EL-SUR

Sábado 02 de Diciembre de 2023

Guerrero, México

Opinión

Lo que ha leído Alejandro Zambra

Adán Ramírez Serret

Noviembre 02, 2018

En la Feria del Libro de Guadalajara de hace ya unos cinco años, tuve la suerte de trabajar como intérprete del escritor inglés Adam Thirlwell, de quien ya he escrito antes en esta columna. Los periodistas mexicanos le hacían la pregunta obligada sobre qué autores mexicanos o en lengua hispana conocía; respondía que tenía amigos en México que había leído poco pero que un autor le encantaba: era Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975). A partir de ese día su nombre se grabó en mi memoria y en días recientes han caído a mis manos algunos libros suyos.
Aún no leo su más famosa Bonsái pero ya he leído otros tres libros de Zambra. Sobre aquél que no he leído, sé unas cosas importantes; una por el mismo Zambra en los ensayos de los cuales hablaré hoy No leer. Aquí dice que un Bonsái no es un árbol sino otra especie en sí misma. Así, su libro no es precisamente una novela sino una narración única. Los mejores libros son casi siempre aquellos que escapan a las catalogaciones usuales y crean una propia. Lo otro que sé, y me parece que dice mucho sobre la escritura de Zambra, es que el editor de Anagrama, Jorge Herralde, cuando recibió el manuscrito de esta novela le pareció que era un reseñista que le contaba de qué iba a tratar una novela. Me parece genial pensar una novela como una especie de conjunto de reseñas sobre una historia.
Esto me gusta mucho porque en No leer, en esta compilación de crónicas y ensayos sobre literatura, Zambra nos cuenta sus lecturas que van de Roberto Bolaño a Mario Levrero, sobre quien escribe: “Mientras sus contemporáneos seguían firmando versiones rutinarias de la gran novela latinoamericana, él construía una literatura nueva, irreductible a los patrones de lectura por entonces vigentes; una obra escéptica a los derroteros del boom y reacia, en general, a toda presión normalizadora”.
Escribe sobre escribir y leer y lo hace de una manera vívida: “Leíamos con prisa, confiando en la velocidad, como si quisiéramos recuperar un tiempo que no habíamos tenido”. Pareciera que lo acompañamos en su escritorio, nos habla sobre su amor a las fotocopias y los borradores. También nos paseamos a su lado por las calles de Santiago, a veces también por algunas partes del mundo, hablando sobre libros amados y odiados y fumando un cigarro tras otro.
Es un catálogo bastante libre en donde a veces tan sólo en algunas páginas nos descubre un lector chileno de culto; o se lleva en otros casos tres páginas en contarnos su amistad y admiración por Alejandra Costamagna, por ejemplo, y los cuentos que él sueña que ella escribe. Sí, es así de extraño y por momentos ya estamos dentro de un relato muy similar a sus novelas que sí he leído, Formas de volver a casa, y La vida privada de los árboles, novelas muy breves que no se parecen en nada en cuanto a trama y que están contadas una en primera persona y la otra en tercera, pero que tienen en común una misma atmósfera. Formas de volver a casa es una novela en donde un joven descubre su ciudad a partir de una misión que le encarga una chica. La vida privada de los árboles es sobre un padre adoptivo que inventa las charlas personales que tienen los árboles como cuentos antes de dormir a su hija adoptiva.
No leer es también un conjunto de ensayos que así como defiende y explica su vida a partir de la lectura, habla de libros que jamás leerá. Así como decía el gran escritor Sergio González Rodríguez en su famosa columna, No lo leí y no me gustó, Zambra escribe sobre los libros que no necesita leer para saber que no le van a gustar.
No leer entraña la paradoja de un escritor genial, de un lector tan certero y caudaloso que me hace sentir que no he leído nada, que he desperdiciado mi vida y que debo lanzarme ahora mismo a leer todo lo que ha leído Zambra.
(Alejandro Zambra, No leer, Barcelona, Anagrama, 2018. 312 páginas).