EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Las series televisivas edulcoran la violencia?

Federico Vite

Marzo 12, 2019

La historia reciente de Los Ángeles se caracteriza por la violencia y por los disturbios raciales. En marzo de 1991, un taxista negro llamado Rodney King fue golpeado brutalmente por cuatro policías blancos. El problema no fue la paliza en sí sino que un vecino, George Holliday, grabó ese hecho y lo hizo público. Las imágenes de guardias blancos atacando con toletes a un afroamericano dieron la vuelta al mundo. Al año siguiente, en abril de 1992, se realizó un juicio estatal y el jurado consideró que los policías no fueran culpables de la golpiza y los exoneraron a pesar de que a todas luces se trató de un abuso de autoridad y obviamente de un ataque racista. El veredicto de inocencia a favor de los cuatro policías blancos detonó una serie de disturbios monumentales en Los Ángeles. Hubo más de 10 mil detenidos; más de 2 mil 300 heridos y murieron aproximadamente 60 personas. Seis días de violencia: asaltos, asesinatos, violaciones, venganza. Brutalidad pura. Muchas bandas aprovecharon esas 144 horas para saldar cuentas y eliminar a varios de sus oponentes. La policía no se dio abasto para controlar la situación. Este laboratorio social fue escogido por Ryan Gattis para escribir su novela All involved, publicada en español como Todos involucrados (Traducción de Javier Calvo. Seix Barral, España, 2016, 494 páginas).
El escritor escogió 16 voces masculinas y una femenina para narrar los sucesos que convirtieron a Las Ángeles en una ciudad sin ley. Gattis nació en Illinois, se crió en Colorado y ha residido en Japón, Inglaterra y otros lugares. Volvió a Los Ángeles y decidió que necesitaba contar algunas de las historias ocurridas en esos seis días de brutalidad; aunque el verdadero motor de esos hechos es la recesión económica, el desempleo, las drogas, la falta de opciones laborales para los jóvenes, la mala administración de la justicia y, como en el caso de Rodney King, el racismo.
Gattis entrevistó a varios bomberos, algunas enfermeras, comerciantes y varios policías. Personas que participaron en aquellos días de violencia. Cada narrador tiene un punto de vista distinto de aquellas horas, pero todos comparten un hecho: el resentimiento. La novela se centra en el barrio de Lynwood, al sur de la ciudad, escenario pobre y densamente poblado. Obviamente, los personajes de All involved están desesperados, ansiosos y hambrientos. Todos ellos tienen un motivo definido para recurrir a la violencia, pero esta novela no se enfrasca en las vidas de los personajes (algunos son pandilleros y forman parte de las bandas del centro de Los Ángeles, otros son bomberos, comerciantes coreanos, latinos); en general, se trata de individuos que padecen los estragos de una revuelta civil y toman decisiones para sobrevivir. Cada narrador da su versión de los hechos en primera persona del singular. No es un libro sobre los disturbios ni una crónica sino una obra de ficción motivada por los testimonios de algunos testigos.
El libro está muy bien entramado, se notan los motivos de los personajes y las consecuencias de estos actos. Las limitaciones que detecto son de otro tipo. Al estar narrado desde la primera voz del singular, cada personaje limita sus actos al verbalizarlos, al justificar su discurso. Eso le da un toque artificial al relato. Cito un fragmento: “—Soy el informador confidencial. —Y a continuación tengo que dar mi número de identificación, y lo doy, para que vean que estoy en la base de datos, y después me pongo a susurrar a toda madre—: Llevo dos días llamando y ya sabes que no dejan mensajes […] ”. Esto ilustra lo explicativo del recurso usado por Gattis, pues el monólogo (flujo de consciencia) es torpe y repetitivo. Es torpe porque Gattis aún no sabe usar con habilidad esa herramienta. La destreza narrativa radica en el dominio del oficio. El abuso del monólogo muestra que el autor aún afina sus mejores recursos. Pero eso no importa, porque All involved será en corto plazo una serie de televisión. HBO ya está produciendo ese proyecto. ¿Será que las series televisivas edulcoran la violencia? Pienso en The wire y el libro: Homicide: a year on the streets killing. Ambos de David Simon.
Noto que el autor se dedicó en cuerpo y alma a destacar la violencia como una manifestación del odio racial. Eso es un acierto, aunque también hay lugares comunes en el libro, elementos que atrapan literalmente a la audiencia: sexo, crímenes y persecuciones repletas de acción al estilo The fast and the furious. Esencialmente pura vendetta. Insisto, en este libro hay técnica y decoro literarios, pero poca hondura sicológica y quizá lo peor es la repetición de un esquema nacido de las series policiacas: productos que ya son un canon literario y propician que algunos autores, como Gattis, conciban las novelas como guiones o escaletas. Ese tipo de escritores soslayan los poderes de la literatura; aunque mejor dicho, sacrifican los alcances literarios de su pluma por las lisonjas audiovisuales.
Gattis no está interesado en explicar lo que ocurrió en Los Ángeles sino en mostrar las ventajas del hampa para cumplir sus metas de manera expedita. Quizá el punto central del autor es que la violencia conlleva muchísimas consecuencias y cada personaje se encuentra, por su condición de ciudadano de segunda categoría, en franca indefensión y se une a la ola violenta para no morir (toda una paradoja).
El autor aborda la historia de las bandas callejeras como un problema de migración. Y ofrece una buena lectura del sistema de gobierno de esas huestes; por ejemplo, las bandas chinas están jerarquizadas, las italianas reproducen la mafia, las latinas rivalizan, las coreanas son muy secretas, cada una es distinta. Todas tienen códigos de conducta, de lenguaje y eso trató de capturar el autor, el caló de cada gueto. Cosa que no puede apreciarse en una traducción española saturada de madrilismos. En inglés, este volumen suena diferente (la eufonía del fraseo es importante) pero tiene la misma debilidad que en español: falta pericia en el flujo de conciencia. Aparte de esto, sé que la lectura no es un deporte, como lo pregonan los organizadores de la Feria de Libro Internacional y Popular de Acapulco (aunque debería ser Feria Internacional y Popular de Libro Acapulco). Que tengan buen martes.