EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las mujeres de Ayotzinapa (13) Luz María Telumbre

Tryno Maldonado

Julio 31, 2018

Mi nombre es Luz María Telumbre Casasrubias. Mamá de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre. A partir del 26 de septiembre de 2014 para nosotros todo cambió. Cambiaron por completo nuestras vidas. De ser una familia muy unida, muy apegada, nos hemos tenido que dividir a consecuencia de esto. Yo estuve en la lucha casi año y medio. Tuve que dejarla por lo mismo. Tengo otras dos hijas más que mantener en la escuela.
Pues sí, a lo mejor hemos tenido apoyo de organizaciones, de la gente… Pero sólo al principio. Después fue disminuyendo. Teníamos que ver cómo solventar los gastos de la casa. A consecuencia de eso yo me he quedado a trabajar para que mi esposo y mi hermana salgan a difundir. No hemos dejado la lucha. Yo me he quedado en la casa. Pero la lucha no se ha dejado en ningún momento.
A consecuencia de esto, una de mis hijas ya no siguió estudiando. Todo se nos complicó. Le faltaba casi un año para terminar como maestra de telesecundaria cuando desaparecieron a su hermano. Un día nos sentamos a platicar. “Yo definitivamente siento que las letras no me entran, mamá”, me dijo. Ella era muy apegada a su hermano. Dejó de comer. Quedó muy flaquita. Empezó a cambiar. Me decía que yo no la quería porque mucho me iba a las actividades y a las búsquedas con los padres de familia. Como tú sabes, eran días que nos íbamos. No era de un día o medio día. Días y días en las búsquedas. Me tocaba dejarlas. Y ellas también resintieron la ausencia de nosotros. Después dije: “Me tengo que quedar por esta chiquita”.
No sé. Todo ha sido como… como que dio una vuelta a mil por hora nuestras vidas.
Como tú sabes, las teles nos tienen embobados. Antes veíamos la televisión y todo era bueno sobre los políticos. En una ocasión quisimos manifestarnos afuera de Televisa para decir cuál era nuestra versión, nuestro sentir. Nos impidieron el paso con policías. Entre iglesias, igual. También quisimos ir a la Basílica de Guadalupe para estar un rato. Nos impidieron el paso. La misma gente de la iglesia no nos ha dejado entrar. Todo esto es una corrupción de parte de las televisoras, de parte del gobierno y de parte de la iglesia. A lo mejor todavía creo en Dios. Pero en la iglesia no. Nos han hecho muchas cosas. Me tocó ir con otras cuatro madres de los 43 desaparecidos a Washington y a Filadelfia. Iba a estar el papa Francisco. Le hicimos llegar una carta. Pedimos audiencia. Que por lo menos fuéramos escuchadas de lejos. Lo vimos como de aquí a la esquina, a unos 15 metros. Él se alejó sin decir palabra. No lo pudimos ver de cerca. Él sabía quiénes éramos nosotras. Gritamos consignas. Hizo como si no nos viera. Al menos como católico que según cree en Dios, se hubiera pronunciado por las familias de Ayotzinapa. No hizo ningún pronunciamiento.
A consecuencia de esta lucha, nosotras hemos abierto nuestros ojos.
Como tú ves, tengo mis santitos. Ahí está su foto de mi hijo. Igual a veces voy a la iglesia. No tanto a misa, pero sí a decirle a Dios que nos ayude. Mi esposo me dice: “Ya no creo en Dios”. Él ha renegado mucho a consecuencia de estos tratos que nos han dado. Él dice que Dios no habría de querer nada malo para sus hijos. Está indignado, muy enojado con Dios.
Todo esto nos ha arrastrado por muchas cosas. En verdad. Él al principio me decía: “Yo me quiero morir”.
Luz María llora. Silencio.
No sé cómo explicarte. A lo mejor yo he agarrado fuerzas porque quiero ver a mi hijo. Pero también me he sentido muy mal. Le digo a mi marido: “Mira, qué compromiso me vas tú a dejar… A lo mejor tus hijas están grandes, pero te necesitan. Tú eres un apoyo para mí. Mi sostén. Si te pasa algo es como si me quitaran una mano, o un pie”.
“Quiero que te vayas a la lucha. Eso que sea tu trabajo”, le dije.
Que somos unos necios, que estamos locos, porque no hemos dejado la lucha. La propia gente nos dice muchas cosas. Que ya somos ricos. Que tenemos mucho dinero. Que por eso no queremos dejar la lucha. ¿Tú crees que si nosotros tuviéramos dinero yo estaría aquí trabajando? Todo eso a nosotros nos ha afectado. A veces no salgo. Prefiero no saber chismes de la gente. Prefiero quedarme en casa. En vez de que te den una palabra de aliento, te hacen sentir mal. Aquí mismo en el barrio: para Tixtla, aquí mismo, los 43 muchachos ya no existen. Ya no se pronuncian, ya la gente nos toma como a locos. A nosotras esta vida no nos gusta. Ni nosotras la pedimos.
Si esto le hubiera pasado a cualquiera que fuera feliz con el dinero, ya lo hubiera aceptado desde cuando. Al principio se nos acercaron y nos ofrecieron mucho dinero. Gente del ex gobernador Ángel Aguirre. Como a los dos meses. “Pero yo no quiero nada de lo que me vienen ofreciendo. Ustedes dirán que mi hijo ya está pagado con lo que me ofrecen, pero mi hijo no tiene precio. Que sea la primera y última vez que ustedes vienen acá”, les dije. “Mi hijo no tiene precio”.
Mira, Tryno, desde esa fecha no dejo de sentir a mi hijo. Es como si te hubieran quitado un pedazo de ti. No puedes vivir tranquila ni un segundo. No hay ni un día que tú no pienses en él. Hay días que cualquier cosa me recuerda a él.
No sé si tú creas en eso, pero mi hermano ha visto a mi hijo. “Está vivo –me dice–. Puedo oírlo, pero no lo puedo ver. Lo he visto cerca del mar”.