EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las mujeres de Ayotzinapa (16) Mayra Telumbre

Tryno Maldonado

Diciembre 18, 2018

 

Soy Mayra Telumbre. Soy tía de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre. Uno de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Tengo veintiocho años. Soy de una comunidad que se llama La Estacada, en Tixtla, Guerrero. Vivía en el estado de Morelos, trabajaba en una estética. Mi vida era allá. Mi vida era trabajar para ayudar a mi familia. Esa era mi vida. Pensaba que los políticos eran personas honestas. Desconocía todo lo que ahora sabemos de los políticos. Creía que las personas se manifestaban porque no tenían nada qué hacer. ¿Por qué hacen tanto alboroto? Yo no entendía. No me metía a leer, a cuestionar. Mi vida era el trabajo. Si no trabajaba no comía. Cuando sucedió lo de mi sobrino, dejé todo allá. Mi perro Ciruelo se quedó. Murió.
Mi sobrina la mayor me avisó. Me enteré hasta el día 27 de septiembre de 2014 por la noche. “Mi hermano no aparece. Se lo llevaron los policías”. Pensé que si estaba detenido lo iban a sacar. “Hubo muertos. Mi hermano está desaparecido, no está con los policías”, dijo mi sobrina. Mi tía me enseñó la foto de Julio César Mondragón. La foto que circuló en redes. La foto de Julio sin rostro. Fue ahí cuando comprendí. Fue muy impactante. ¿Por qué tanta saña?, me pregunté. Una no comprende.
Eran como las seis de la mañana cuando dejé mi casa. Arreglé mis cosas y le dije a mis tíos: “Regreso en ocho días”. Así fue que me vine. Encontré a mi hermana llorando. Recuerdo que llegamos a la normal de Ayotzinapa. Mucha gente llorando. Muchas mamás. Estaba lloviendo ese día. En ese entonces nos quedábamos en Ayotzinapa a dormir, a esperar… Mi hermana y yo platicábamos. Probablemente ya vienen caminando. Probablemente estén en el monte, se dispersaron y quizá no encuentren a alguien que los traiga. Van a llegar. Pero eran dos, tres días… Así se nos fue el tiempo. El tiempo ha pasado. Y no lo hemos sentido. Al principio eran todos los días de marchas, días de actividades. Cuando volteé a ver ya había pasado un año. ¡Y yo había dicho que me venía por ocho días! Esos ocho días se convirtieron en tres años. En cuatro años.
El hecho de conocer por todo el país personas que han sufrido, no sólo por desapariciones forzadas, sino personas a las que les han quitado sus tierras, sus trabajos… personas que te dan lecciones de vida. Es muy difícil ver cómo la clase política, la clase burguesa no atiende los problemas de los pobres. No está para apoyarnos. Están para hacerse ricos. Hemos visto también cómo el Ejército ha permitido las desapariciones forzadas, las injusticias. Es triste ver cómo entre nosotros mismos, como sociedad, no nos apoyamos. Creer en la política ahora es tonto.
Que nos digan dónde están. Dónde los tienen a los 43. Tenemos el derecho pleno de saber en dónde están. Justicia implica también castigar a los responsables. Es imposible volver a ser la misma que fuiste: ves una injusticia, por mínima que sea, y ya no te quedas callada. Aprendes a ya no ser un borrego. Piensas. Es parte de hacer justicia. Que casos como éste no vuelvan a suceder.
Todas las mamás te han dicho que no le desean a nadie estar en su lugar. Es como morirte en vida. El limbo. Siempre. Nunca hay un duelo. No sabes si está vivo o está muerto. Es lo más cobarde que alguien puede hacerte. Porque al final no sabes, te tienen siempre así, pensando. No hay comparación para este dolor. Yo perdí mi mamá, al final sé dónde está. Pero este dolor es diferente. Es un dolor que nunca pasa. Es un dolor que siempre está presente. Estás aquí, en la casa, y se te va el sueño. Pensando que Christian ya llega, que si ladran los perros a lo mejor es porque ya viene. En algunas ocasiones mi hermana deja afuera el hilito de la puerta para que Christian entre. No hay dolor comparable. ¿Cómo se puede curar la herida? Hasta que no llegue o sepamos de él, no va a haber nada que cure esa ausencia, ese dolor. Todo el núcleo familiar está afectado. Abuelas, hermanas, tías. Por ejemplo, ahorita Christian no sabe que tiene una sobrina de dos años. Cositas, detalles que no se pueden curar.
A todas partes donde hemos ido ha habido gente que, sin conocernos, se ha quitado el pan de la boca para ofrecérnoslo. Gente que sin ningún interés nos ha brindado su apoyo. Grandes cosas. Gente que ha luchado con nosotras y ha perdido la vida. Como Toño, de Tlapa. Gente que lucha por otras cosas pero que se ha unido por este dolor. Yo conozco a mi sobrino Christian. Es un muchacho muy noble. Si llegara, estaría en deuda con todos los que nos han apoyado, no sólo aquí, sino en otros países. Es importante rescatar esa humanidad. Luchar y saber que eso nos une. Al final somos humanos todos.
Muchas veces, cuando salgo a actividades a otros lados, me fijo en los indigentes. Digo: “A lo mejor por ahí está”. Y voy viendo en la carretera. Cuando me quedo sola en la casa pienso: “A lo mejor llega hoy”. Hay veces en que tengo presentimientos. Hoy llega. Hay días que amaneces con esa sensación. No sé qué haríamos. No sé si lo abrazaría o si me desmayaría. Tanto tiempo que lo hemos buscado… No sé cómo voy a reaccionar.