EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las mujeres de Ayotzinapa (10) Lucina Garnica

Tryno Maldonado

Marzo 27, 2018

Me llamo Lucina Garnica. Soy originaria de Tlacolula, Oaxaca. Soy madre de tres hijos. Christian es el último. Tenía 18 años cuando se lo llevaron. Christian Tomás Colón Garnica. Mi esposo es peón de albañil. Somos de muy escasos recursos. Yo hago y vendo chocolate para ayudarnos. Compro el cacao en el mercado de Tlacolula, lo lavo y lo pongo a dorar en el comal. Le pongo canela, almendra y azúcar y lo llevo a la molienda. Muelo dos kilos. Me salen 300 tablillas para vender. En mi colonia vendo el chocolate. Ya tengo mis clientes. En el tiempo de frío, más. Ahora baja un poco por el calor. En eso me ayudo nada más yo. He lavado ropa ajena también. Para ayudarnos en la escuela de mi hijo. Era el último hijo que nos quedaba. Christian estudió su primaria en la escuela Melchor Ocampo, ahí mismo en Tlacolula, Oaxaca. De él ni un solo reporte. Que me reportaran que era malo mi hijo… no. Nunca fue malo. Niño bueno. En la secundaria, igualito. Secundaria Técnica número 48. Ni un reporte de nada. No me reprobó jamás una materia. Él buscó en internet, tal vez, o no sé dónde. Investigó que aquí había una normal rural. Investigó que no iba a salir costoso, porque aquí era como un internado. Que le iban a dar un cuarto para que viviera, le iban a dar comida… todo. Vino a sacar su ficha y a inscribirse. El camino por la costa es muy peligroso. Buscó ride con unos compañeros. Venirse a Guerrero por el DF desde Oaxaca hace más caro el pasaje. Platicamos con él. Como su papá todavía trabaja nomás cuando hay trabajo, le dijimos que lo íbamos a apoyar. Yo también le hago la lucha. ¿Cuánto necesitas? ¿Doscientos pesos? ¿Trescientos? Vamos a hacer la lucha para podértelos enviar. Contento, bien contento se vino a Ayotzinapa. Luego luego se quedó. Nadie sabía lo que iba a pasar. Era la primera vez que lo íbamos a dejar solo. Tenía 17 años. Aquí en Ayotzinapa cumplió los 18, el 24 de julio. Bien tranquilo. Por eso todo mundo allá en Tlacolula lo extraña. Dicen que por qué le pasó esto. Él es bien tranquilo. Algunos muchachos de la colonia me dicen: “Mejor a mí me hubiera pasado”. En la misma colonia salían a jugar futbol, pero todavía para eso me pedía permiso. ¡Imagínese, de 17 años! Tenía su cuartito de lámina donde él dormía. Una televisión viejita y su cama. Mi hijo no tenía cosas. Pero tenía mucho libro. Muy ordenado. Muy cuidado. Mucho cuento compraba. Con sacrificios se los comprábamos. ¿De cuáles libros? Como yo… yo no sé mucho leer… no sé de cuáles eran. Lo consentía mucho. Era el único que vivía conmigo. Lo extraño bastante. ¿Hasta cuándo va a poder volver a estar conmigo otra vez? Pesa 75 kilos. Ahorita quién sabe. Usaba talla 36 su pantalón, pero ya ve que la gente adelgaza. Tenía un perro, Canelo, pero ya hasta el perro se fue. Como nos venimos se quedó solo en la casa y dicen que se va a buscar de comer en los basureros del mercado. Christian le ayudaba a mi marido. Es bueno para trabajar. Los sábados se lo llevaba a echar el colado. Mi marido ha tratado de volver a trabajar, pero ¿aquí dónde le van a dar trabajo? No hay trabajo. En la casa, Christian tiene un tablero. Colgó un aro y ahí se ponía a jugar solito. Era muy solitario. Como el piso de tierra es muy maciza ahí… Jugaba solito. De cariño le digo mi Chris. El más chiquito. Esta es su maleta. Llenita, llenita… Le voy a enseñar sus papeles para que vea qué ordenados los tiene. Desde que salió de la primaria. Bien bonitos. Muchos recuerdos. Diplomas, reconocimientos. Como yo no puedo leer no sé ni de qué son, pero le dieron bastantes reconocimientos. Créeme: el que no sabe es como el que no ve. Mis comadres me felicitaban, pero yo ni sabía por qué. Su muchacho es inteligente, decían. Y hasta entonces empecé a abrir los ojos. Pero ahorita son ya puros recuerdos. A ver cuándo regresan. Lo importante es que regresen. Yo ya no lo vi… ya no vi a mi Chris porque no tenía dinero para el pasaje. Desde que se vino a la normal no lo volví a ver. El 16 de julio fue el último día que lo vi. Ese día fue triste. Fuimos a comprar sus cosas de aseo, sus ropitas, para que no anduviera acá sin ropa. Pero me quedo contenta porque se veía bien contento él. No se vino triste, se vino bien contento porque venía a luchar, decía él. Él primero, decía, iba a terminar su carrera. Qué le puedo ofrecer a una chica, decía. Qué le puedo ofrecer a usted. Nada. No tenemos casa. Me voy. Hasta dentro de cuatro años, cuando tenga mi carrera y gane mi quincena, la voy a llevar a pasear a usted a Acapulco. Que me iba a comprar muchas cosas cuando ya trabajara, decía. Y yo ya vine a conocer Acapulco sin él. Hemos tenido que marchar muchas veces allá para que nos regresen a nuestros hijos. Yo ahora lo único que quiero es a él. Antes de irse de la casa, Christian me entregó un sobre cerrado. Era una carta. Una carta donde hacía un compromiso conmigo para después de salir de Ayotzinapa. Estaba firmada. ¿Qué decía? Sólo Chris y yo lo sabemos. Apaga la grabadora y prométeme que no vas a contárselo a nadie.