EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las mujeres de Ayotzinapa (20) Nicanora García González

Tryno Maldonado

Diciembre 10, 2019

METALES PESADOS

 

Yo me llamo Nicanora García González. Tengo 54 años. Mi hijo se llama Saúl Bruno García. De 18 años cuando lo desaparecieron. Mi marido está enfermo, tiene diabetes y ahorita le duelen los pies. No puede caminar, por eso no ha venido. Tampoco puede comer nada de lo que hay aquí. No vaya a ser que se me ponga mal aquí y que ahora yo tenga dos preocupaciones, la de mi hijo desaparecido y la de él. Se llama igual que mi hijo. Son poquitos. Otros dos. Ya todos están casados. Ahorita andamos atrás de éste que anda por acá.
Somos del municipio de Tecoanapa, Costa Chica, Guerrero. Siete horas de viaje hasta acá, a la normal de Ayotzinapa. El clima es fresco. Se da café, mameyes, limones, naranjas, guanábanas. En la casa tenemos unos palitos de café, nomás para el gasto. Nos dedicamos al campo. Sembramos maíz, frijol, arroz. Hago pan para sacar a mi familia adelante. Los domingos voy a traer pescado fresco de Ayutla, como a tres horas en camioneta pasajera y transbordando. Lo compro y lo revendo. Tenemos gallinas, guajolotes, marranos.
Saúl me dijo así: “Mamá, yo me quiero ir a estudiar, me gusta estudiar. Quiero ser maestro. Para que yo te ayude en adelante, para que ya no trabajes mucho”. A él le gusta pintar. Me dijo que después de Ayotzinapa quiere estudiar diseño gráfico. Me dijo: “Terminando mi carrera de maestro voy a trabajar y voy a estudiar”. Y yo le dije: “No, papi. Yo no tengo dinero, pero si tú quieres estudiar diseño gráfico te voy a ayudar con lo que pueda. Estoy dispuesta a ayudarte. Aunque me parta la madre, pero que tú salgas adelante”.
La verdad, no quería que viniera aquí a la escuela. Le saqué ficha para otro lado. Por allá por el Pericón está una normal rural también. Yo no sé por qué pero, en mi presentimiento, en mi corazón, no quería que se viniera a Ayotzinapa. Le dije que nos fuéramos a aquella otra escuela. Fui con él, sacamos ficha, pasó sus exámenes, fueron los maestros a verlo. Su examen estaba muy bien. Todas las preguntas las contestó bien. Y hasta le dijeron que le iban a solicitar beca porque era un niño inteligente. Le estaba echando muchas ganas. Pero nomás no quiso. Me dijo que quería entrar a Ayotzinapa porque acá se venían sus compañeros. Me dijo que si aguantaba la prueba se quedaba y si no, se regresaba. Se vino con uno de sus amigos, Leonel (Castro Abarca). Los dos están desaparecidos.
La hermana de Leonel es mi nuera. Leonel y Saúl son muy amigos. Desde chiquitos. Estudiaron la primaria juntos. A la secundaria también fueron juntos. El bachiller, también en la misma escuela. Se quisieron venir los dos para acá y los dos se quedaron. Se llevan bien. Ahorita, donde quiera que estén, para mí que están juntos. Porque tampoco aparece el muchacho. Tengo la fe en Dios que están vivos, que van a regresar con nosotros y que van a hacer sus sueños realidad. Yo no estoy para cortarle las alas a mi hijo. Si él me dice que va a seguir estudiando, pues adelante, con mucho gusto lo apoyo. Aunque soy pobre, pero voy a ver el modo de ayudarlo.
Me dijo que quería estudiar en México diseño gráfico. En la casa tengo un engargolado, una libreta así de puro dibujo que él hizo. Le dibujó a mi nieta una rosa antes de venirse. Cuando era niño me pintaba las paredes. Me hacía dibujos del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen de Guadalupe. Donde quiera me hacía los dibujitos. Yo le decía “mijo chiquito”. A mis hijos les digo “papi”. Y le pedía: “No, papi, no me rayes aquí”. Pero ya estando el dibujo, pues sí se veía bonito. Todavía le guardo unos dibujos de cuando iba al jardín de niños. Para mí son muy importantes. Cuando llegaba el 10 de mayo siempre me dibujaba una rosa y me escribía un poema. Ahí los guardo todavía.
Yo le decía claro que no viniera a estudiar aquí. No sé por qué, pero quizá mi corazón de madre presentía. Le decía: “Ay, no sé. Algún día que me avisen que te pasó algo… que ya te agarraron… o no sé… Siento feo”. Si te vas a México a estudiar yo me voy contigo y consigo trabajo. No sé de qué, pero yo te voy a apoyar para que estudies.
Casi no nos comunicábamos. Allá en el pueblo no entran las llamadas. No tenemos celular. Salíamos a veces a un cerrito a agarrar señal. Como media hora de camino hacia arriba. Apenas se había venido él a la normal, el 20 de julio del 2014. El 5 de septiembre fue a darse una vuelta a la casa. De ahí a los 15 días otra vez. Y el domingo 28 me entero que les pasó el caso. No tenía ni ocho días que había ido a la casa. Me enteré por el periódico en Ayutla. Como los domingos voy a comprar pescado… Ni me fijé qué periódico era. El chiste es que nomás lo compré porque dijeron que los alumnos de Ayotzinapa tuvieron “un enfrentamiento” o algo así. Y en el periódico estaba la foto del muchacho al que le quitaron todo el rostro. Ay, no. Yo veía que era el cuerpo de mi hijo.
Ya ni almorcé. Desesperada. Le dije al chofer de la camioneta pasajera que ya nos fuéramos. Cuando llegué a la casa mis hijos me dijeron que le avisaron a mi esposo que se viniera a la escuela, que era necesario que estuviera aquí. Él y el papá de Leonel se vinieron caminando. Yo me vine el lunes a las cinco de la mañana porque en Tecoanapa nada más hay una camioneta pasajera.
Todos estos jovencitos que se llevaron son tranquilos, son serios. Mi hijo nunca me agarró cosas en la casa. Ni un dinero. Si quiere algo me lo dice. Pero con mi permiso. Yo siento que así como es mi hijo así son todos los niños que se llevaron. La última vez que platicamos le dije: “Ten mucho cuidado, papi, yo no quisiera que te fuera a…”.