EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las vacunas y su historia (Tercera parte)

Fernando Lasso Echeverría

Febrero 05, 2019

 

Las vacunas, ese mecanismo de defensa artificial tan útil en contra de diversas enfermedades que azotaban a la humanidad hasta hace poco tiempo, fueron creadas a partir de la última década del siglo XVIII, cuando el médico británico Jenner ideó la vacunación contra la viruela, padecimiento viral que causaba epidemias cíclicas en todo el mundo, provocando miles de muertes cada vez que aparecía.
Casi cien años después, el químico francés Louis Pasteur –después de terminar con el viejo mito de la generación espontánea bacteriana– e inspirado en el hallazgo de Jenner, logró otros avances en este importante campo de la medicina, descubriendo las bacterias que causaban el cólera aviar y la erisipela porcina, que afectaban enormemente la producción avícola y porcina en Europa, y creó las vacunas que suprimían o disminuían estas zoonosis.
Pero Pasteur hacía otras investigaciones, entre ellas estaba, la indagación sobre la rabia, otra enfermedad propia de animales muy importante para la humanidad, ya que causaba muchas muertes anualmente en todo el mundo, en personas mordidas por animales enfermos; estas exploraciones en este campo, lo llevaron a crear la vacuna antirrábica que después de haber sido elaborada y mejorada a través de los años, ha salvado miles de vidas en todo el mundo año con año.
Al mismo tiempo, el doctor Koch –investigador alemán contemporáneo de Pasteur– trabajando sobre la tuberculosis, descubrió el microbio que causa esta enfermedad –llamado actualmente bacilo de Koch en su honor– y posteriormente descubrió también el que produce el cólera, en una epidemia de esta enfermedad ocurrida en la India en 1883. Con las observaciones que hizo este médico, dedicado a la investigación bacteriológica, desarrolló las siguientes premisas: a) que las bacterias deben considerarse causantes de la enfermedad, cuando siempre están presentes en los casos de esta enfermedad, y b) estas bacterias, se pueden aislar y cultivar, y producen la misma enfermedad cuando se introducen a un organismo sano; con estas deducciones, llamadas posteriormente postulados de Koch, este investigador sentó las bases para proceder al rápido descubrimiento de otras bacterias causantes de enfermedades.
Y así sucedió posteriormente; basándose en los principios de investigación de Koch y Pasteur, múltiples científicos en el mundo, continuaron trabajando febrilmente en la investigación bacteriológica; primero, en la búsqueda y el hallazgo de los microbios que causaban enfermedades en los humanos, y después, intentando la creación de nuevas vacunas que impidieran que en los vacunados, aparecieran estas enfermedades tan temidas por las sociedades de aquellas épocas.
En la década de los 80s del siglo XIX, el cubano Carlos Finlay haciendo investigaciones de campo sobre la fiebre amarilla, intuye y publica que esta enfermedad es transmitida por un mosquito, hecho confirmado hasta 1900, cuando Walter Reed un médico norteamericano ubicado en Cuba lo comprueba, al experimentar con soldados la hipótesis de Finlay;.
Klebs descubre el bacilo de la difteria y Löeffler logra cultivarlo; en 1888, Roux y Yersin, hallaron que los síntomas de la difteria eran motivados por la acción de una toxina secretada por el bacilo de la difteria y Kitasato y Knud, identificaron la toxina del bacilo productor del tétanos.
Dos años después, Emil Von Behering –colaborador de Koch– confirma en la última década del siglo XIX, que los bacilos de la difteria desprenden toxinas, y descubre que contra estas, se forman en la sangre de los enfermos unas antitoxinas que inmunizan frente a nuevas infecciones. Basándose en este descubrimiento, desarrolla en 1892 la seroterapia, hecho que lo convierte en el fundador de la inmunología. Su suero (una antitoxina diftérica muy primitiva), que se empezó a comercializar localmente en el año mencionado, no sólo proporcionaba inmunidad frente a la infección, sino contribuía a combatir a ésta si ya se había iniciado, resultados que le hacen obtener el premio Nobel por sus trabajos, en 1901, año en el cual se entregaron estos premios por primera vez.
A principios del siglo XX, el entusiasmo por el desarrollo de nuevas vacunas, se vio parcialmente frenado a consecuencia de los espectaculares resultados obtenidos con el uso de sueros específicos, como el antidiftérico ya mencionado y el antitetánico. El primer intento de crear y usar toxinas modificadas contra la difteria y el tétanos, data de 1904, cuando Lowenstein en Viena y Glenny en Londres destoxificaron con formol las toxinas tetánica y diftérica respectivamente, y aunque lograron demostrar que este tratamiento no modificaba su actividad antigénica ni su actividad protectora en animales, inexplicablemente nunca la probaron en humanos. Otros investigadores como el mismo Behering, continuaron intentado crear una toxina diftérica “debilitada” mezclada con antitoxinas, que mejor que la creada años antes, indujera buena respuesta inmunológica sin causar toxicidad en el individuo que recibía la muestra; comprobados sus eficaces resultados en modelos experimentales, en 1913 se utilizó en humanos demostrándose su efectividad en ellos y generalizándose su uso en Europa y Estados Unidos hasta 1933.
