EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Libertad conculcada

Héctor Manuel Popoca Boone

Febrero 25, 2017

Enclaustramiento casi absoluto es la condición determinante y el hecho palpable para sobrevivir la situación permanente de violencia en que vivimos en Guerrero. Actuamos como autómatas en una situación totalmente anómala vuelta normalidad cotidiana.
El marco de la legalidad observada por todos para convivir en forma pacífica y civilizada quedó hecho trizas. La impunidad ganó la partida gracias a los ilícitos tozudos de las delincuencias de dentro y fuera del gobierno. Así, el grupo que tiene los recursos para ser el más violento, termina por imponerse y da pie al nuevo hábitat en estas tierras del sur. Existimos dialécticamente al “vivir muriendo y viceversa”. Ésta vida encajonada y limitada es la manifestación contemporánea de nuestro instinto de preservación que como pueblo tenemos.
Habitamos regiones sumamente conflictivas porque están disputadas todo el tiempo por las diferentes bandas de delincuentes organizados, que tienen cobertura de algunos gobiernos y ciertos políticos, que solapan las fechorías (¿dónde están los 43?), a cambio de dinero para financiar campañas y comprar votos. Lo cual es también motivo de riñas internas que desembocan en ajustes de cuentas al modo gansteril.
Da grima ver cómo la delincuencia organizada de cuello blanco y la del AK-47 han convertido a la ciudadanía guerrerense en paria de sus propios lares, colocándola en un estado de total indefensión y degradación social. Donde el individualismo deshumanizado es fortalecido por relaciones sociales sumamente mercantilizadas. Donde impera la consigna de “ganar aplastando, mintiendo, extorsionando, robando y asesinando” Donde lo que priva es el envilecimiento. El saqueo del honor y el poco respeto a un pueblo que desde siempre ha sido estigmatizado de ser “bronco” por naturaleza; sin reparar en el difícil (por complejo) medio natural, económico, político y social en que históricamente le ha tocado desenvolverse.
Aquí nos tocó estar y nos amoldamos a las circunstancias adversas a una vida digna y decorosa. Fruto de las violencias y delincuencias civiles alineadas con las corruptelas e impunidades institucionales es carecer de una auténtica libertad ciudadana para progresar. Además, los bajos niveles de educación y salud que, junto con una pobreza sempiterna, nos asfixian casi por completo aun cuando todavía existan resquicios por donde seguir respirando dificultosamente.
Ha sido vulnerado nuestro libre albedrío para vivir, decir y actuar; así como han atropellado todos nuestros derechos humanos. Es la poli-agonía a la que estamos sometidos, día con día, hora tras hora, y que por lo mismo es perpetua y extensa. Nos provoca sufrimiento, miedo, incertidumbre y zozobra inacabable en nuestra diaria convivencia cada vez de manera más atroz. El saber que podemos ser violentados, sin tener mayor amparo gubernamental, nos empuja a auto delimitar nuestros movimientos y expresiones. A encerrarnos y reducir nuestro desenvolvimiento a horarios determinados, con gente y lugares específicos.
Del libro de Arturo Aguirre Nuestro espacio doliente extraigo las siguientes ideas: Ahora debemos pensar no sólo la física de la violencia sino también la fenomenología de su acontecer. Es la violencia un hecho y fenómeno específicamente humano que se instituye y diversifica. Y que, con su sanguinaria y desproporcionada escalada, constituye un acontecimiento que disloca nuestra existencia, dejándonos en la intemperie social y orfandad institucional. Como somos mortales, somos susceptibles de ser asesinados; de ahí que nuestro sino radique en vivir horrorizados en un espacio y ambiente vueltos dolientes. En un territorio donde no sólo hay víctimas y victimarios, sino también familiares y colectividades bañadas de dolor y de terror. Eso requiere con urgencia una nueva forma de pensar este fenómeno, para no asimilarlo y vivirlo como si nada.
PD. Desde este humilde espacio le digo al presidente estadunidense, Donald Trump: ¡Váyase mucho a la chingada! ¡Fuck you!