de la comunidad. La distancia entre los centros urbanos y esta localidad hace imposible que potenciales compradores pasen por San Antonio de la Laguna. Eso obligó a las mujeres a salir a Toluca, Cuernavaca, Querétaro o Valle de Bravo a vender sus artesanías. Pero al llegar a esas ciudades se encontraron, como en el pasado, con hostilidad y rechazo, trampas burocráticas, barreras del idioma, abuso de poder por parte de autoridades. Con frecuencia se han visto obligadas a malbaratar su trabajo al mejor postor por la urgencia de tener dinero para volver a casa. Quien esté libre de regateo que lance el primer bordado.
Cecilia es una mujer fuerte y alegre. Líder natural que me cuenta con franqueza que la ignorancia pudo haberla matado. Ella asociaba el olor de la sopa instantánea (Maruchan) al olor de las vitaminas, por lo tanto asumía que esos tallarines eran saludables. Así que en sus largas jornadas de pastoreo o de venta en las ciudades se alimentaba con sopas instantáneas y refrescos, lo que le provocó una ulceración que la puso en riesgo de muerte. Se curó con asistencia médica, herbolaria y mucha disciplina para cambiar su alimentación.
Esa experiencia la llevó a cuestionarse por qué comían tan mal si estaban rodeados de alimentos naturales, por qué ya no sabían hacer “comida natural” y prepararla para los viajes, por qué ya casi no conocían los nombres de plantas, hongos y animales silvestres y su uso, por qué cada vez había más personas enfermas en su comunidad.
No era la primera vez que esta mujer se levantaba por el bien común. En 2004 se unió a otras mujeres que tomaron por asalto Los Berros, la planta de tratamiento de aguas del sistema Cutzamala que abastece al Valle de México. Cansadas de saber que el agua de su territorio alimenta el sistema que abastece de agua a la Ciudad de México mientras ellas tenían que caminar horas para acarrear agua para uso doméstico, las mujeres mazahuas se armaron con palos y paliacates para defender su derecho al agua. Quince años después aún recuerdan que por ese movimiento y organización ahora pueden explotar unos pozos en la comunidad. Pero esa es otra historia que contaremos pronto.
Ante la difícil venta de sus artesanías y la deficiencia en la alimentación, Cecilia y otras mujeres mazahuas decidieron capacitarse en uso y conocimiento de la biodiversidad local: familiarizarse con las plantas medicinales, los hongos y las hierbas comestibles que las rodeaban. Surgió entonces la idea de hacer una feria donde se prohibiera la comida chatarra y la carne, donde solamente se consumieran alimentos preparados con hongos y quelites siguiendo las recetas tradicionales. Con esta feria se rescataría el saber indígena sobre los sistemas alimentarios, se revaloraría el conocimiento del territorio y además se generaría un polo de atracción para personas que, probablemente, consumirían sus artesanías a precios justos. Y sin salir de San Antonio de la Laguna.
Cuando contaron sus planes al resto de la comunidad, les dijeron que estaban locas, que eso era imposible. Ahora que van por la séptima feria –consecutiva– del hongo, Cecilia dice entre risas que ya son muchas las locas que participan en los eventos, que van desde talleres de cocina, educación ambiental para niños, recorridos de recolección de hongos, charlas sobre el territorio y su historia; paseos con mojigangas, bailes tradicionales, exposiciones de saberes científicos y tradicionales, temazcal, zonas de campamento en el bosque y muchas delicias gastronómicas con hongos y hierbas de la región como base.
La Feria del Hongo será el 27 y 28 de julio, un fin de semana completo para quien guste pasar a apoyar este tipo de experiencias que son, también, una forma más de resistencia de un “pueblo de venado” que se niega a desaparecer.

La caminera

En un país profundamente racista, que desprecia a los pueblos originarios –donde hasta una cantante de música pop famosa como Amandititita fue echada de la peor manera de un restaurante con un “sácate, no puedes estar aquí” porque usaba un mandil y “parecía vendedora” de artesanías, o a una actriz como Yalitza se le ataca porque en tanto indígena no puede acceder a cierto tipo de ropa–, que unas mujeres artesanas reivindiquen su propia autonomía y se organicen para generar su propio mercado y revalorar sus sistemas alimentarios, amerita apoyo, participación y acompañamiento con entusiasmo.