Es útil mencionar que dentro de los preparativos bélicos llevados a cabo antes de la segunda guerra mundial (1939), hechos por los países que intervinieron en ella, incluyeron la vacunación antitetánica para sus soldados, pues era recordado el gran número de casos de tétanos, que hubo en los heridos durante el desarrollo de la primera conflagración mundial, lo cual nos indicaba que las vacunas también sirvieron en su momento, para evitar “bajas” en las filas de los ejércitos, por motivos ajenos a las armas.
También en los inicios del siglo XX, Fritz Schaudinn y Erich Hoffmann, descubrieron en 1905 el agente causal de la sífilis, enfermedad que equivalía al actual sida de ahora, por ser una enfermedad muy estigmatizante de transmisión sexual, que provocaba un grave rechazo social de los enfermos; Howard Taylor Ricketts, descubrió en 1908 el agente causante del tifo exantemático, que causaba tantas epidemias en el mundo. Por otro lado, en los últimos años del decenio de los años 30 y durante la década de los 40, se trabajó activamente en la elaboración de una vacuna contra la tosferina, otra plaga que afectaba fundamentalmente a la población infantil en todo el mundo; Sauer, Kendrick y Eldering prepararon las primeras vacunas contra esta enfermedad, con bacterias de aislamiento reciente, que se cultivaban en un medio sólido con sangre y se cosechaban raspando la placa, observándose que se necesitaba una dosis elevada de bacterias para lograr inmunización; ello les llevó a comprobar el efecto inmunizante de su biológico mediante pruebas serológicas in vitro, hecho considerado una aportación importantísima en la elaboración de las vacunas. Es de recordarse que a partir de 1950 se inició la vacunación con vacuna triple o DPT, constituida por los toxoides contra la difteria y el tétanos, unidos a células del bacilo de la tosferina precipitadas con alumbre, actividad que fue disminuyendo paulatinamente estas enfermedades en la niñez mexicana.
Pero merece mención que para muchas enfermedades nunca se encontró la vacuna para neutralizar la enfermedad en forma preventiva, porque poco tiempo después, se inició la quimioterapia para enfermedades causadas por bacterias, con medicamentos creados en laboratorios de investigación, hecho que disminuyó el esfuerzo por lograr este tipo de biológicos preventivos, pues se consideró en el momento, que las propiedades curativas de estos medicamentos eran ilimitadas; y así apareció el Salvarsán para la sífilis en Alemania en 1910; posteriormente las sulfamidas (sulfatiazol y sulfadiazina) creadas por el también alemán Domagk, a finales de la década de los años 20 y comercializadas en la década siguiente.
Luego, la “milagrosa” penicilina del inglés Fleming que fue administrada por primera vez en 1941 por Florey y Chaín, curando espectacularmente casos de sífilis y gonorrea, así como neumonías y otros problemas serios de vías respiratorias, que causaban gran mortalidad en la población mundial, antes del advenimiento de este antibiótico; la siguió la estreptomicina –de Waksman– en la misma década, antibiótico enfocado para la tuberculosis, pues se había comprobado que la penicilina no funcionaba contra esta enfermedad. Luego vino el descubrimiento del cloranfenicol, las tetraciclinas, la eritromicina y toda una legión de antibióticos, que se popularizaron y enriquecieron la terapéutica antimicrobiana a partir de la década siguiente.
Sin embargo, la curación de los padecimientos virales estaba inalcanzable a través de medicamentos, y por ello, muchos investigadores continuaban intentando las vacunas para prevenirlos, y es hasta 1939, cuando el médico sudafricano Max Theiler, logra una vacuna muy efectiva contra la fiebre amarilla, la cual continúa siendo usada ampliamente en las regiones mundiales que siguen con este padecimiento en su medio ambiente etc.
En los inicios de la segunda mitad del siglo XX, fue creada una vacuna antipoliomielítica por el doctor Jonás Salck, la cual había sido probada en grandes muestras de población infantil, con éxito indudable, pero era de aplicación intramuscular y había que revacunar en varias ocasiones para lograr inmunidad; esta enfermedad, que a través de la historia mundial, había causado miles de muertes infantiles y otro tanto de secuelas paralíticas en estos grupos, por fin había sido contrarrestada con un biológico; sin embargo, casi al mismo tiempo, otro científico norteamericano de apellido Sabin, logra otra vacuna contra el mismo padecimiento, que superaba claramente a la de Salck porque –entre otras razones– su administración era oral; con ella, se logró hacer realidad la erradicación –antes de que finalizara el siglo XX– de este padecimiento tan temido por las familias con niños.
