EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las mujeres de Ayotzinapa. Marbella Vargas (26)

Tryno Maldonado

Marzo 16, 2021

METALES PESADOS

 

Soy madre de Édgar Andrés Vargas. Nosotros somos del Istmo de Oaxaca. Édgar nació en Tuxtepec. Nosotros vamos a una iglesia cristiana; a él le gusta mucho la música cristiana.
Teníamos un perro, se llamaba Yogui. Recibía a Édgar cuando llegaba de la escuela y se sentaba encima de él. Era muy alegre, muy juguetón con él. Pero desde que Édgar no está en la casa, se empezó a poner triste hasta que se murió.
Yo me dedico a la casa, mi marido es profesor de primaria. Mi hijo quiso ir a Ayotzinapa. Mi esposo no quería; “no, eso está bien lejos”, dijo. No conocíamos. Pero mi hijo tiene un primo que lo convenció de ir a presentar el examen. Como casi no salíamos, a Édgar no lo dejábamos ir solo, aunque ya estaba grande. Tenía 17 años cuando fue a presentar el examen en Ayotzinapa. Fue mi esposo con él a sacar la ficha. Después vio por internet que sí había quedado. Su primo no quedó.
Cuando pasaron las cosas, mi esposo me dijo: “Mejor ni se hubiera quedado”. Si nosotros hubiéramos sabido que iba a pasar eso… Nadie lo sabía.
A mí ya me habían dicho que las pruebas eran muy duras. Yo le pedí mucho al Señor para que mi hijo resistiera. Gracias a Dios pasó. Cuando llegó a la casa todavía yo lloré porque lo vi muy delgado. Pelón, pero bien delgado. Y hasta negrito, negrito. No sé… lloré mucho. Su papá también lloró. No sabíamos que así quedaban después de la prueba. “¿Por qué estás así, mijo?”. Él nos abrazó y lloró. Nos abrazamos y lloramos los tres.
Se quedó un día. Le hice enfrijoladas, le gustan mucho. El viernes en la tarde tenía que salir otra vez para Ayotzinapa. Lo fuimos a dejar a Salina Cruz. Se comió una orden de tacos y una torta cubana. De las grandes. Pero mucha hambre tenía. Todavía estábamos riendo con él. Tomó el camión para Acapulco, de ahí se fue para Chilpancingo y luego la Urvan a Tixtla.
Me comunicaba con él por teléfono. Cuando no tenía él saldo me comunicaba por mensaje. Me pedía 20 o 30 pesos de saldo. Siempre hablaba por teléfono. Yo le decía “Mijo, ten cuidado, no salgas tan noche. Por ahí es peligroso”. Y ese día que le pasó eso, el viernes, él llamó como a las ocho de la noche. Estuvo platicando primero con su papá. Ese día le dije que como el 20 de diciembre iba a ser su cumpleaños, le íbamos a hacer una tardeada con sus amigos y sus amigas. Como nunca le hacemos su cumpleaños… porque no le gusta. “Entonces quiero que me mate tres vacas”, dijo. Y nos estuvimos riendo. Siempre hace sus bromas. Ya después me dijo que mañana nos hablaba porque iba a salir. No nos dijo a dónde iba a ir.
Y ya. Pasó todo. Y ya.
Esa noche yo no podía dormir. Estaba muy inquieta. Me sentía muy mal. Sentía no sé qué cosa. Mi esposo ya estaba dormido en la hamaca, yo no me podía dormir. Me fui a tomar una pastilla. Como que me dolía la cabeza… no sé. Y me fui a acostar.
No sé como a qué horas escuché que mi esposo estaba hablando por teléfono. Un compañero de la escuela. Era un compañero de Édgar. Le estaba diciendo a mi esposo cómo le dispararon a Édgar en la cara. Le estaban diciendo que lo habían llevado sus compañeros a una clínica particular ahí en Iguala. Uno de los militares lo fueron a quitar de ahí. Los militares le estaban tomando fotografías y no sé qué tanto.
Mi esposo le decía al compañero de Édgar que no fuera malito, que no lo dejara solo, que lo llevara al hospital. Que buscara un taxi que lo llevara, pero le dijo el chamaco que los taxis no los querían levantar. No lo dejes solo, no seas malito, le decía mi esposo. Y él le dijo que le iba a pasar el teléfono a Édgar. “Háblele usted”, le dijo. “Porque él no puede hablar”.
Que sea fuerte. Que aguante, le dijo mi esposo. Que él no está solo. Que nuestro señor Jesucristo está con él y no lo va a dejar.

@tryno