Jorge Zepeda Patterson
Marzo 21, 2005
No permitamos que el desafuero y sus secuelas, que habrán de explotarnos en la cara a principios de abril, arruinen el merecido descanso que ahora inicia. Salvo que usted sea diputado o asesor de López Obrador, le sugerimos sumergirse en un libro playero en los próximos días y pretender que no tenemos más escándalos policiacos ni infamias públicas o privadas que las que se relatan en una buena historia de detectives. De hecho, para no desentonar con el estado actual de la vida política, no hay mejor lectura que una buena novela negra. Por ejemplo:
“Billy Purdue era pobre, pobre y peligroso, a lo que, por si fuera poco, se añadía cierto resentimiento y frustración. En él la amenaza de violencia siempre era inminente. Billy Purdue no necesitaba buscar pelea. La pelea lo buscaba a él… habría provocado una pelea en un cónclave cardenalicio con sólo echar un vistazo al interior de la sala… La navaja de Billy Purdue se hundió un poco más en mi mejilla y un hilo de sangre me recorrió la cara… Probablemente tratar de hacerle una llave no había sido buena idea. De hecho, en la escala de buenas ideas, se situaba en algún punto entre votar a Ross Perot e invadir Rusia en invierno”. El que escribe es John Connolly, un escritor irlandés de excepcionales novelas negras herederas de las mejores obras de los clásicos Dashiel Hammett o Raymond Chandler.
En México se pueden encontrar en editorial Tusquets Todo lo que muere y El poder de las tinieblas, ambas novelas sobre Charlie Bird Parker un ex policía convertido en detective. Al igual que Sam Spade o Philip Marlowe, los detectives a lo “Humphrey Bogart” de las novelas de aquellos clásicos, Parker también es un investigador medio alcohólico, cínico y con el alma perdida, pero con una ética a prueba de crudas y fatigas. La diferencia con las novelas de los años treinta, es que nos separan muchas décadas de cine sobre asesinos en serie y varias temporadas de CSI en televisión. Sin perder el lenguaje duro e ingenioso de los maestros del género, la lectura de los libros de John Connolly es una experiencia fuerte; recomendable sólo para aquellos que tienen el estómago firme y un humor negro inquebrantable.
El sueco Henning Mankell, en cambio, desarrolla elegantes y cerebrales novelas de policías con el mínimo derramamiento de sangre. En sus libros hay muy poca violencia y mucha estrategia de parte de Kurt Wallander, un inspector de policía con problemas de sobrepeso y corazón débil Los libros de Mankell se han convertido en motivo de culto por razones difíciles de precisar. Quizá por la nostalgia escandinava que destilan, los paisajes nevados que describe y la narración detallada sobre la vida de los suecos. Hace un par de años crucé las ciudades de Malmo e Ystad, en el sur de Suecia, zona en donde “reside” Wallander, y no pude evitar una sensación deja vu al reconocer las calles y plazas perfectamente descritas en sus libros. En cierta forma, los textos de Mankell constituyen la mejor manera de viajar por estas tierras si uno no quiere pasar fríos o gastarse una buena pasta. Leer, también en editorial Tusquets, Los perros de Riga, La quinta mujer, La leona blanca, Pisando los talones, Asesinos sin rostro o cualquiera de los libros de Mankell representa un curso meticuloso de investigación policiaca por vía distinta al uso de chile piquín y agua de Tehuacán.
Por lo demás, el autor mismo es un personaje fascinante. Durante seis meses al año escribe en su tierra estas largas y deliciosas novelas que le han dado fortuna y celebridad. Y los seis meses restantes los pasa en Mozambique derrochando ambas (fortuna y celebridad) en una pequeña compañía de teatro que sostiene y dirige y en una esforzada cruzada en contra del sida africano.
En el mismo género de los libros de Mankell, se encuentran los de Patricia Highsmith, una autora tejana, creada en Nueva York, pero residente la mayor parte de su vida como reclusa en Europa. El personaje de sus novelas, Tom Ripley, es el asesino más famoso en el género de la novela negra (editorial Anagrama ha publicado más de una docena de títulos de esta autora). Ripley es un coleccionista de arte, culto y refinado, que asesina por encargo. La trama suele ser un cuidadoso montaje de parte de Ripley para realizar sus misiones con la mayor elegancia posible, el mínimo de violencia y absoluta seguridad. Es un personaje que ha sido llevado al cine en media docena de ocasiones, las dos últimas protagonizado por John Malcovich y por Matt Damon. Los libros de Highsmith transcurren en un mundo con bases morales inciertas, en las que Ripley encarna un curioso código ético pese a su indecoroso oficio.
Las novelas de detectives de estos tres autores quizá no sean la lectura más piadosa para esta semana santa, pero seguramente constituyen la elección adecuada si usted busca un libro electrizante, que no pueda dejar de la primera a la última página. Ahora bien, si no gusta de este género, le recomendamos Seda, de Alessandro Baricco. Una joya inclasificable, breve y deliciosa sobre un viajero que cruzaba el mundo para adquirir gusanos de seda en el oriente. Seda es una hermosa y fascinante historia de amor para ser leída a cuatro manos.