Igualmente, en 1946 Enders desarrolla una vacuna contra el virus de las paperas, aunque es una vacuna que nunca se aplicó en forma masiva en la población, quizá por la benignidad del padecimiento y el alto costo comercial del biológico. Posteriormente, el mismo Enders con Peebles como colaborador, aislaron –también a mediados del siglo pasado– el virus del sarampión en la Universidad de Harvard, a partir de un paciente de apellido Edmonston y ahí mismo, el virus fue adaptado por Milovanovick para que creciera en embrión de pollo, y esa cepa fue la precursora de todas las que hasta ahora se han usado para fabricar vacunas contra este padecimiento.
El origen de esta enfermedad se pierde en la historia de la humanidad, pero fue descrita por primera vez por el filósofo y médico árabe Rhazés antes del año 1000 de nuestra era, quien la diferenciaba en sus textos claramente de la viruela; hasta antes de la conquista de América, este continente estaba libre de sarampión, padecimiento que fue traído por los españoles y que contribuyó –como la viruela– a facilitar la derrota de los americanos originales, por las huestes españolas, inglesas y portuguesas. El virus del sarampión, es un microbio con un patrón de transmisibilidad del 100 por ciento en poblaciones que nunca han tenido contacto con él, y puede provocar la muerte de infantes por medio de complicaciones nada raras, como el sarampión hemorrágico, la neumonía bacteriana agregada al padecimiento original, y las encefalitis.
Esta enfermedad antes de los cincuentas, fue una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en la población infantil de México. La última epidemia ocurrió en México entre 1989 y 1990, y provocó más de 80 mil casos y 8 mil defunciones en la República. A partir de 1991, gracias a las actividades masivas de vacunación en el país, inicia una tendencia claramente descendente, que en 1995, se coronó con la cifra histórica de sólo 12 casos confirmados en toda la República. Sin embargo, se debe recordar que la vacuna es efectiva sólo en un 95 por ciento y que aún existe por lo menos un 5-7 por ciento de menores de 5 años que no han sido vacunados; esto podría causar un desplazamiento de la enfermedad, hacia grupos de mayor edad, pues con el tiempo, puede confluir una masa de individuos no inmunes, y desencadenar la transmisión del virus.
En síntesis, la vacunación con productos creados y mejorados a través de los siglos, es una de las acciones de salud pública más exitosas que actualmente realizan la mayoría de los servicios de salud mundiales coordinados por la OMS. Fue en 1939, cuando se informaba en México, que el Laboratorio del Instituto Nacional de Higiene, tenía la capacidad de elaborar todos los sueros y vacunas conocidas y manejadas en el mundo, sin embargo, las actividades de vacunación era parciales y limitadas en nuestro país, pues no existían recursos materiales ni económicos suficientes, ni la infraestructura sanitaria adecuada para cumplir con actividades de vacunación masiva; a pesar de eso, en la década de los 40, hubo una cruzada nacional de vacunación contra la viruela, que tuvo excelentes resultados, pues en 1951, se registró el último caso de este padecimiento en nuestra nación; vale la pena recordar la gran colaboración del magisterio nacional, los ayuntamientos y el mismo Ejército en este movimiento sanitario.
La vacunación masiva con cierta planeación, se inició en los inicios de la década de los 60s, con vacuna contra la parálisis infantil, sin embargo, también limitada a las principales poblaciones urbanas del país, por lo que pensar en erradicación del padecimiento era sumamente irreal; fue en 1973 cuando se inician en México las actividades formales y planeadas de vacunación a través del Programa Nacional de Vacunación, con cinco biológicos: la sabin, el DPT, la antisarampión, la BCG y el toxoide tetánico; luego siguieron los Días Nacionales de Vacunación, más tarde las Semanas Nacionales de Vacunación y en la actualidad, las Semanas Nacionales de Salud con mayores actividades sanitarias, que lograron la erradicación o minimización de varios padecimientos prevenibles por vacunación. Los resultados obtenidos en el país en el campo de las inmunizaciones, a través de estas diversas estrategias han sido francamente espectaculares y su experiencia ha servido para otros países.

* Ex presidente de la Socidad Médica de Chilpancingo, del Co-legio Médico Estatal y del Cole-gio de Médicos Graduados en Salud Pública.