EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Lo que nos dice la elección presidencial sobre la democracia de EU

Gaspard Estrada

Noviembre 04, 2020

El día de ayer los norteamericanos escogieron a su futuro presidente para los próximos cuatro años, así como a sus diputados y senadores. Lo hicieron de tal manera que es imposible prever a ciencia cierta quién ganará la elección en el momento en que el autor escribe estas líneas. Sin embargo, si habláramos de una elección presidencial en México, Francia, Brasil o cualquier país democrático en el cual exista una elección directa, esta incertidumbre tal vez no existiría. Efectivamente, según la gran mayoría de los expertos en opinión pública, si los estadunidenses pudieran elegir a su presidente a través del sufragio universal directo, está claro que el ex vicepresidente Joe Biden sería electo cómodamente como próximo presidente de Estados Unidos. Según la última encuesta de opinión de la Universidad del Sur de California, realizada en conjunto con la casa encuestadora Dornlife, el candidato del partido Demócrata tendría una ventaja de 11 por ciento sobre su contendiente Republicano, Donald Trump (54 por ciento vs 43), el pasado lunes – la encuesta se levantó vía telefónica hasta ese día. Sin embargo eso no será el caso: según varios medios de comunicación, los estrategas de campaña del actual presidente de Estados Unidos tenían previsto que Donald Trump se declare vencedor la noche del escrutinio, a pesar de que en buena parte de los estados ni siquiera se habrán empezado a contar los votos enviados por correo o realizados de manera anticipada.
Porque, en efecto, el sistema electoral norteamericano, visto desde afuera, luce bizantino y anticuado. Sobre todo, deja de relieve su carácter poco democrático. Los norteamericanos votan, a nivel de sus estados, para elegir a un grupo de “super delegados” que representarán a su vez a los electores durante una convención nacional, que elegirá posteriormente al tándem a cargo del poder ejecutivo de Estados Unidos para los próximos años. El candidato que obtiene la mayor cantidad de votos por estado obtiene la totalidad de los votos de los llamados “super delegados”. ¿Eso quiere decir que quien obtiene más votos gana la presidencia? Si nos atenemos a los resultados de las últimas elecciones, la respuesta es NO: desde 1992, seis de las siete elecciones presidenciales han sido ganadas por los candidatos del partido Demócrata si tomamos como referencia el voto popular contabilizado de manera nacional (Bill Clinton 1992 y 1996, Al Gore 2000, Barack Obama 2008 y 2012, así como Hillary Clinton 2016). Sin embargo, los candidatos Republicanos George Bush en 2000 y 2004, y Donald Trump en 2016 llegaron a la presidencia, y durante sus mandatos, decisiones estratégicas para Estados Unidos –y para el mundo– fueron tomadas por estos mandatarios. Sin tener el respaldo mayoritario de la ciudadanía.
Por otro lado, el sistema judicial norteamericano es extremadamente poderoso, en particular el de la Suprema Corte. En Estados Unidos, los presidentes disponen de la prerrogativa de proponer los nombramientos de los nuevos magistrados de la corte, antes de ser ratificados por el Senado. Como actualmente el partido Republicano dispone de la mayoría en esa instancia, su candidata pudo ser aprobada recién hace quince días, pese a que en 2016, cuando Barack Obama todavía era presidente, los republicanos estimaron que el proceso electoral (entonces en curso) impedía que un presidente al final de su mandato nombre a un nuevo ministro de la Suprema Corte. Si a este nombramiento le agregamos todos los que fueron realizados desde 1992 (es decir, cuando ganó Bill Clinton), los republicanos nombraron a 15 de los últimos 19 jueces de la Corte Suprema, a pesar de haber perdido seis de las siete últimas elecciones en el voto popular.
Es por ello que existe dentro de ciertos sectores de la clase política una voluntad de cambiar de manera estructural el funcionamiento de las instituciones norteamericanas. Si nos atenemos a estos resultados, está claro que el partido Demócrata, a pesar de tener mejores resultados electorales (y por ende, una representación mayor en la sociedad de nuestro vecino del norte), no solamente tiene que ganar, pero tiene que hacerlo por un margen suficientemente grande para derrotar al partido Republicano. Esta situación tiene que cambiar.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada