Silvestre Pacheco León
Junio 06, 2022
Parte de la cultura priísta que resulta difícil cambiar es la que se expresa en muchos mexicanos acostumbrados a que el gobierno les haga todo, sin idea de que los cambios de verdad nos ocupan a todos.
Por eso el otro lastre es la indolencia de muchos ciudadanos que siendo víctimas de atropellos por empleados o funcionarios públicos prefieren rumiar su malestar o desencanto sin dar el paso decisivo para defender sus derechos.
Somos muy dados a criticar al gobierno de todo lo que está mal sin darnos cuenta de que hay una confabulación entre los empleados y funcionarios corruptos que quieren que nada cambie porque de eso viven.
En días recientes he vivido de cerca experiencias familiares y de conocidos sobre lo enunciado que merecen ser expuestas para que el lector haga su propio análisis.
En el programa Sembrando Vida hay un sector numeroso de la tercera edad que se educaron en aquella cultura priísta en la que el trato del gobierno con el ciudadano era de manera clientelar.
Como no era común que los apoyos gubernamentales se generalizaran como ahora, aquellos que tenían la suerte de recibir algún beneficio se creían merecedores de eso y más y así se comportaban tratando de sacar el mayor provecho sin aportar su parte porque todo se resolvía enviando a fondo perdido el gasto respectivo.
Desde luego, era la manera oficial de corromper a los ciudadanos con dinero público para que nadie se sintiera limpio y con derecho a protestar.
Esas conductas son las que están apareciendo en los grupos de campesinos que tienen la noble tarea de reforestar el país, dificultando con su conducta el compromiso de crear un nuevo bosque.
El sector aludido quiere continuar con las viejas prácticas de que todo vaya a fondo perdido, que se planten los árboles para cumplir la meta sin preocuparse de que se mantengan vivos y que crezcan sanos. Quieren que siga la simulación como antes y solo esperar su pago mensual.
Por fortuna, entre esos grupos hay una nueva generación de jóvenes con formación distinta a la de sus padres que son quienes están asumiendo los retos, tomando en sus manos las bondades del programa que nos convertirá en una potencia mundial en reforestación.
Muchos de esos grupos han visto las ventajas de hacer compras consolidadas de los insumos requeridos y se proponen construir sus propias redes de comercialización para realizar el excedente, contemplando el trueque como método de intercambio.
El otro tema se refiere al sector salud, uno de los más abandonados en perjuicio de todos.
Recojo dos experiencias recientes para tener idea de la dinámica que vivimos post pandemia.
Una amiga jubilada del IMSS llega a Urgencias solicitando la extracción de una espina de pescado atorada en la tráquea. El médico y la enfermera hacen lo imposible para evitar el acceso de la trabajadora jubilada con el pretexto de que no trae consigo su carnet de derechohabiente pero ella confiada de que la enfermera la conoce le advierte que sabe que tiene el derecho de ser atendida. Así, de mala manera la atienden.
Cuando salió curada concluyó que el pretexto del médico para atenderla se debía a la carencia total de material para el servicio. Al profesional de la salud le parecía más fácil rechazar a la paciente que buscar unas pinzas y una lámpara para proceder con la operación.
De ese tamaño parecen ser las deficiencias en el servicio del que pensábamos que estaba mejorando por el incremento de la inversión para el ramo en el que insiste el presidente con mucha frecuencia.
Otro caso que habla de la misma crisis se presentó en la misma clínica del IMSS con el dentista del turno matutino, una persona eficiente y atenta que careciendo de asistente se las ingenia para hacer también esa parte del trabajo, sin embargo y pese a su buena disposición, carecía de amalgama para hacer una curación.
Apenado justificaba la situación explicando que apenas se está recuperando el servicio dental después de la pandemia y por eso la escasez del material.
El paciente quiso ejercer su derecho acudiendo con el director para exponerle la experiencia vivida y solicitarle su intervención para conseguir el insumo.
En efecto, el director no solo reconoció la carencia en el servicio dental, sino que después de explicarle al derechohabiente que la dirección no era el canal indicado para atender la necesidad del dentista solo insistió en que la escasez en la clínica era general, incluso de personal, mostrando una lista de 16 plazas sin cubrir.
Sincero, el director opinó que no ha cambiado nada en el IMSS (y su opinión personal era que nada cambiaría) a pesar de lo que el gobierno federal informa en las conferencias mañaneras.
Se trata pues de una experiencia en la que contrasta el compromiso del dentista con sus pacientes con la indolencia del médico de Urgencias y la pasividad del director.
El otro caso de salud sucedió en la clínica de Chilpancingo del mismo IMSS.
–No hay señora –le dijo el director de la clínica a la paciente que reclamaba el servicio de una enfermera para que la auxiliara.
El caso era patético porque la enferma recién operada y hospitalizada sufría por el dolor de la columna y no podía voltearse por su cuenta. Eran las 5 de la mañana cuando la enferma requería la ayuda y no había una sola enfermera en todo el hospital. Se resignó pensando que faltaba poco tiempo para la llegada del nuevo turno, pero después de checar las enfermeras desaparecieron de la escena.
Hasta el vigilante opinó que se carecía de personal y que las enfermeras estaban cansadas porque se les obligaba a doblar turno.
Ante esta realidad que se niega a cambiar por tantos lastres, el único antídoto es la participación popular, porque mientras no pasemos de quejarnos solamente lograremos el desahogo personal y nada cambiará.
Pero el cambio está precisamente en nosotros, en nuestra actitud para no permitir vejaciones a nuestros derechos.
Necesitamos cambiar de actitud e ir más allá del enojo hasta llegar a la denuncia.
El presupuesto que el gobierno ejerce es de todos, no de los vivales que se benefician con la situación creada.
Ahora tenemos como herramienta a la mano las redes sociales cuyo poder es inusitado.
No nos guardemos ninguna queja y denunciemos a los funcionarios corruptos. Debemos combatir a la mafia que sigue en el gobierno hablando mal de los cambios y oponiéndose a ellos.
Debemos combatir a los funcionarios que simulan servir a los demás pero viven sirviéndose de otros.
No hay pretexto para justificar la falta de personal y medicina en la salud pública.
Tenemos que comprometernos a combatir la actitud traicionera de los falsos servidores públicos notificándoles que ya todo cambió para que se vayan.
La exigencia de respeto a nuestros derechos y la denuncia contra los funcionarios que se niegan al cambio es el antídoto que debemos emplear para terminar con esos lastres.