EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Lázaro y Benito

Florencio Salazar

Marzo 19, 2019

El 18 de Marzo se conmemoró el 77 aniversario de la expropiación petrolera, y el 21 de este mismo mes Benito Juárez habría de cumplir 213 años de nacido en San Pablo Guelatao, Oaxaca.
La historia nacional se va desdibujando. En vez de petróleo Pemex tiene créditos por cubrir, a grado tal que es la petrolera más endeudada del mundo.
Lázaro Cárdenas representa el momento cenital de la Revolución Mexicana, una vez que Plutarco Elías Calles –tras el asesinato de Álvaro Obregón–, apaciguó a los caudillos y emprendió la ruta de las instituciones.
Sin duda, el héroe mexicano con el mayor número de monumentos, plazas, avenidas, escuelas, es El Impasible.
Cárdenas y Juárez se vinculan en la vertiente liberal, independentista y de reivindicación de la soberanía nacional. Junto con Morelos, son las biografías de la Historia de México, representativas de sus tres grandes etapas.
La historia es el principal fermento de la cultura cívica cuando una y otra se entrelazan para otorgar valores que identifican a una nación. Hablamos de una historia viva, cuya narrativa se expresa en el arte y en la cultura popular, hasta convertirse en imaginario colectivo.
El régimen de la Revolución sustentó su legitimidad política en la ideología del Nacionalismo Revolucionario, escriturándose los vencedores la épica nacional.
Durante el periodo del desarrollo estabilizador, hasta la presidencia de José López Portillo, México fue un país cerrado a la economía internacional. El ingreso al acuerdo arancelario (GATT) y luego al Tratado de Libre Comercio (TLC), incorporó al país a la globalización.
Llegaron inversiones extranjeras masivas, creció el capitalismo criollo, México se urbanizó, pero también creció la desigualdad social. Y entre un pasado bucólico y un futuro de rascacielos, la educación cívica fue suprimida de los programas escolares y la historia quedó como un barniz sobre nuestras raíces.
No es de añorarse el monopolio de Pemex. Una sociedad abierta exige libertad de mercados y ella significa relaciones económicas y políticas globales. Ese es el mundo de hoy. Pero su fracaso, el fracaso de Pemex, es también el fracaso de un símbolo de afirmación mexicana.
Reformar el Artículo 82 Constitucional para reconocer a las iglesias como asociaciones religiosas y otorgar el voto activo (votar pero no ser votado), a los ministros de culto, acabó con la simulación sobre la observancia a una ley que todo el tiempo se estaba violando.
Institución nacida hace dos mil años, la Iglesia pasó del martirio a las catacumbas y del poder terrenal a la subordinación al Estado. No obstante, al igual que los partidos políticos, siguiendo la línea de pensamiento de Duverger, la Iglesia católica como institución conserva “las huellas de su infancia” y por ello, cada vez que puede, se expande a costa del poder temporal.
Es correcto que la soberanía nacional hoy esté obligada con las convenciones internacionales en materia de derechos humanos. Pero sobre la laicidad del Estado, el triunfo de la República juarista debe ser intocado. El gobierno del presidente López Obrador no debe otorgar concesiones de radio y televisión a las iglesias. La moral pública es resultado de la educación y del combate a la impunidad, no de homilías.
Sin dogmas, la historia es ruta y esquivarla o desconocerla nos hará un pueblo de ciegos en el que sólo quedaría esperar que resucite Lázaro y hacer coro a la voz potente de Eugenia León: “Porque si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría, otro gallo cantaría, la Patria se salvaría, México sería feliz, muy feliz”.