Silvestre Pacheco León
Mayo 27, 2006
“Luego, Hillary y yo regresamos a (la Universidad de) Yale, después de un breve viaje a Zihuatanejo en la costa del Pacífico mexicano. Ahora está lleno de construcciones pero en ese entonces todavía era un pequeño pueblo encantado con calles sin pavimentación, cantinas al aire libre, y pájaros exóticos en los árboles”. Así recuerda Zihuatanejo el ex presidente de Estados Unidos, William Jefferson Clinton en su autobiografía, de reciente aparición.
Por su parte, Hillary Rodham, esposa de Clinton, en su libro Historia Vivida, cuenta:
“(1972)… Antes de nuestro regreso a clases en (la Universidad de) Yale, donde estábamos registrados pero todavía no habíamos atendido clases, Bill y yo tomamos nuestras primeras vacaciones juntos en Zihuatanejo, México, que en ese entonces era un pequeño pueblo encantador en la costa del Pacífico”.
Sobra decir que ellos no han vuelto más a nuestras costas porque Zihuatanejo ha dejado de tener el atractivo que lo hizo famoso. Tampoco regresan aquí las celebridades de Hollywood, que hacían la mejor promoción turística: Harrison Ford, Keith Richards, Eric Idle, Steve Martin, Robin Williams, Richard Gere, Jack Nicholson, Meg Ryan, Claudia Schiffer. Ahora todos ellos prefieren otros destinos para vacacionar.
¿Que pasó en Zihuatanejo para que esto ocurriera?
Quizá los llamados turisteros, los hoteleros y los gobernantes debieran responder esa pregunta que muchas personas nos hacemos frente al fracaso que está viviendo el sector.
Por mi parte, trataré de dar algunos elementos que ayuden a entender lo que pasa:
En Zihuatanejo se ha carecido de una política turística clara que involucre a una población que ha crecido robustamente atraída por el espejismo de los empleos.
La actitud del gobierno que permeó en la conducta de la sociedad es aquella conservadora que se imagina que las cosas están hechas de una vez y para siempre, que no cambian.
Que los turistas vengan es asunto que no va a cambiar, y con esa idea conservadora todo lo demás que ha pasado en Zihuatanejo quisieran que no impactara el flujo de visitantes.
De ahí que ni la sociedad ni el gobierno realicen esfuerzos para actuar pensando en el futuro del puerto.
El azolvamiento acelerado de la bahía, esa “pequeña irregularidad en la línea de costa de apenas 2.3 kilómetros de longitud y de alrededor de 1.6 kilómetros de ancho” como la describe el oceanógrafo Héctor Santiago Vélez Muñoz, quien asegura que la bahía es una de las zonas más escasamente estudiadas de los mares mexicanos, es una realidad que se agudiza con el vertimiento de las aguas residuales mal tratadas de la ciudad.
El especialista mencionado, quien ha mostrado interés en estudiar el patrón de corrientes para determinar el impacto de proyectos tan defendidos como el que pretende la inmobiliaria Punta del Mar, quien sueña con la construcción de una terminal marítima que funcionará como rompeolas para el establecimiento de una marina privada, sabe que el cambio de uso del suelo en la zona del anfiteatro para convertir en habitacional parte de lo que se consideraba de reserva ecológica, ha repercutido en erosión del suelo que se traduce en azolve y contaminación, pues durante cada ciclo de marea, un volumen importante del agua de la laguna de Las Salinas, con una alta carga orgánica y sólidos en suspensión penetra en ella de manera incontenible. Además, ha sugerido que la obra proyectada pudiera influir en una mayor concentración de contaminantes por las dificultades que supondrían la prolongación de la saliente rocosa de donde se planea prolongar el muelle con un espigón de piedra, para la renovación natural de las aguas de la bahía.
La depredación de especies marinas por sobreexplotación, son hechos que se viven cotidianamente ante los ojos y el conocimiento que tienen las autoridades del medio ambiente. El uso de redes prohibidas para la pesca en la bahía es un hecho que continúa pese a las abundantes denuncias públicas.
La población de Zihuatanejo ha crecido 30 veces desde la última visita de los Clinton. Lo ha hecho sin respetar ningún plan, a pesar de tantos que se han pagado.
Insisto en que el Plan de Ordenación elaborado por la Sedue y decretado a mediados de los años ochenta, consideraba para principios de este siglo una población para Zihuatanejo de 150 mil habitantes asentados en la cuenca, sin tocar ninguna de las áreas de reserva ecológica.
Claro, el Plan se elaboró suponiendo que tendríamos autoridades respetuosas de la ley, donde los tres órdenes de gobierno respetarían y coadyuvarían en el cumplimiento de las respectivas responsabilidades de cada cual.
Pero no fue así. Ni las dependencias federales respetaron las normas, y menos lo hizo el gobierno del estado. Al gobierno municipal lo dejaron hacer en la medida en que no se opusiera a las determinaciones “superiores”.
Desde la expropiación del suelo que correspondió a la federación se dieron los abusos. A los ejidatarios se les pagó el precio que fijaron las autoridades y lo hicieron por menos terreno del que dispusieron. Eso ha quedado demostrado ahora, cuando el Fibazi ha tenido que devolver a los ejidos de Agua de Correa y de Zihuatanejo el terreno que les robó.
El Fibazi, que es una dependencia estatal, se creó con el propósito de administrar el suelo expropiado, comercializándolo de acuerdo con el Plan Director de Desarrollo Urbano, pero sólo se dedicó a urbanizar y comercializar las zonas turísticas y residenciales para inversionistas privados y políticos. La demanda popular de suelo urbano para vivienda siempre la ignoró. Nada quería con los pobres.
Esa actitud generó las primeras invasiones de precaristas a los cerros del anfiteatro. El gobierno respondió de manera violenta a la solución que los pobres de Zihuatanejo dieron a su demanda de suelo urbano para vivienda. La represión y desalojo que vivieron los primeros invasores se produjo años después, bajo la mano dura del gobernador Rubén Figueroa Figueroa. El 12 de marzo de 1981 decenas de familias de las colonias Emiliano Zapata, Vicente Guerrero y El Limón fueron bajadas de los cerros por los policías antimotines y sus casas quemadas, pero como la demanda social existía, los colonos tomaron las oficinas del Fibazi y con ellas a su director, Raúl Esponda, el mismo que fue impedido de salir hasta que convino en otorgar a los precaristas el girón de tierra infértil y enmontada, donde después se fundó la colonia 12 de Marzo.
En toda la historia de Zihuatanejo no se conoce una sola colonia que el Fibazi haya urbanizado y luego vendido a solicitantes de bajos recursos. En realidad al sector empobrecido de la ciudad, el fideicomiso siempre le ha vendido terrenos sin urbanizar, de manera que el bajo precio del suelo constituye una falacia si se considera la inversión que los posesionarios tienen que hacer para abrir calles y construir la infraestructura. El trato contrario es el que reciben los ricos quienes se benefician de la infraestructura urbana que se construye con recursos públicos y todavía reciben incentivos fiscales además del bajo precio a que les venden los terrenos, son los casos recientes de los fraccionamientos en los cerros El Vigía y Contramar.
El Fibazi siempre actuó como instancia ilegal de gobierno entre el municipio y el estado. Era un verdadero gobierno ejerciendo funciones en el territorio municipal. Eso explica que parte de la lucha por la democracia estuviera dirigida a la exigencia de respeto a la Constitución y que mientras gobernó el PRI, fuera demanda de la izquierda la desaparición del fideicomiso o su sometimiento a las determinaciones municipales.
Después la situación política cambió. La correlación de fuerzas dejó de favorecer al partido de Estado y ya con un gobierno municipal surgido de la oposición la sociedad creyó en un cambio de actitud y de visión.
Sin embargo el cambio político no ha modificado la estructura de poder ni la visión conservadora de las cosas, porque Zihuatanejo sigue la tendencia marcada por el viejo modelo neoliberal del turismo elitista y depredador.
Aquí, como en muchas partes, no se gobierna para las personas, sino para las inversiones, y para los intereses políticos, por depredadores que ambos sean.
La idea de revisar y actualizar por cuarta vez el Plan Director Urbano para legalizar 45 invasiones en el anfiteatro de Zihuatanejo, que suman 78 hectáreas del área de protección ecológica para hacerlas de uso habitacional, es una perversidad disfrazada de medida justiciera, pues implica romper el delicado equilibrio ecológico que mantenía la ciudad y acelerará el grave daño que ya padece la bahía por efecto de la erosión del suelo y la contaminación de las aguas residuales.
Zihuatanejo bien pudo mantenerse como el paraíso aquel que describían nuestros antiguos y asiduos visitantes, un lugar único por la hospitalidad y generosidad de sus habitantes y por lo ordenado de su crecimiento. En cambio, ni los turisteros, ni los hoteleros y menos los gobiernos han pensado en un futuro que convenga a todos.
¿A quién beneficiará una ciudad turística con sus antes hermosos cerros que ahora ocuparán las casas depauperadas?
El turismo extranjero, el que trae divisas, viene cada vez menos a Zihuatanejo.
A pesar de que en el gobierno todos saben que la mejor promoción turística es la que se hace de boca en boca a partir de las ventajas que se ofrecen, nadie muestra preocupación por las opiniones negativas que ahora tienen los extranjeros que antes fueron visitantes asiduos.
Los inversionistas que compran terrenos y construyen hoteles, se van cuando el lugar que ocupan deja de ser negocio. Los que gobiernan siempre desarrollan la posibilidad de pasarla bien frente a las desgracias de los demás, pero la mayoría, la que le apuesta a conseguir un empleo que le permita vivir con decoro, esa está viendo cancelado su futuro.